jueves, 14 de febrero de 2019

Abril (1998)

Cineastas como Nanni Moretti no esconden que sus películas nacen de sus experiencias, gustos, fobias y reflexiones, subjetividades que se agudizan en Caro diario (1993), Abril (Aprile, 1998) y en el cortometraje Il Giorno della prima di Close-Up (1996), en las que abandona a su álter ego Michele Apicella (personaje recurrente de su filmografía previa) para interpretarse a sí mismo y asumir el protagonismo absoluto de cuanto vemos y escuchamos. En su cine, a todas luces personal e intransferible, con excepciones como La habitación del hijo (La stanza del figlio, 2001) o sus incursiones en el documental, predomina la comedia dramática, desde la cual, en los títulos nombrados, Moretti ironiza y reflexiona sobre Moretti, cineasta y persona, y sobre cómo le afecta cuanto le rodea: familia, Italia y cine. En Abril realiza una peculiar retrospectiva de un periodo inmediatamente posterior al recorrido romano y existencial propuesto en Caro diario, desde las elecciones de 1994, cuya victoria de la derecha de Silvio Berlusconi le desespera y provoca que por primera vez fume hachís, hasta 1997, cuando por fin se decide a rodar aquello que le gusta: una ficción musical sobre un pastelero experto en la elaboración de las tartas preferidas del realizador. Entremedias, en su faceta de cineasta intenta poner en marcha dicho proyecto musical, que abandona antes de filmar un solo plano, y, mientras como individuo particular aguarda temeroso y ansioso el nacimiento de su hijo, se decanta por documentar los comicios italianos de 1996. Durante este intervalo temporal, su yo cinematográfico conecta con el espectador desde la humanidad y los pensamientos que nos transmite, en definitiva, se hace familiar, cercano, falible, de carne y hueso, sobre todo por que se humaniza a sí mismo al desnudar las emociones y las sensaciones que surgen a lo largo del periodo de gestación y nacimiento de su hijo Pietro -uno de los tres ejes principales sobre los cuales gira la película, los otros dos son la situación italiana y, evidentemente, el propio Moretti- y el presente durante el cual sufre la crisis profesional que, lejos de la ensoñación fellinesca Ocho y medio (Fellini 8 1/2; Federico Fellini, 1963), le impide centrarse en su trabajo, sea filmar el documental político-social o cumplir el deseo del actor Silvio Orlando de rodar el musical sobre el pastelero a quien este debe dar vida en la pantalla. Todos los personajes que campan por Abril asumen el rol de ser ellos mismos, pero lo hacen desde la mirada de un cineasta que, más que narrar, comenta en primera persona sus impresiones sobre aspectos culturales, personales, políticos, sociales y metacinematográficos, pues todo ello forma parte de su cotidianidad, extraída de su supuesto diario y expuesta desde el aparente nerviosismo que le genera el inminente nacimiento de su primer hijo o desde su malestar por la victoria de la derecha y por la falta de actitud política y humana de la izquierda. Al igual que sucede en Caro diario, sus palabras y la acción de Abril transcurren en un presente que combina ficción y realidad, pero cuanto observamos son situaciones (las elecciones), vivencias (su paternidad) y sensaciones (su crítica u opinión sobre problemas sociales que parecen no encontrar solución) que ya han pasado, distintos momentos que Moretti nos invita a descubrir desde la subjetividad que nos habla de su cine, de su familia, de su trabajo, de su malestar político entre otras cuestiones que forman parte de la vida que el realizador italiano nos muestra con asumido desenfado creativo y su peculiar sentido del humor.

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