miércoles, 6 de noviembre de 2024

Tomates verdes fritos (1991)

El éxito de ventas de Tomates verdes fritos anunciaba que no tardaría en ser adaptada a la gran pantalla; y así fue. Cuatro años después de su publicación, Jon Avnet producía y dirigía la adaptación de la novela de Fannie Flagg, autora que, junto a Carol Sobieski, también se encargó de escribir el guion para una película que asoma amable en la pantalla, pero sin edulcorar los temas propuestos: racismo, maltrato, crisis marital, amistad, homosexualidad femenina... Sencillamente, dejando que fluyan como parte de la realidad presente de Evelyn (Kathy Bates) y de la evocación del pasado de Ninny Threadgoode (Jessica Tandy). En la exposición de sus temas, la encuentro menos efectista y más cuentista (de fábula) que la igualmente popular Thelma y Louise (Thelma & Louise, Ridley Scott, 1991), una producción contemporánea que guarda puntos temáticos en común con esta que parte de una casualidad de tantas que pasamos por alto, sin comprender cómo y cuánto influyen en nuestras vidas. El encuentro casual entre estas dos mujeres sirve de excusa para poner en marcha la dos historias que Avnet combina a lo largo de dos horas que transcurren en dos tiempos que se enlazan en el personaje de Jessica Tandy, quien, por cierto, vivía entonces el que quizá fuese su periodo cinematográfico de mayor éxito popular, tras sus apariciones en Cocoon (Ron Howard, 1985), Nuestros maravillosos aliados (*batteries not included, Matthew Robbins, 1987), Paseando a Miss Daisy (Driving Miss Daisy, Bruce Beresford, 1989) y Tomates verdes fritos (Fried Green Tomatoes, Jon Avnet, 1991). Por un lado, se desarrolla la cotidianidad de Evelyn en el presente: su relación marital y su sensación de vivir atrapada, sin posibilidad de plenitud; y por otro, a la historia que nos llega a través de la evocación de Ninny, que establece su relato en el periodo de entreguerras y en el sur estadounidense (Alabama y Georgia), un espacio tradicionalista en el que la mujer parece destinada a no poder ser ella misma y donde el racismo se encuentra institucionalizado.

<<Lo que daría por un plato de tomates verdes fritos como los que comíamos en el café>>, comenta la anciana a Evelyn en uno de sus encuentros en el hospital donde está internada. Ese plato de tomates, el que luce el título de la novela y el de la película, tiene una función evocadora. Se trata de una imagen pretérita que ha quedado grabada en la mente del personaje, una que bien pudo haber sido otra, pero fue esa porque esa en particular guarda relación con un todo de sensaciones y recuerdos. Es la que le viene a la memoria, la que, de algún modo, abre la ventana al pasado que la narradora cuenta a su nueva amiga. Salvo excepciones, el resto de los humanos llevamos un narrador dentro que desea contar su historia; y la anciana no es diferente, comparte la suya con Evelyn, una mujer que, entre sollozos, se define con las siguientes palabras: <<soy demasiado joven para ser vieja y demasiado vieja para ser joven>>. Esto dice mucho de su situación vital, ya no solo la personal sino respecto a su relación con el mundo, uno tan reducido e indiferente a su malestar emocional que parece comprimirla más si cabe. Vive encerrada en la indiferencia de su marido (Gailard Sartain), en la represión y en la condena femenina en la que se descubre yendo a terapia de pareja, pero solo para mujeres, como si el problema fuese solo suyo, no de los maridos y de la propia sociedad que hereda las costumbres de tiempos anteriores como el recordado por Ninny… Cada quien es portador de su historia, y decide o no contarla según su elección, pero nunca es solo suya, pues en cualquiera intervienen otras historias, tantas como personas formen parte de la propia. Pero toda historia vital combina realidad y cuento, dando como resultado la reconstrucción temporal en la que los hechos pretéritos no pueden traerse al presente, tampoco las emociones de entonces, salvo en su evocación, que no deja de ser la alteración de lo vivido. Dicha alteración pasa a ser la verdad en el ahora que da pie a la recreación y al recuerdo; por eso, en este aspecto, la vida es sueño y el cine, debido a su capacidad de recreación de espacios, personajes y situaciones, también. Así, Avnet relata dos cuentos: el de la realidad de Evelyn y el de la leyenda de la indomable Idgie (Mary Stuart Masterson) y su relación con Ruth (Mary-Louise Parker), la mujer de la que se enamora y que le corresponde, a la misma que salva del continuo malo trato marital de un hombre cuyo asesinato acaban acusando a Idgie…



No hay comentarios:

Publicar un comentario