El Sócrates de Platón dice en Fedón que <<nuestra ciencia no es más que reminiscencia. Si este principio es exacto, es absolutamente indispensable que hayamos aprendido en otro tiempo las cosas de que nos acordamos en este, lo que es imposible si nuestra alma no existe antes de venir bajo esta forma humana.>> Y muchos siglos después de los estoicos, convencidos de que todas las cosas han ocurrido antes y ocurrirán igual después, y así hasta perder la cuenta, Nietzsche habla del eterno retorno, pero es Phil (Bill Murray) quien, en Atrapado en el tiempo (Groundhog Day, Harold Ramis, 1993), se plantea la eterna cuestión ¿por qué no podría repetirse eternamente un día como aquel de las islas Virgenes, en el que todo había salido a pedir de boca? Se lo pregunta después de su tercer día atrapado en la misma jornada, en la pequeña y familiar localidad de Punxsutawney, Pensilvania, adonde la cadena de televisión para la que trabaja le ha enviado a cubrir el despertar de la marmota más famosa del país. “Amigo, no hay respuesta a tu pregunta”, podría contestarle el roedor en su buen despertar o, también en marmotés, “¡te aguantas, que aquí aún te quedan unas cuantas!”, si se levanta con la pata izquierda y ganas de fastidiar a base de rimas. Pero sea una u otra, o ninguna su respuesta, el resultado de todo este asunto perpetrado por Harold Ramis —también coguionista y coproductor del film—es una fantasía amable, simpática, que invita a la sonrisa mientras a Phil le obliga a sobrellevar su particular eterno retorno, su castigo por un comportamiento egoísta, y su lección de humildad y de humanitarismo, la que debe aprender si quiere que en el despertador den las seis de mañana.
Antes de regresar al bucle temporal y hablar del encuentro de los dos Phil, conviene volver atrás en el tiempo y conocer a este presentador de televisión arisco y engreído, descendiente no directo del señor Scrooge —el de Dickens y el interpretado por el propio Bill Murray en Los fantasmas atacan al jefe (Scrooge, Richard Donner, 1989). El “hombre del tiempo” tiene tendencia a sentirse superior. Lo descubrimos en el plató, disimulando su mal talante y considerando que su talento se desperdicia enviándole por cuarto año consecutivo a Punxsutawney, donde debe presenciar como la marmota, tocaya suya, decide si el invierno finalizará antes de tiempo o se prolonga otras seis semanas. Pero Phil, el humano, apoyándose en un supuesto racional, opina que si desean saber como será el invierno o cuándo finalizará no tendrían más que preguntárselo a él, que para eso es el experto.
Sus quejas, de nada le valen; no le queda otra que acudir con su equipo a realizar un reportaje relámpago que le permita salir del pueblo lo antes posible. Desde el momento en el que sube a la furgoneta se muestra sarcástico con Larry (Chris Elliott), el cámara, y Rita (Andie MacDowell), la productora; las dos personas que le aguardarán a la mañana siguiente, y a la siguiente, y a la siguiente… y en tantas otras que nunca dejan de ser el mismo despertar, en el mismo día y en el mismo lugar de siempre. Allí se reúnen, una y otra vez, los mismos expectantes ciudadanos para festejar el día de la marmota, un día que caerá constantemente sobre Phil, una jornada que le permitirá hacer casi todo lo que se proponga, porque si no existe el mañana, no existen las consecuencias de los actos realizados hoy. Cuando Phil descubre que los días se repiten sin posibilidad de cambio, comprende que está atrapado en ese pueblo y en ese día de fiesta que no soporta. A medida que asume su condición de prisionero del tiempo, también asume que se le presenta un abanico de posibilidades: la indiferencia, el suicidio, la delincuencia, el aprendizaje, el acercamiento, tanto al pueblo como a sus habitantes, pero casi siempre para su beneficio personal, por ejemplo cuando aborda a Nancy (Marita Geraghty), cuando roba en el furgón blindado o cuando intenta conquistar a Rita, de quien, claro está, se enamora.
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