jueves, 17 de junio de 2021

Querelle (1982)


Sabemos que un tema tabú no lo es por el tema en sí, pues se podría hablar de todo lo imaginable siempre y cuando se permitiese o hubiese deseo de hablar con respeto y libertad para hacerlo, lo es por nuestra hipocresía o por nuestra negativa a encarar lo que disgusta o asusta  —al individuo o al colectivo— y sacarlo a la luz. Supongo que ocultándolo uno cree que lo que no comprende, lo que le molesta, lo que se prohibe o lo que atemoriza al orden y a la moral establecidos, deja de existir. Es uno más de nuestros engaños compartidos, de la corrección impuesta, que devora libertades en su impostura, de trucos que velan o filtran para hacernos creer que si no vemos algo, ya no está. ¡Desaparece! ¡No existe! Pero, empleando el cine como un reverso del “tabú”, un cineasta como Rainer Werner Fassbinder hizo que en sus películas apareciesen esos temas incómodos para las mentes más acomodadas: el racismo en Todos nos llamamos Ali (Angst essen Seele auf, 1974), el terrorismo, su relación con el capitalismo y la sociedad de consumo, en La tercera generación (Die dritte Generarion, 1979), la corrupción política y la élite del poder en Lola (1981) o el asesinato, la violencia, el incesto, el narcisismo y la homosexualidad apuntados en Querelle (1982), película que adapta la novela de Jean Genet Querelle de Brest (publicada en 1947), texto que escandalizó en su momento.


<<Pero la homosexualidad no es un tema en QUERELLE. El tema es la identidad de un individuo y como la consigue. Eso tiene que ver con que, como dice Genet, para estar completo uno se necesita otra vez a sí mismo>>.1 Querelle (Brad Davis) siente curiosidad y necesidad, que son el principio de toda búsqueda. Las siente por el placer y la violencia, por el asesinato y por conocer a otro asesino —Gil (Hanno Pöschi), a quien manipula y en quien ve un reflejo de sí mismo, tal vez también de su hermano Robert (Hanno Pöschi)—, por descubrir la diferencia entre el placer que recibe y el amor que desconoce, entre dar y tomar. Querelle es un hombre de varios rostros, ángel y demonio, o son varios rostros de la masculinidad que se reconoce en otros, posibilidad esta ultima que permite a Fassbinder retratar la masculinidad enamorada de sí misma. Busca quién es, más allá de si acepta su homosexualidad, en la violencia, en la relación que mantiene consigo mismo y en la que no mantiene con su hermano. Su drama encuentra su raíz en su soledad, en la ausencia de un hogar y de vínculos familiares, en la imposibilidad de corresponder el amor que siente por su hermano Robert, y que este corresponde sin poder corresponder, —su pelea callejera también resulta una especie de declaración de ese amor prohibido, quizá porque ambos sean uno. Eso le conduce a la ambigüedad, a la violencia, al asesinato, a su impotencia y a la irrealidad en la que vive, la que el cineasta recrea en los personajes, en los decorados y en la iluminación, de tonos amarillos, naranjas y azules, de la fotografía de Xavier Schwarzenberger, colaborador de Fassbinder desde Berlín Alexanderplatz (1980).



<<En mi opinión, no se trata de homicidio y homosexualidad, sino de que alguien intenta encontrar su identidad con todos los medios que son posibles en esta sociedad. Ese es en el fondo el tema de la novela Querelle, en mi opinión. Y para volverse idéntico consigo mismo, Querelle tiene que mirar todo lo que hace desde dos lados. Desde el lado criminal, formulado por la sociedad, es decir desde la bajeza, y como eso no le sirve, tiene que mistificarlo. Solo así Querelle logra avanzar un paso>>2 


Rainer Warner Fassbinder



Su estética onírica, su teatralidad fálica, su homoerotismo, no esconden que la última película de Fassbinder es una búsqueda que, de manera consciente, se disfraza de “subconsciente” para sacar a la luz temas más allá de los aparentes, algo que el cineasta alemán hizo desde sus inicios hasta su muerte, que se produjo poco antes del estreno de este film inimitable que, en su recreación en decorado y fantasía, establece conexión con el Casanova (Il Casanova di Federico Fellini, 1976) de Fellini, pero guarda mayor contacto temático con La caída de los dioses (La cadutta degli dei, 1966), de Luchino Visconti, uno de los títulos de referencia para el director alemán. La película transita por el sueño, el deseo, la represión, la búsqueda, los reflejos masculinos,… y por el propio realizador alemán, pues, ante todo, Querelle es parte del legado del artista y del hombre, del sentir de ambos, de un Fassbinder comprometido con su pensamiento y transgresor en su obra, el que asume riesgos que lo sitúan al margen de cualquier zona cómoda; de ahí que sus films tampoco resulten cómodos para el público acomodado en espacios cinematográficos más convencionales, ajenos a la mirada, las palabras, el aislamiento y el deseo del teniente (Franco Nero), eterno voyeur y enamorado del protagonista o quizá uno de los rostros que lo inventa o fantasea; distantes de la ciudad portuaria de Brest, tan irreal como la Venecia felliniesca, y del local de Madame Lysiane (Jeanne Moreau), la mujer entre reflejos masculinos que minimizan su presencia, o de ese hermano que forma parte de la irrealidad que transita en busca de una nueva realidad para Querelle, quizá para Robert, y de una nueva fantasía de sí mismo.



1,2.Rainer Werner Fassbinder: Fassbinder por Fassbinder. Las entrevistas completas (traducción de Ariel Magnus). Editorial Hueders, Santiago de Chile, 2018.


No hay comentarios:

Publicar un comentario