viernes, 9 de marzo de 2012

Hatari! (1962)



Amistad, grupo, trabajo, entorno exclusivo, la figura femenina que llega, vence y se adapta, esto y más son aspectos recurrentes a lo largo de la filmografía de 
Howard Hawks, que insiste en ellos hasta el final de su carrera. Sin ser su película más redonda, Hatari! (1962) es ejemplar al respecto. Reúne las características del cine de Hawks, así como su gusto por filmar historias centradas en un grupo de hombres condicionados por el espacio donde desarrollan sus relaciones. Aislados de la sociedad, allí arriesgan sus vidas en trabajos que se alejan de lo común. Sean Mercer (John Wayne) y sus colaboradores comienzan la temporada de caza inmersos en una espectacular cacería en la que acorralan a un rinoceronte que enviste, una y otra vez, a los vehículos que lo acosan, porque su instinto de supervivencia le impulsa a intentar escapar, aunque para ello tenga que llevarse a El Indio (Bruce Cabot) por delante. El accidente, además de iniciar el relato, sirve para explicar el riesgo y las condiciones extremas a las que se ven expuestos estos individuos que deben trasladar a su amigo al hospital más cercano, a cinco horas de su lugar de trabajo, donde aguardan noticias de su evolución. La espera se eterniza y el nerviosismo aumenta, porque nada saben de su compañero, hasta que el doctor Sanderson (Eduard Franz) les confirma sus peores temores: la vida de Pequeño Lobo corre serio peligro si no encuentran sangre de su mismo grupo. Gracias al guión de Leigh Brackett se presenta en el momento preciso y en el lugar adecuado un francés que desea el empleo de El Indio; la desfachatez que muestra este muchacho choca con la preocupación de Kurt Muller (Hardy Kruger), el piloto que se culpa del estado de su compañero herido, quien pierde el control y golpea a Chips (Gérard Blain) antes de saber que se trata de la salvación de su amigo, porque por fortuna para el indio, el francés tiene su mismo grupo sanguíneo. La noticia de que el paciente saldrá de ésta implica una celebración por todo lo alto en el bar de la ciudad, una fiesta que finaliza con el regreso al campamento, y con el descubrimiento de que hay una mujer dentro de la cama de Sean. Lo que para muchos sería una suerte, para Sean Mercer se convierte en un quebradero de cabeza. La presencia de Dallas (Elsa Martinelli) amenaza su cotidianidad; desde el primer momento la rechaza, postura que, en lugar de disuadir a la fotógrafa, le convence para enamorarse de él, a pesar de que Pockets (Red Buttons) le haya informado del desengaño amoroso sufrido por Sean en el pasado, el mismo que le obliga a actuar a la defensiva. Dallas no es el único problema de faldas que surge en el campamento, puesto que la pequeña Brandy (Michèle Girardon) se ha convertido en una bella mujer, realidad que Kurt descubre cuando le sube la cremallera del vestido. La rutina a la que está acostumbrado Sean se rompe definitivamente cuando Chips se presenta para ocupar el puesto de tirador; también el joven francés sucumbe ante la belleza de Brandy, creándose una rivalidad entre Kurt y Chips, que, tras las reticencias iniciales, se convierte en una amistad a prueba de cualquier tipo de obstáculo, y confirma al recién llegado como uno más dentro de ese grupo de cazadores que ocupa su tiempo entre cacerías, partidas de cartas, animales y alguna que otra copa. Hatari! guarda aspectos comunes a otras producciones de Howard Hawks, como podría ser con Sólo los ángeles tienen alas (Only angels have wings), pero cambiando el dramatismo de aquella por el humor y el enredo que se crea entorno a la figura de esas dos mujeres que han quebrado la paz del grupo, puesto que a Kurt y a Chips les sale un nuevo competidor: Pockets, un hombre que esconde su timidez detrás de una máscara de humor que le hace ser un tipo peculiar a ojos de Brandy. Hatari! posee grandes momentos, sobre todo sus magníficas escenas de cacería, que se desarrollan por un paraje abierto que les permite sentir una sensación de libertad que deben abandonar tras completar los encargos de los zoológicos, pero antes de irse tendrán que emprender una última cacería, pero esta vez por las calles de una ciudad donde tres crías de elefante husmean en busca de su madre adoptiva, la presa que pretende escapar de Sean Mercer.


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