Durante la década de 1970 se produjo un cambio dentro del cine policial realizado en Hollywood, un género que se presentó más violento y pesimista, un tipo de cine que reflejaba el sentir de una parte de la sociedad estadounidense, la cual, tras los asesinatos de los hermanos Kennedy, la Guerra de Vietnam, el escándalo Watergate o la inflación, descubrió una realidad que trajo consigo el desengaño y la desorientación que cambió su percepción de cuanto le rodeaba. Ese mismo desencanto parece dominar a Harry Moseby (Gene Hackman), un detective privado que ha aceptado el caso que le ha pasado su amigo Nick (Kenneth Mars). Harry visita a su clienta, una mujer de mediana edad que le resulta antipática desde el primer momento, una mujer que no parece mostrar la menor preocupación por Delly (Melanie Griffith), su hija adolescente desaparecida. Parece una contradicción que Arlene Iverson (Janet Ward) haya contratado a Harry para que encuentre a Delly, sin embargo, Harry no tarda en darse cuenta del verdadero motivo: la hija es la heredera legal de la fortuna de su padre y por lo tanto la fuente de ingresos de una mujer acostumbrada al lujo. Este hecho muestra el primer desengaño, una madre que no quiere a su hija y que simplemente la necesita para mantener un nivel de vida al que se ha acostumbrado y que no pretende dejar; pero el desengaño más grande lo descubre Harry a la puerta de un cine, cuando Ellen (Susan Clark), su mujer, sale de una sala donde se proyecta una película de Eric Rohmer, director que no convence al detective, en compañía de un hombre al que besa, sin saber que su marido presencia un hecho que provoca que los últimos sostenes de Harry se derrumben, a partir de ese momento, el mundo de Harry pierde todo sentido, asumiendo que su vida no le conduce a ninguna parte. Sin embargo, como si pretendiese escapar de ese pensamiento se centra en el caso y en Marty Heller (Harris Yulin), ese amante al que visita sin previo aviso. Tras seguir varias pistas e interrogar a personas que mantuvieron contacto con Delly, tipos como Quentin (James Woods), Marv Ellman (Anthony Costello) o Joey Ziegler (Edward Binns), Harry descubre el posible paradero de la adolescente a quien todos presentan como una mujer que devora a los hombres. Este hecho carece de importancia para el detective, su misión no es cuidar de su reputación o controlar sus apetencias sexuales, sino entregarla sana y salva en el hogar materno al que ella no desea volver, cuestión que Harry no tardará en descubrir cuando llega a Florida, donde, además de conocer a Laura (Jennifer Warren) y a Tom Iverson (John Crawford), comprenderá los motivos que impulsan el comportamiento de una joven no desea regresar junto a una madre que nunca lo ha sido. La noche se mueve (Night moves) es una excepcional muestra de cine de detectives perdedores, condenados a una existencia marcada por los desengaños que se encuentran en su profesión o en su vida personal, que sufre un paulatino deterioro como consecuencia de la falta de contacto o comunicación, por eso la película de Arthur Penn indaga en la relación matrimonial de Harry y esposa, ofreciendo una parte muy importante del relato, una parte en la que se descubre ese vacío que domina a la pareja. Por otra parte, la intriga, apenas existente, está perfectamente desarrollada, al no existir prisa por mostrarla ni engaño en su presentación, pues como dice Harry (magnífica actuación de Gene Hackman): “no he resuelto nada, me cayó encima”, circunstancia que descubre tras asumir un vacío existencial que le ha llevado a la deriva.
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