sábado, 12 de octubre de 2024

Siempre estoy sola (1964)

El guion de Harold Pinter, que adaptaba la novela de Penelope Mortiner, sirvió a Jack Clayton para dar forma a otro de sus grandes títulos, que es lo que fueron todos los suyos. A veces pienso en Clayton, en sus posibilidades, en su capacidad para narrar vacíos existenciales y vidas atrapadas (mayoritariamente femeninas e infantiles) que buscan sacudirse un orden que impide su realización, su liberación, aunque a menudo sin posibilidad de conseguirlo, y lamento que no hiciese más películas. Siete largometrajes en total, en casi tres décadas, desde Un lugar en la cumbre (Room at the Top, 1958) hasta La solitaria pasión de Judith Hearne (The Lonely Passion of Judith Hearne, 1987), pero también me digo que las que filmó prueban la genialidad y personalidad de uno de los cineastas británicos que, siendo más, menos se conoce. En general, de su obra, poco se habla, salvo si se trata de Suspense (The Innocents, 1961), película protagonizada por Deborah Kerr y que tiene bien merecido su lugar dentro del cine; y, ya más por su actor protagonista, Robert Redford, y por el autor de la novela en la que se basa, Francis Scott Fitzgerald, El gran Gatsby (The Great Gatsby, 1974), otro de los títulos de su filmografía que se recuerdan con mayor asiduidad que el resto; y sería para nota si en una charla sobre cine se llegase a Un lugar en la cumbre, su primer largo y un espléndido retrato de personajes condicionados por una sociedad conservadora, esnob, castradora…, una que sería la misma que la que atrapa a la protagonista de Siempre estoy sola (The Pumpkin Eater, 1964), cuya soledad y aislamiento no nacen de no tener a nadie, sino de la sensación de no ser nadie…

La melancólica música de Georges Delerue acompañaba los créditos que abren la película, tras los cuales Clayton desvela el vacío que rodea a su personaje principal en una sucesión de imágenes que van del rostro de Anne Bancroft, quien interpreta a Jo, detrás de la ventana, hasta regresar a ella (ya en el interior del hogar) tras recorrer el espacio vacío de vida que la cámara descubre mientras suena el teléfono que nadie contesta. Esas imágenes delatan la soledad de la protagonista, mujer, casada, madre de ocho hijos y desilusionada con su presente mientras recuerda el pasado, cuando Jake (Peter Finch) y ella iban a casarse. Entonces, el mundo se habría a la posibilidad de una felicidad soñada, pero ¿cuántas promesas se han cumplido para una mujer que se casaba por tercera vez y con siete hijos, que pronto serían ocho?

Ese instante pasado todavía delata esperanza de en su rostro. Esta enamorada y convencida ante su nueva oportunidad. Quizá soñase que con Jake sería diferente y no pensase que su problema pudiera ser otro, no nacer en ella, como puedan pensar tiempo después su marido y el psiquiatra incapaz de ver el problema porque él mismo, al igual que Jake, forman parte de él; ya que todo apunta que el desconsuelo de Jo no tiene su origen en ella, sino que es consecuencia de una situación externa que la ningunea. Su mal nace en la sociedad misma, el orden que precipita su crisis emocional, su depresión, su vacío. Dicho orden, del que Jake es un elemento ejemplar, no se contempla como origen de los males de las individualidades que despiertan y se sienten inadaptados a la normalidad establecida; en el caso de Jo, esa normalidad consiste en ser esposa y madre, pero ¿y ella? ¿Por qué siente esa soledad, rodeada de tantos niños, con una casa en el campo y con un marido que triunfa en su oficio de guionista? ¿Cuáles son sus relaciones, con los demás, con el medio y consigo misma? Se siente espectadora, tal vez por eso se presente ante nosotros mirando por la ventana, tras el cristal, que le impide un contacto directo con otra realidad que no sea su encierro, su aislamiento, su pasividad impuesta por un orden que no la contempla como sujeto protagonista. Solo cuando da a luz se siente protagonista, ¿es ese el motivo por el que tiene tantos hijos? La distancia se establece en su relación marital, con un marido a menudo ausente e infiel que un da por hecho que ella está enferma, que la depresión que padece no tiene que ver con él. Jake no contempla el ser parte del problema ni de sus mentiras; como deja claro cuando le dice <<solo deseo tu felicidad>> o cuando se niega a acudir también al psiquiatra, asumiendo que él no guarda relación con lo que le sucede a Jo, cuando a Jo le sucede que siente que no cuenta, que no tiene posibilidad de ser…




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