miércoles, 5 de febrero de 2020

Kurosawa y los profesores


<<Quien no estima a su maestro,
y no ama ser útil,
se halla confuso en su saber>>

Lao-Tsé (filósofo chino, siglo VI a. C.): Tao Te King

La figura del maestro era de suma importancia en la cultura japonesa tradicional. En la novela que ambienté en Japón en el siglo XII quise reflejarlo en un personaje que guía a sus pupilos hacia el equilibrio al que aspira el samurái (Munen). Los 
acompaña durante parte del camino a la perfección, un camino que sospecho que implica caminar y seguir caminando una senda que no concluye, que exige seguir evolucionando. Quizá lo hice condicionado por las películas de aprendizaje, quizá por lecturas y fantasías u otras intimidades y cuestiones sobre las que ahora no pretendo reflexionar. Se trata de un maestro-guía, aquel que no se impone ni pretende ser el protagonista de algo que no es de su exclusiva. Para el maestro, sus alumnos son sujetos de un proceso que nunca concluye —él también es alumno de cuanto experimenta—, abierto a diferentes caminos y opciones, pero que necesitan ayuda, pautas de aprendizaje, en definitiva, necesitan guía. El maestro provoca reacción, curiosidad, ganas, llámenle motivación, si así lo desean, pero no se trata de eso, o solo eso, también se trata de exigir y de fomentar curiosidades e inquietudes. El maestro no es visto como un enemigo. Aunque exigente, es dialogante. Provoca en ellos una reacción positiva, nunca la contraria, a pesar de que, llegado el momento, en ocasiones, les genere contradicción y frustración —ambas necesarias y naturales en todo aprendizaje—; o les anime a contradecirse para conocerse y aceptar el conflicto como parte de sí mismos y de su relación con el exterior. El aprendizaje no es un medio para un fin —como la sociedad y los sistemas parecen demandar—, sino un continuo vital que posibilita la evolución y maduración del individuo intelectual y emocional que camina hacia una plenitud que nunca será plena; es decir, el aprendizaje es un fin en sí mismo que se prolonga desde el inicio hasta el final de nuestros días.

<<Cuando estaba en el primer curso de la escuela primaria de Morimura Gakuen, me parecía que el colegio era una cárcel>>.1 La sensación que recuerda Akira Kurosawa se puede ver reflejada en el campus de Jardín de mujeres (Onna no sono; Keisuke Kinoshita, 1953), magistral melodrama que bebe de forma directa de la no menos espléndida Muchachas de uniforme (Mädchen in uniform; Leontine Sagan, 1931). En su película, Kinoshita muestra a las alumnas protagonistas en un centro educativo donde más que sujetos son objetos. Son prisioneras de la institución, de una educación formal que no cuenta con ellas y les roba el protagonismo que les corresponde, les roba su dignidad y la posibilidad de aprendizaje. Le impone orden, uniformidad y disciplina. Esas son las máximas educativas y allí no se consideran las necesidades de cada una, ni en grupo ni por separado. <<No quiero pensar que yo era un retrasado, pero el hecho es que era muy lento. Como no comprendía nada de lo que decía el profesor, hacía lo que me venía a la mente para entretenerme. Al final retiraron mi silla y mi pupitre del resto de los niños y me acabaron dando un trato especial [...] Yo no comprendía nada en absoluto, fuese el tema que fuese. Me sentía dolido y triste>>.2 En este punto, el pequeño Kurosawa se encuentra perdido, desorientado, necesita algo que no halla en su entorno, ni lo encuentra en la figura del maestro. <<Así que los dos primeros años de escuela primaria fueron para mí un castigo infernal. Es horrible obligar a los niños algo retrasados a ir al colegio simplemente porque una regla diga que tenga que ser así. Hay gran variedad de niños. Algunos niños de cinco años tienen la inteligencia de uno de siete, y al revés, hay algunos con siete años que no han sobrepasado mentalmente la edad de cinco. La inteligencia se desarrolla en grados diferentes. Es un error decretar que el progreso de un año va a durar un año exactamente, ni más ni menos>>.3


