Cada una de las películas que componen su obra cinematográfica pone de manifiesto que Joseph L. Mankiewickz fue un director culto e inteligente, pero también de elegante ironía, liberal frente a las intolerancias. Lo dicho se descubre en El mundo de George Apley (The Late George Apley, 1947) en su manera de destapar, desde un humor dramático e irónico, la intolerancia provocada por los prejuicios y la ignorancia de quienes creen ser superiores en motivos, moral y razones, pero que no dejan de ser personas guiadas por falsas ideas que disfrazan de virtud, condenándose a una monotonía regida por comportamientos que suponen refinados y correctos. La película gira en torno a la tradición marcada por la apariencia, la misma que rige la clase social a la que pertenece George Apley (Ronald Colman), patriarca de una de las grandes familias de la alta sociedad bostoniana, y, como tal, todos parecen acatar sus órdenes, al menos así debería ser, pero sus hijos muestran una actitud opuesta a la que se descubre en el resto de la familia el día de Acción de Gracias. Como cada año, varios miembros de los Apley se reúnen alrededor de la mesa de George y Catherine (Edna Best), individuos que actúan acorde con sus ridículas costumbres elitistas, de las que su cuñado, Roger Newcombe (Percy Waram), parece reírse; y no sería de extrañar después de décadas casado con Amelia (Mildred Natwick), la más esnob, en dura pugna con Horatio (Richard Haydn), pues ambos creen en una superioridad ficticia que les eleva por encima de los demás. El mundo de George Apley no sirve para su hija Eleanor (Peggy Cummins), como demuestra su ausencia a la tradicional cena, porque ha preferido acudir a su cita con Howard (Charles Russell), el joven neoyorquino que imparte clases en la universidad de Harvard hasta que sea despedido tras una futura intervención de George. No obstante, parece que el último Apley resta importancia a la ausencia de Ellie, porque John (Richard Ney), su otro hijo, sí se encuentra presente, como también lo está Agnes (Vanessa Brown), la prima a quien han escogido como la futura señora de John Apley, sin plantearse si éste tiene otros intereses sentimentales. El enfrentamiento entre las rígidas costumbres que dominan el seno familiar y los nuevos aires provocados por la juventud y la ilusión, permite descubrir que George no sería tan diferente a sus hijos, pues a menudo parece que otra personalidad desea exteriorizarse, aquella que en el pasado se habría guiado por los impulsos vitales que ahora comprueba en sus vástagos. Sin embargo, George encierra su otro yo y se aferra a la idea de pertenecer a una clase que no permite el contacto con otros niveles sociales, como también rechaza la idea de que sus hijos vivan en otra ciudad que no sea Boston, la cuna de la clase alta, porque para los habitantes de Bacon Street trasladarse a cualquier otro lugar significaría una deshonra. Salvo por ese constante comportamiento caduco y ridículo, que ni John ni Eleanor desean acatar, la familia Apley no sería muy diferente de cualquier otra familia, pues los padres pretenden lo mejor para sus hijos, pero sin tener en cuenta los deseos de unos jóvenes a quienes se les obliga a aceptar lo estipulado por una sociedad marcada por falsas creencias. Sólo Roger, el más sensato de los adultos, parece dudar de cuanto le rodea, por eso interviene y consigue que George se libere y caiga en la cuenta de que está cometiendo el mismo error que su padre cometió con él cuando le envió a Europa, para que se olvidase de una mujer que no le convenía, pues ya habían decidido que se casaría con Catherine. Tras la conversación, George sufre una transformación que le convence de que la felicidad de sus hijos prima por encima de la rigidez social en la que ha vivido, decantándose por ayudar en lugar de entorpecer las relaciones amorosas de Ellie y de John. No obstante, cuando se reúnen con Julian H.Dole (Paul Harvey), el padre de la novia de John, George descubre a un individuo que también se deja llevar por los prejuicios de clases, hecho que le devuelve a su antiguo pensamiento, pero que también permite descubrir que la posición social de los Apley procede del contrabando y de la trata de esclavos. El afán de George Apley por guiar a sus hijos se hace más fuerte; decidido, envía a Eleanor a Europa, igual que habían hecho con él, y obliga a John a casarse con Agnes, quien se descubre como una persona opuesta a su entorno, lo que podría implicar una esperanza para su matrimonio.
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