viernes, 7 de octubre de 2011

El jinete pálido (1985)


Aparece cuando más se le necesita, quizá como consecuencia de la oración que reza Megan (Sydney Penny) ante la tumba de su perro acribillado en el último asalto de los hombres de LaHood. Ayuda a Hull Barrett (Michael Moriarty) cuando su carreta está a punto de ser quemada, él es quien unirá a unos mineros que empiezan a rendirse, ¿pero quién es en realidad? Un hombre con seis cicatrices de bala en su espalda, a la altura de los pulmones, heridas a las que nadie habría podido sobrevivir, sin embargo, él está allí, todos le han visto y pronto sabrán que es un predicador, pero no uno como los que han conocido. La pequeña comunidad ha recuperado parte de su autoestima gracias a la presencia de ese extraño que ha plantado cara a Josh LaHood (Christopher Penn) y al gigante que le acompañaba (Richard Kiel). Ahora todos se muestran valientes, orgullosos y decididos a no aceptar la oferta de LaHood (Richard Dysart) para que abandonen el terreno que el dueño de la zona desea para sí. El jinete pálido (Pale rider) es un western fantasmal, antecedente de lo que será Sin perdón (Unforgiven), en el que la figura del predicador siempre plantea si realmente es el milagro que ha pedido Megan o es alguien que ha llegado por casualidad, aunque las palabras del comisario Stockburn (John Russell) apuntan hacia la primera opción, puesto que él conocía a un hombre como el que le describe LaHood, pero no puede ser ya que ese tipo está muerto. Clint Eastwood consigue un equilibrio perfecto entre las escenas de acción y las escenas más intimas, en las cuales se muestran los miedos, las frustraciones y los deseos de aquellos entre quienes se ha instalado, comprobando de ese modo como madre e hija siente una atracción inevitable hacia el predicador que les proporciona seguridad o el valor no violento que se descubre en un hombre como Hull; porque el valor no se encuentra en las armas, sino en las elecciones de cada uno, algo que Hull asume cuando convence al resto de sus compañeros para que permanezcan trabajando las tierras donde han enterrado a su familiares, su hogar. Sin embargo, la desaparición, a la mañana siguiente de la votación en la que han decidido luchar, del predicador provoca que también desaparezca la confianza de unos hombres que se encuentran desvalidos tras su marcha. La llegada al pueblo de Stockburn, un comisario que se vende al mejor postor, acompañado por seis ayudantes que no dudan en apretar el gatillo, es un presagio de que la violencia no tardará en desatarse. Clint Eastwood se arriesgó y acertó de pleno al ofrecer uno de los mejores westerns de finales del siglo XX,  a pesar de que en la década de 1980 el género no atravesaba por sus mejores momentos, prácticamente no se realizaban, pero El jinete pálido posee la grandeza de mantener al espectador enfrascado en su historia y en lo que esta plantea, ya que se plantea la posibilidad de que el encuentro entre predicador y comisario ya se haya producido con anterioridad, del mismo modo que la aparición y desaparición del protagonista, similar a la de Shame en Raíces profundas, lo que vendría a corroborar la intención del cineasta de dotar a sus western de ese tono espectral que los identifica y los engrandece.

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