viernes, 11 de junio de 2021

Fellini y el sueño del cine


No soy cineasta y no me planteo qué es el cine, más allá de lo que veo en la pantalla o lo que intuyo: entretenimiento, expresión, vías con las que los cineastas establecen comunicación, agitación, sentimiento, poesía, sueños, pirotecnia, negocio, idiotización, consumo, ruido, aburrimiento, nada... El cine me genera sensaciones varias, pero lo que un aficionado piense o sienta según la película que corresponda, como sería mi caso, nada tendría que ver con las respuestas de los profesionales, de plantearse esa misma cuestión. Supongo que muchos cineastas se habrán preguntado (o les habrán preguntado) qué es el cine para ellos; y cada cual daría una o mil respuestas, incluso estas variarían (en el mismo individuo) según las etapas de su vida en las que respondiese la cuestión. Pero intuyo que siempre sería una respuesta que no podría disociarse de su propia experiencia vital, pues vida y cine se unen en ellos sin poder separar la una de la otra. Cierto que el cine de hoy es distinto al de ayer, pero sospecho que un artista que hace cine —no todos los que hacen cine lo son— es, ante todo, un creador, sin distinción de la época en la que se produce su creación, aunque no pueda escapar a su marco temporal. Por ejemplo, Federico Fellini, dialogando con Costanzo Costantini, se preguntó <<¿Qué fue el cine alguna vez para mí?>> Y su respuesta es única, pues tiene su origen en la unicidad de quien responde: <<Era una sala oscura con una pared detrás de ti en la que había un cuadrito del que salía un haz de luz que se dilataba sobre una tela blanca. En esa tela aparecían personajes maquillados vistosamente que movían los labios sin decir nada, enigmáticos, mudos, otro mundo, otra vida, otros trajes, todo aquello que no conocíamos y que tal vez solo pudiéramos ver en sueños. Y junto a estas grandes imágenes, a estos enormes rostros que nos parecían escrutar a pocos milímetros de distancia, de aquel cuadrito de luz salía también un rechinido misterioso que era como un susurro interminable de palabras que no entendíamos. Ese rechinido lo decía todo, sustituía las palabras que los personajes tenían que haber pronunciado, nos desvelaba nuestros sueños, despertaba la parte oscura y tenebrosa que hay en cada uno de nosotros. Los nuevos medios técnicos le han quitado al cine todo su poder de hipnosis silencioso y fascinante.>>1


Gracias a Fellini y al resto de cineastas que evolucionaron y engrandecieron el medio, hoy, el cine se considera Arte, aunque no todas las películas sean arte —siendo justos con el cine, tampoco toda la música o literatura lo es—, y a algunos directores, artistas. Hoy, se puede estudiar en las escuelas y en las universidades, pues ya posee una trayectoria cinematográfica que camina por su segundo siglo de vida, pero ayer era un fenómeno vivo, que invitaba a ser vivido en las salas de proyección y fuera de las mismas: en las plazas de los pueblos o en patios de colegio. Respecto a esto, el realizador nacido en Rimini comentó a Costantini que <<No soy teórico o historiador de cine. Para mi generación el cine era un fenómeno mítico que asumía las dimensiones de los grandes acontecimientos de la existencia. Más allá de sus aspectos culturales, de sus mismos aspectos espectaculares, formaba parte de la vida, como el noviazgo, el sexo, el matrimonio, la nieve, las fiestas de Navidad>>.2 Así era el cine para su generación, o ese era su recuerdo, y así, caricaturizado de vida, aparece en varias de sus películas —Amarcord o Roma—, como un fenómeno vital donde la pantalla, el respetable, la oscuridad y la sala formaban parte de una misma fantasía, imposible de soñar en la actualidad. 


Quizá en las siguientes palabras de Fellini se pueda encontrar alguna pista o explicación que aclare esta imposibilidad actual: <<No puedo hablar del cine en términos abstractos. Para mí, hablar del cine es como hablar de mí mismo, de mi vida, que se ha identificado plenamente con el cine. Lo que hice antes de comenzar a hacer cine, yo mismo no era más que la preparación para convertirme en director de cine. No estoy suficientemente alejado para analizar todo lo que ha sucedido y sigue sucediendo en el cine. Me produce escepticismo su estado de salud, ya sea por los estragos que se perpetran a diario contra él por la tv en general o por las emisoras privadas en particular, ya sea por este afán por recurrir a innovaciones absolutamente artificiales en la manera más correcta y natural de ver una película, por ejemplo: la introducción de las diversas estereofonías, muy adecuadas sobre todo para descompaginar el tejido sonoro y hacer que voces y ruidos te den vueltas alrededor de la cabeza, que salgan de detrás de las butacas, de debajo del suelo, de la taquilla, desde fuera de la sala, de todos lados menos de la pantalla en la que se sitúa el único punto natural, mágico y focal de la narración; un sistema como cualquier otro para llegar supinamente a las orejas ya desfondadas de un público opaco, incapaz de percibir el silencio y las voces que susurran. Además, me parece que un público viciado y maleducado por el cúmulo de estímulos indiferenciados que han amontonado los medios de comunicación, se presenta al rito de la proyección, a la ceremonia en la sala oscura, cada vez más incapaz de conformarse con ese concentración, con esa tensión y espera sin las cuales no existen ni el arte ni los espectadores>>.3


1,2,3.Federico Fellini: Les cuento de mí. Conversaciones con Costanzo Costantini (Traducción de Fernando Macotela). Sextopiso editorial, Madrid, 2006

2 comentarios:

  1. La prueba fehaciente de la trascendencia adquirida por su obra es que es uno de los pocos cineastas que cuenta con un adjetivo propio para definir su estilo: "felliniano".

    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Viendo su obra no cabe duda de que es merecedor de su propio adjetivo. Creo que Fellini era un artista, un soñador, un mago y un genial y “mentiroso” cuenta cuentos que hacía cine.

      Saludos.

      Eliminar