jueves, 3 de junio de 2021

Lejano (2002)


Una palabra que asocie con
Nuri Bilge Ceylan podría ser “fotógrafo”, pero sin limitar el significado a un terreno profesional, ni a la toma de una instantánea sin el instante, me refiero a las sensaciones y las emociones que se están desarrollando cuando la cámara registra el momento. “Asocia” porque sus inicios profesionales fueron como fotógrafo, pero, en su faceta de cineasta, su mirada evoluciona y capta no tanto el momento como el paso de momentos que se suceden en el tiempo, pues ya no se trata de mirada fotográfica, se trata de filmar instantes de vida; y lo hace con suma honestidad y sencillez. Ahora, mientras se suceden mis palabras en la pantalla y mis ideas en mi mente, se presentan otras maneras de acercarme al autor de Kasaba (1997) y a su cine, pues es el responsable de sus películas (director, guionista, productor, editor,...), que son igual de válidas para aproximarme a sus películas. Contemplativo y natural son dos adjetivos que se unen a sencillo y juntos se encuentran con lejano. Sencillo, contemplativo, lejano y natural se presentan en Ceylan como marca de la casa, una firma y una forma que no buscan llamar la atención de quienes acepten contemplar sus instantes de vida, aquellos que muestra en planos la mayoría estáticos o que no precisan movimientos innecesarios —de los que llaman la atención, para evitar que el público se dé cuenta de que, tras el artificio, no hay nada. La aparente pausa establece la distancia entre la cámara y el paisaje, entre el cineasta y los personajes, entre las imágenes y el público. De ese modo, N. B. Ceylan logra establecer la lejanía suficiente para que no se escape ninguno de los silencios, ni la deriva que se establece en un film que, como suele ser habitual en los suyos, desvela y revela espacios humanos desolados.


Las personas suelen huir del silencio porque lo temen, pues es, entre otras cosas, un espacio que invita a pensar. Quizá por ello haya quien busque desesperadamente el ruido, las palabras, aunque estén vacías de contenido, el bullicio y los sonidos de un televisor o de una radio. Los personajes de
Ceylan, Mahmut (Muzaffer Ozdemir) es un claro ejemplo, viven en el silencio, aunque digan palabras, las justas, viven en la soledad silenciosa en las que acaban por ver imágenes que llegan a su mente y les muestra el reflejo de sí mismos en un espacio humano que puede disguste, entristezca o asuste. Ese reflejo parece ser el que vemos en Lejano (Uzak, 2002) y en sus dos protagonistas, más que lacónicos derrotados por la distancia en la que viven, esa lejanía que se deja notar en todo momento: en los paisajes nevados, en la proyección de Stalker (Andrei Tarkovski, 1979), en el deseo de Yusuf (Mehmet Emin Toprak), por tener compañía femenina o mismamente en la imposibilidad de que logre encontrar un trabajo que le permita no regresar al pueblo de donde llega al inicio del film, cuando se instala en casa de Mahmut. Aunque compartan espacio y lazos familiares, no pueden compartir intimidad. Nada pueden decirse, quizá porque sientan que ya no haya mucho que contar sobre sus vidas, solo sobre la ausencia, el aislamiento, la soledad, las distancias. Pero no saben o no quieren hablar de eso, de intimidades a la deriva, quizá heladas como el paisaje nevado de Estambul, quizá en la desesperanza de una primavera que les deshiele.

 


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