Aparte de los temas que trata, y que ya habían sido expuestos en la pantalla con anterioridad, (inmigración, totalitarismo, neofaccismo, envejecimiento poblacional, la desaparición de la especie,…), el que llama mi atención se expone en una breve escena, cuando Theo (Clive Owen), el protagonista de Hijos de los hombres (Children of Men, Alfonso Cuarón, 2006), acude a su primo (Danny Huston), cargo importante en el gobierno británico, y descubre que este se desvive por salvar obras de arte en un mundo humano que se consume y camina hacia su extinción. Theo le dice algo así como que no sabe para que se preocupa, si en cien años nadie podrá disfrutar de esas piezas artísticas que Nigel ha rescatado. El mundo humano presentado en la película agoniza, vive su última generación, lo que supone que nadie quedará para ver el Guernica que luce en la sala donde almuerzan, ni los Velázquez que Nigel dice haber salvado durante la caída de Madrid. Nadie habrá para ser testigo y juez, ni depositario, de lo que llamamos o consideramos obras de arte. Entonces, con la desaparición de la humanidad, también desaparece el Arte creado por la especie. Sin quien lo valore y lo estime, sin quien lo sienta, el arte no existe; lo cual indica que el arte no solo se encuentra en la obra (ni en su creador) sino en la sensibilidad y la mente de quienes la juzgan. Sin ojos con los que mirar un cuadro, una escultura o un Pórtico de la Gloria, sin odios que escuchen una sinfonía de Beethoven, una pieza de Bach o Las cuatro estaciones, sin lectores que sientan los versos de Baudelaire, Rosalía, Rilke o Pushkin, sin soñadores que disfruten los escenarios ideados por Shakespeare o Calderón o que transiten la geografía humana de El Quijote o sin paladar que lo saboree, el arte es nada; y esa nada es la que amenaza la sociedad de Hijos de los hombres, una sociedad tan deshumanizada que ni siquiera pueden tener descendencia, que sería lo más natural a la especie junto con la muerte. Sin la posibilidad de nacimientos, solo queda esta última y de ese modo se altera el ciclo de la vida y se cae en la desesperanza, en la anarquía y en los totalitarios, en la indiferencia que parece marcar los primeros compases del antihéroe en un entorno donde desvela mayor humanitarismo y compasión… Juventud divino tesoro cobra mayor importancia en la sociedad de Hijos de los hombres, pues la infertilidad de la raza humana se ha convertido en la realidad de que, concluida esa última juventud, llevará a la especie a la desaparición. Según nos cuenta Cuarón, a partir de la novela de la escritora P. D. James, desde hace más de dieciocho años no se ha producido un nuevo nacimiento en el mundo de Theo, un mundo dominado por el caos, el terror, la violencia y el trato inhumano hacia aquellos que las autoridades consideran inmigrantes ilegales, a quienes se encierra en jaulas a la espera de trasladarlos a lugares de confinamiento a donde muchos no llegan. Aunque genéricamente Hijos de los hombres se encuadre dentro de la ciencia-ficción, su intención parece ser la de mirar a la realidad; pretende establecer entre su recreación de un mundo inexistente y el existente una conexión que desvele problemas reales y presentes. Por ejemplo, el (mal)trato al que se ven sometidos aquellos que no son considerados ciudadanos; es decir, los migrantes ilegales que llegan a Reino Unido en busca de una oportunidad de vida, una oportunidad similar a la perseguida por los inmigrantes extraterrestres que tres años después expuso Neill Blonkamp en District 9 (2008).
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