miércoles, 9 de octubre de 2024

Una historia de viento (1988)

En nueve décadas de vida, ¿cuántas experiencias puede sumar alguien que no ha parado de viajar por el mundo en busca de captar instantes y conflictos de la historia? ¿Y conocimientos, cuántos puede acumular en medio siglo de carrera profesional? Las respuestas varían según el individuo en quien se piense, pues si pienso en mí, que no tengo tantos decenios ni vivencias encima, no serán tantas, pero si lo hago en alguien como Joris Ivens, me respondo que “muchas y muchos”. Rodada cuando contaba con 90 años de edad, Una historia de viento (Une histoire de vent, Joris Ivens y Marceline Loridan, 1988) fue la última película de este mítico documentalista holandés, autor entre otras de Tierra de España (Spanish Earth, 1937), uno de los documentales propagandísticos más populares sobre la guerra civil española, rodado durante el conflicto y narrado por Ernest Hemingway, y The 400 million (1938), film sobre la invasión japonesa de China escrito junto Dudley Nichols, del cual asoman algunas imágenes en este historia, más que de viento, de un hombre que se recuerda niño y se sabe anciano, en ambos casos con la capacidad de soñarse. El niño, con un futuro en el que será piloto y recorrerá el mundo viviendo mil aventuras; y el anciano, con su presente y su pasado, mientras rueda un film que busca capturar el viento. El movimiento de las astas de un molino trae la imagen de ese niño que ya sabemos anciano, pues es Ivens, el niño que soñó ser un aventurero y se convirtió en un cineasta trotamundos. Tras la evocación de su niñez, Ivens se ubica en la penúltima década de un siglo que recorrió con la cámara a cuestas, pero sin olvidar aquellos molinos de su niñez en su Holanda natal. Desde entonces, se han sucedido guerras y transformaciones, han aparecido y desaparecido naciones, y quién podría precisar las vidas y las muertes que, respectivamente, se celebraron y lloraron, o las voces que sonaron desde su primer film en China hasta el que rueda en 1988...

Desde aquellos molinos de viento hasta su presente, habían pasado más ochenta años; y medio siglo separaba Una historia de viento de la primera vez que rodó en el país de la Gran Muralla. Durante esas cinco décadas de distancia, él y el mundo habían cambiado. Ivens había recorrido su vida y protagonizado su existencia, consciente de las transformaciones de las que era testigo. Intentó captar y recrear los acontecimientos con su cámara, pues comprendía perfectamente que toda película obliga a escoger un punto de vista desde el cual presentar los hechos. El cine, como medio de expresión humano, no puede ser neutro y así lo asume. Los cambios que distancian su juventud de finales de la década de 1980 han hecho de él varios hombres que son uno, ¿pero quién puede reconocerse en quien fue ayer? El aprendizaje de Ivens, así llamaré a vivir y evolucionar, le depara conocer las necesidades de su oficio, que él resume en el montaje y el punto de vista, el cual cambia con los años. Ivens habla de la imposibilidad de captar el viento, pero lo hace en la ausencia visible del “cuerpo”, sin embargo está ahí desde el principio, cuando abre el film con el movimiento de las aspas. Solo hace falta mirar y escuchar; y eso es lo que el cineasta lleva haciendo desde antes de aquel periodo que, social y políticamente, apenas podría reconocerse en el de ahora que recrea en una China también distinta. Pero los vientos del hoy continuan soplando igual que los de ayer, ajenos a las inquietudes, los amoríos, los egoísmos y las existencias humanas. Ivens conserva intacta la capacidad de soñar y lo hace en su viaje a China donde realiza este film ensayo, experimental, personal, documental y fantasía, en el que mezcla realidad y mito y los funde en el paisaje, en el viaje y en la poesía… La primera vez que Ivens filma en China, esta tiene cuatrocientos millones de habitantes. Era el año 1938 y el país asiático estaba siendo atacado por Japón. Vuelve a rodar en China en 1958, entonces la población ya asciende a seiscientos millones y la Segunda Guerra Mundial es historia. El gigante asiático siempre está presente en su obra y allí es donde la concluye, filmando una historia de vida y fantasía, pues Ivens la escoge como vía para su libertad de expresión, para, ante la proximidad de la muerte, reconocerse dentro de su propia historia. En este aspecto Una historia de viento es un film testamento, pero no busca como Wim Wenders y Nicholas Ray en Relámpago sobre el agua (Lightning over the Water, 1980) una crónica de la agonía del moribundo, sino la fantasía que resulta toda existencia humana dispuesta a soñar y a soñarse…




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