viernes, 25 de junio de 2021

Seijun Suzuki. Diversión y serie B


<<Parece que existen dos clases de personas: las que tienen recuerdos agradables y las que los tienen desagradables. En los dos casos se trata de gente con buena memoria.
Es difícil determinar quiénes son más felices, pero, en general, la gente que solo posee buenos recuerdos se encuentra en una situación más envidiable que la que solo tiene recuerdos negativos y dolorosos. Sin embargo, la memoria no es más que un almacén de hechos e impresiones. Lo mejor es tener muchos recuerdos porque, sin duda, suponen una importante ayuda en el desarrollo de una fuerte personalidad.
Por otro lado, hay idiotas que no recuerdan nada. Es el caso del hombre cuya memoria es tan mala que no se acuerda del título de la película que vio ayer, o que olvida por completo el nombre o el rostro de la primera persona que ha visto hoy o la de quien acaba de estar con él.
Yo soy ese hombre. Por eso es agotador para mí recordar todo tipo de detalles acerca de mi obra o lo que me ocurrió hace un cuarto de siglo, no importa si son recuerdos placenteros o no. Para alguien tan olvidadizo como yo, mi trabajo, como si de un capricho pasajero se tratara, o el amor, vivir con alguien, casarme o morir no son más que una racha de viento que pasa soplando junto a mi cabeza. Por esa razón, no esperen que la historia que viene a continuación sea totalmente cierta. No porque sea yo un olvidadizo embustero, sino porque todo en este mundo consiste en un cincuenta por ciento de mentira y un cincuenta por ciento de verdad>>.1


Puesto a creer la mitad de lo escrito por Seijun Suzuki, me quedo con el "olvidadizo embustero", es decir, con el cineasta que se olvida de cuanto no sea acorde al cine espectáculo y, por lo tanto, a la mentira y a la superficialidad que asume para generar en el público la ilusión y la complicidad en el engaño que este disfruta. Nada hay de real en la pantalla, salvo la propia pantalla y la realidad cinematográfica: las imágenes y la esencia que transmiten. Para el realizador de La puerta de la carne la idea de hacer películas para divertir, y no para transgredir, politizar o sentar cátedra, fue el principio motor de su obra, en su mayoría producciones de serie B que, en su momento, pasaron sin pena ni gloria, pero que, como El errabundo de Kanto, acabarían llamando la atención. Como la mayoría de sus películas, esta también fue proyectada como complemento de films de mayor prestigio artístico, pero esta posición secundaría no desmerece lo hecho por Suzuki, más bien confirma que el cineasta no buscaba prestigio, buscaba entretener de la mejor manera posible.


Suzuki
llegó al cine tras la Segunda Guerra Mundial, en la que estuvo destinado en Filipinas. Lo hizo sin aspiraciones y sin conocimientos del medio; es decir, empezó sin idea y como aprendiz, sin más responsabilidad que la de ir paso a paso; de tercer ayudante al momento en el que ya estaría preparado para dejarlo o para dirigir. En los estudios que Sochiku tenía en Ofuna, el primer lugar donde trabajó, tuvo contacto con los melodramas de la casa, aquellos en los que Yasujiro Ozu era un maestro sin igual, así como accedió a puestos de mayor responsabilidad, aunque, Suzuki, recordaba no tener ninguna. Pero no sería hasta 1956, tras firmar su contrato con Nikkatsu, cuando dirigió su primer largometraje…

1.Seijun Suzuki en El desierto bajo los cerezos en flor: El cine de Seijun Suzuki (traducción Juan José Pulido). Festival Internacional de Cine de Gijón/Ocho y Medio, Libros de Cine/Ediciones Áqaba, Madrid, 2001

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