jueves, 10 de octubre de 2024

The Paper (1994)

Hay tres películas en la filmografía de Ron Howard que me gustan más que el resto por diferentes motivos. Una de ellas, Willow (1988), por el buen momento que me hizo pasar en la primera adolescencia; otra, Apolo XIII (1995), por la osadía que significó para mí el ir a verla al cine sin saber de qué iban once de las doce anteriores. Acerté, me dije entonces, al decidirme por la trece, como ya había hecho con la adaptación cinematográfica de la obra teatral The Madness of George III, de la que tampoco había asistido a los pases de sus dos primeras partes, tal vez el autor las pensase como precuelas. Pero ya se sabe, algunos carecemos de paciencia y queremos saber lo antes posible cómo acaban las sagas. Así, por impaciente, perdí interés en la serie James Bond, que parece interminable, aunque esa es otra historia, como también lo es la espléndida Momo, y me centré en el tercero de los Jorge y en la treceava misión Apolo. De la once, aunque no pude verla en su día, sabía algo de oídas. Había escuchado que fue un pequeño paso y un gran salto, aunque a mí esto me sonaba a una de los Coen ambientada en las altas finanzas. Recuerdo que pasé un buen rato con la recreación de aquel instante accidental que Howard reconstruía para el cine en su vertiente espectacular y heroica. El director de Dulce hogar… a veces (Parenthood, 1989) presumía que las mejores mentes del planeta estaban allí, en Houston, resolviendo el problema y encontrando la manera de traer de regreso a la Tierra a tres astronautas a esto (rozo pulgar e índice) de perderse en el espacio. Aquello fue noticia de primera plana, pero el día después otras ya se hacían con la portada. La tercera es The Paper (1994), por ir detrás de la noticia y, más si cabe, por el desenfado con el que Howard muestra un día de trabajo en la redacción de un periódico neoyorquino cuyo desorden choca con la pulcritud y el esnobismo del ejecutivo del prestigioso diario que le ofrece a Henry (Michael Keaton) un puesto más cómodo y mejor remunerado que su actual de jefe de la sección local en el Sun, donde el caos reina para que todo acabe funcionando.

Partiendo del guion escrito por David Koepp, que venía de escribir una de las películas que más me gustaron de aquella época, Atrapado por su pasado (Carlito’s Way, Brian de Palma, 1994), y su hermano Stephen, Howard recrea a buen ritmo las intimidades, las reuniones en el despacho de Bernie (Robert Duvall), el director, donde queda claro que el titular es lo primero, las rivalidades, la importancia del tiempo, pues lo que ahora es noticia, cinco minutos después no lo es, y las relaciones humanas, las de los principales personajes, entre quienes se cuentan Henry y Martha (Marisa Tomei), cuya sitúan laboral queda en pausa debido a su embarazo. En este punto, Howard se detiene un momento, pero no tiene tempo para más que dejarnos claro que, tras la reunión con una amiga que le cuenta su propia experiencia, Martha teme quedarse fuera de la rueda laboral mientras su pareja continúa en la brecha, viviendo, día a día, su periodismo en vena. No se trata de celos profesionales, sino de la sospecha de que su maternidad le negará el regreso. Pero The Paper abandona dicho asunto y toca la situación personal de Bernie para acabar centrándose en los entresijos de la redacción, donde, según la ética o su falta, se crea o se redacta la noticia, que, al fin y al cabo, es lo que da su razón de ser a un periódico y a los periodistas como Mac (Randy Quaid), Martha y Henry, cuyo instinto le dice que los dos jóvenes que Alicia (Glenn Close) anuncia culpables en la portada que propone son inocentes del doble homicidio por el que, inicialmente, se supone que se les arresta; aunque la verdad es otra y la necesidad de desvelarla da origen al periodismo de investigación. Informar de la verdad, no de una que pueda cambiarse mañana, si no de la que es ahora y después, debería ser la que asome en la portada y en el resto de las páginas, pues ellos, como le recuerda Mac a Alicia puede emplear titulares llamativos o escribir de esta o de aquella forma, pero siempre “la verdad”…


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