El desencanto que sentía Charles Chaplin, como consecuencia de sus problemas personales y del mal recibimiento de sus últimas producciones, se deja notar en la que podría considerarse la película más autobiográfica y melodramática de su genial carrera artística. Candilejas (Limelight, 1952), su última película en Estados Unidos y su último éxito, es un hermoso film que une y separa a dos almas marcadas por la sensación de errar perdidas entre el rechazo que ambos sienten. Calvero (Charles Chaplin) refugia sus penas en el alcohol, mientras, Thereza (Claire Bloom) se decanta por una decisión más drástica: el suicidio. Sin embargo, la irrupción del viejo payaso en el cuarto donde agoniza la bailarina les cambia la vida. Desde ese instante, Calvero se hace cargo de Thereza. La traslada a su habitación, donde, mediante los carteles que adornan las paredes, se descubre la grandeza pasada del clown, relegado al olvido del cual ya forma parte. Tras acomodar a la joven bailarina, Calvero duerme y sueña con los números que le convirtieron en el favorito de un público que le aclama y que desaparece de la platea antes del despertar; triste evocación de un pasado glorioso y de un presente vacío. Pero la presencia de la joven le proporciona la oportunidad para sentir de nuevo, ya que en Thereza encuentra a alguien a quien ayudar, alguien en quien volcar su sensibilidad y a quien convencer de la maravilla que significa sentirse vivo; sobre todo para una persona joven como ella. No obstante, ella no quiere creer, teme a la vida. Su mente se bloquea por la negatividad que le genera el estado que la inmoviliza en la cama donde yace sin apenas ganas de vivir. Pero Calvero no se rinde ante ese rechazo, pues su máxima en la vida (la del payaso) es llenar de alegría la tristeza y, para mantener las apariencias durante la convalecencia de la joven, opta por decir que son marido y mujer, lo cual resulta chocante debido a la diferencia de edad, la misma que imposibilita que el clown pueda asumir que el amor que nace en su interior triunfe más allá de su idealización.
Podría haber sido un marco espacial cinematográfico, pero Candilejas deambula por un entorno teatral en el que Calvero sería el más grande en el pasado; pero su presente se encuentra marcado por la falta de trabajo y por su adicción al alcohol, empujado a vivir una vida solitaria que le consume hasta que la luz se hace de nuevo, gracias a la aparición de la joven a quien trata de convencer para que ame la vida y termina amándole a él. Thereza, bien sea por gratitud o bien por un sentimiento más emocional, se enamora de su protector, aunque se trata de un amor imposibilitado por un principio (el suyo) y por un final (el del clown). Después de su recuperación, Thereza se convierte en la primera bailarina de una importante compañía de ballet, pero el éxito no le aleja de su salvador, porque él es la fuerza que le impulsa a continuar, esa realidad la domina, deseando un matrimonio real que Calvero no puede asumir, a pesar de que lo desea. La tristeza y la esperanza, la juventud y la vejez se dan la mano en un film sencillamente magnífico, en el que la música aumenta la sensación de romanticismo nostálgico que domina en su metraje, un romanticismo quizá trágico, quizá esperanzador, que Charles Chaplin utilizaría para cerrar viejas heridas y reflexionar sobre la vejez y la vida, así como el pequeño paso que conduce de la gloria al olvido, cuestión esta que él experimentó al igual que Buster Keaton, a quien ofreció el papel de su compañero en la exitosa actuación final, que le permitió demostrar la grandeza de un cómico que hasta el fin de sus días sentiría la necesidad y el deseo de hacer disfrutar a un público que todavía aplaude, llora y ríe con sus películas —la máxima recompensa para un clown como Calvero, Chaplin o Keaton.
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