jueves, 6 de enero de 2022

Ultimátum (1950)


El poder de devastación exhibido por las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945 se grabaron en la memoria de la historia, pero aquellos dos impactos y sus consecuencias instantáneas, y las que siguieron a corto y medio plazo, no pausaron la investigación y el desarrollo de armas de mayor capacidad destructiva, dando pie a una carrera desenfrenada por poseer el mayor arsenal nuclear. Tras la tregua que supuso el final de la guerra, las diferentes presiones y rivalidades entre quienes habían sido aliados provocaron la inestabilidad mundial que afectó a sus contemporáneos, que, no sin motivo de alarma —lo sucedido en Japón era prueba suficiente—, temían la capacidad destructiva de la era atómica, como corrobora la existencia del Emergency Committe of Atomic Scientists presidido por Albert Einstein, que insistía en el uso no militar del poder atómico. Aparte de la unidad que presumen sus nombres, Estados Unidos, Unión Soviética —que probó con éxito su bomba en 1949—, Reino Unido —que lo hizo tres años después, en 1952— tenían en común que eran las potencias mundiales que, a principios de la década de 1950, estaban en posesión de armas nucleares, más adelante se les unirían otros países como Francia, China e India. Esta tenencia armamentística, unida a la tensión de la Guerra Fría, que, con sus momentos calientes y puntuales como la guerra de Corea (1950-1953) o la de Vietnam (1955-1975), se prolongaría durante cuatro décadas, provocó el temor popular y social que el cine refleja en diferentes producciones, siendo ¿Principio o fin? (The Beginning or the End, Norman Taurog, 1947) la primera, o una de las primeras, en introducir el interrogante atómico. El título del film plantea una disyuntiva que traslada a sus contemporáneos y, en años sucesivos, producciones de distintas nacionalidades —las de las democracias afectadas— intentaron expresar su parecer de diferentes maneras; aunque todas coincidían en su crítica hacia el mal uso del átomo, conscientes de la irreparable catástrofe que supondría el uso de las armas nucleares. Las ficciones británicas Ultimátum (Seven Days to Noon, Roy y John Boulting, 1950) y El día que la tierra se incendió (The Day that Earth Caught Fire, Val Guest, 1961), las japonesas Godzilla (Gojira, Ishiro Honda, 1954), Notas de un ser vivo (Ikimono no Kiroku, Akira Kurosawa, 1955), Dragón de la suerte número 5 (Daigo-Fukuryu-Maru, Kaneto Shindô, 1959) o las estadounidenses, Ultimátum a la Tierra (The Day that Earth Stood Still, Robert Wise, 1951), El beso mortal (Kiss Me Deadly, Robert Aldrich, 1955) —en esta se apunta el negocio; dos décadas después, Aldrich rodará Alerta Misiles (Twilight's Last Gleaming1977)— y La hora final (On the Beach, Stanley Kramer, 1959) son ejemplos de películas que no solo tratan de responder, sino que, cada una a su manera, advierten y especulan sobre el uso de armas nucleares. Si bien no dan por hecho, sí sospechan que tiene posibilidades de producirse. Esta sensación se agudizan en la década de 1960 y la recalcan Sidney Lumet y Stanley Kubrick: con apremio y contundencia el primero, en Punto límite (Fail Safe, 1964), e ironía y sátira el segundo, en Doctor Strangelove… (1964). Cada largometraje nombrado aporta su crítica, su advertencia, su mezcolanza genérica. Ironía y thriller es la apuesta de los hermanos Boulting, mientras que Kubrick parodia el militarismo y la guerra fría, Honda se decanta por la monstruosidad radioactiva o Kurosawa por el terror psicológico que produce en su protagonista la certeza del apocalipsis nuclear. Más allá de su ubicación temporal y geográfica, de ser drama, ciencia-ficción o comedia, son películas que muestran ese instante de interrogante atómico. En Ultimátum se ubica en las calles de Londres, donde refleja ese momento de tensión desde una perspectiva muy británica, lo que quiere decir que asume ironía y se distancia, disimulando su preocupación por el hecho que se expone en la pantalla. De este modo, los Boulting logran la distancia suficiente para que su discurso no influya ni perjudique a la intriga propuestas, que se inicia con la amenaza escrita que un científico envía al primer ministro, para advertirle que hará estallar una de esas bombas en el centro londinense, en caso de que abandonen el programa nuclear del que él mismo había formado parte. A partir de ese instante se inicia la caza del científico, de quien piensan que se ha vuelto loco; mientras este se oculta por Londres a la espera de una respuesta por parte de las autoridades que deciden evacuar la capital y no negociar.



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