Imponer no es la opción educativa más adecuada, suele ser fuente de errores que, de persistir, pueden deparar el rechazo del individuo. En sus memorias, Kurosawa apunta un error y su desinterés, generado por la sensación de sentirse minusvalorado o de sentirse inferior o retrasado respecto al resto de compañeros de aula. En realidad, no se le estaba valorando como sujeto, sino como un objeto dentro del inamovible asumido por el maestro. Más adelante, el cineasta da la clave de su cambio, y habla de tomar en consideración <<las cualidades individuales>>;4 por otra parte nada nuevo dentro de la pedagogía, pero ¿cuántos conceptos teóricos desaparecen o se malogran en la práctica? <<Yo aún estaba por detrás del resto de los niños de mi edad en lo que se refiere a mi desarrollo del intelecto, y aún me avergonzaba de ello. El Sr. Tachikawa me ofreció ayuda, y por primera vez en mi vida me permitió sentir lo que se llama seguridad>>.5 Mejor mostrar opciones y potenciar confianza que insistir y exigir una sola vía, común a todos, de ahí que, al ser incapaz de seguir el patrón establecido, Kurosawa se avergonzase de estar detrás del resto. El cineasta sabe que aprender no consiste en acatar, memorizar y repetir algo que carece de sentido para quien entra en bucle, memorística escolástica; aprender implica conocer, asimilar, comprender, escoger, tiempo,... Implica exigirse un paso más que el anterior dado y evolucionar de un estado inicial al siguiente, que precederá a otro posterior..., que en ningún caso ha de ser impuesto como absoluto, pues se trata de un proceso que, si bien va quemando etapas formales, no formales e informales, no concluye ni tiene una sola línea definida, ni un periodo determinado, aunque pueda tomarse alguno como referencia. <<Al principio de la era Taisho (1912-1926), cuando empecé a ir al colegio, la palabra "profesor" era sinónimo de "persona espantosa". Fue una extraña bendición que en ese tiempo me encontrase con una educación tan innovadora y libre, con tal impulso creativo, como la impartía entonces el Sr. Tachikawa>>.6 El profesor de quien habla Kurosawa vive en el acercamiento, no en la distancia, fomenta la creatividad del niño, no la destruye y, entre ambos polos, existe respeto, incluso admiración por parte del niño hacia la figura docente, algo que, salvo hacia una profesora, no sienten ni sentirán las alumnas del film de Kinoshita, ni en el de Leontine Sagan. Ellas quieren aprender en libertad, quieren sentirse protagonistas de su educación, que no les corten las alas y les dejen volar. Tras esta experiencia en primaria, el futuro director de Rashomon (1950) tuvo la suerte de cara, al encontrarse con maestros que no le cortaron las alas, que le animaron a volar y guiaron sus primeros vuelos.

<<En mis tiempos había profesores que tomaban en consideración las cualidades individuales de cada uno, y albergaban un espíritu de libertad. En comparación con los de hoy, ahora hay demasiados esclavos "del salario" sin más. O quizá más que asalariados haya demasiados burócratas que llegan a convertirse en profesor. El tipo de educación que esta gente divulga no merece la pena. No hay nada en absoluto que merezca interés. No me extraña que los estudiantes de ahora prefieran pasar el tiempo leyendo tebeos.

En la escuela primaria tuve un profesor maravilloso, el Sr. Tachikawa. En el bachillerato el Sr. Ohara y el Sr. Iwamatsu también fueron maravillosos. Estos profesores vieron mis cualidades individuales y me animaron a desarrollarlas. He sido realmente feliz con ellos.

Más tarde, cuando me metí en el mundo del cine, tuve la suerte de encontrarme con un profesor excelente, "Yama-san" (el director Yamamoto Kajiro, 1902-1973). También recibí afectuosos ánimos del director Itami Mansaku (1900-1946), y una enseñanza excelente del súper productor Morita Nobuyoshi. Además de esa gente hay muchos directores a los que considero profesores: Shimazu Yasujiro (1897-1945), Yamanaka Sadao (1909-1938), Mizoguchi Kenji, Ozu Yasujiro y Naruse Mikio. Cuando pienso en todos ellos me gustaría alzar la voz y cantar aquella canción: "...damos gracias por la amabilidad de nuestro profesor, al que honramos y respetamos...". Pero ninguno de ellos me puede oír ahora>>.7 

El alumno que se consideró retrasado (o a quien lo consideraron como tal) y que odiaba la escuela acabó por convertirse en maestro, quizá autoritario o exigente, quizá comprensivo y dialogante, quizá nada de lo dicho o una mezcla de todo y más...


1,2,3,4,5,6,7.Akira Kurosawa: Autobiografía (o algo parecido) (traducción de Raquel Moya). Editorial Fundamentos, Madrid, 1990, 2011

1 comentario:

  1. Muy interesante. Todos nos hemos encontrado con maestros o profesores de todo tipo. Es clave que alguien despierte tus potenciales o detecte las dificultades. No todos los alumnos avanzan igual y al mismo tiempo. Pero tenemos muchas piedras también en el camino los que nos dedicamos a la docencia. No se debe concentrar toda la responsabilidad en nosotros.

    ResponderEliminar