<<Leer. Viajar. Pensar más despacio. Aguzar el ingenio. Arremeter y a la vez permanecer inmóvil, tener la paciencia de un santo y ser tan impulsivo como un niño. Nunca en la vida había sentido Justin tal sed de conocimientos. Ya no quedaba tiempo para preparativos. Había estado preparándose noche y día desde la muerte de Tessa. Se había contenido, pero se había preparado. En el deprimente piso de abajo de Gloria se había preparado. Durante los interrogatorios de la policía, en los que a veces contenerse le había requerido un esfuerzo sobrehumano, había seguido preparándose en algún rincón infatigable de su mente.>> (1) Tal preparación es la constancia del jardinero, su necesidad de cuidar cada detalle para obtener el fruto pretendido; sin embargo, ahora no se trata de flores ni plantas, ni de relaciones diplomáticas, sino de <<sumergirse hasta el centro mismo del mundo secreto de Tessa, identificar todos y cada uno de los jalones y señales de su viaje, anular su propia identidad y resucitar la de ella, matar a Justin y devolver la vida a Tessa.>> (2) El impacto que supuso Ciudad de Dios (Cidade de Deus, 2002) abrió las puertas del cine internacional a Fernando Meirelles y su primera producción en legua inglesa no decepcionó, pues su recreación en la pantalla de la novela homónima de John Le Carré le deparó una adaptación afortunada, más si cabe si la pienso en relación con la realizada tres años después a partir de la obra de Saramago Ensayo sobre la ceguera, A ciegas (Blindness, 2008). Feliz porque su resultado depara un buen instante cinematográfico cuya narrativa se desarrolla entre el presente y el pasado de un hombre que vive en el dolor, consecuencia de la pérdida del ser querido que retiene en el pensamiento, pero que también se ve empujado a despertar a la realidad oculta, la que Justin (Ralph Fiennes) descubre durante su investigación particular sobre la muerte y vida de Tessa (Rachel Weisz). ¿Por qué no acepta lo evidente? ¿Para qué remover? Acaso ¿su pesquisa forma parte de una penitencia autoimpuesta? ¿Siente culpabilidad, curiosidad, necesidad, negación? Tal vez su postura sea la consecuencia lógica del duelo y del amor, de la necesidad de comprender a una mujer que apenas conocía, pero a la que se había entregado y amaba, una mujer que le propuso matrimonio y con quien se trasladó a Nairobi, su destino diplomático, una mujer que aún muerta continúa con él, en él… y le empuja a prepararse y a descubrirla. <<¿Por dónde empezar? ¡Por todas partes! ¿Qué camino seguir? ¡Todos!>> (3) Justin sospecha la mentira alrededor del fallecimiento de Tessa y quiere limpiar su memoria, esclarecer las causas de su muerte y acabar lo que ella empezó. Tessa, activista, aparentemente fue asesinada por su compañero en la ONG para la que colaboraban, de quien dicen que era su amante; pero Justin no da crédito a las habladurías, fomentadas para crear una cortina de humo alrededor de la realidad que el viudo descubre: una verdad incómoda que no difiere de otras previas (y por venir), pues desvela y apunta la enorme distancia entre “mundos” al tiempo que señala un panorama empresarial —en el caso de El jardinero fiel (The Constant Gardener, 2005), de las farmacéuticas— donde, sin importar el coste humano, el interés económico, el multimillonario negocio de la enfermedad y de su cura, se impone al humanitario defendido por Tessa…
(1) (2) (3) John LeCarré: El jardinero fiel (traducción de Carlos Milla Soler). Random House Mondadori, Barcelona, 2001.
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