domingo, 24 de julio de 2011

Reservoir dogs (1991)



La irrupción de
Quentin Tarantino en el panorama cinematográfico se convirtió en un aluvión de críticas positivas y en el nacimiento artístico de uno de los directores más afamados de su generación. Diálogos repletos de palabras mal sonantes, en los que se cuentan anécdotas que pretenden ser graciosas, de opiniones musicales o cinéfilas alrededor de una mesa sirven para presentar a unos compañeros que ni se conocen ni deben hacerlo. Estos charlatanes reunidos en una típica cafetería son los señores de los colores, porque cada uno responde a una tonalidad y, al fin y al cabo, es lo único que deben saber sobre el resto de los presentes. Solo Joe (Lawrence Tierney) y su hijo Eddie "el amable" (Chris Penn) tienen nombre, y lo tienen porque ellos han planeado el golpe que les proporcionará una suculenta suma de dinero en diamantes, aunque esto es algo que se conocerá a medida que avance el metraje. Al inicio, la cámara se centra en este grupo de ocho individuos que semejan pasar el rato como si fuesen simples amigos; charlan, comentan y ríen. Pero, tras los títulos de crédito, el tono de la película se transforma y sus imágenes muestran a dos de ellos dentro de un automóvil, el señor Naranja (Tim Roth) y el señor Blanco (Harvey Keitel, su participación como actor y coproductor permitió un mayor presupuesto), mientras el primero se desangra. A partir de aquí se suministra la información de los sucesos alterando el tiempo narrativo, así se descubre que el golpe planificado a conciencia ha tenido fallos, tantos que se ha producido una masacre en la que han muerto policías, ladrones y civiles. Cuando Naranja y Blanco llegan al lugar de encuentro, no hay nadie, situación que dispara la alarma en el señor Blanco, más aún cuando poco después se presenta el señor Rosa (Steve Buscemi). El nerviosismo se hace patente en la conversación que mantienen Blanco y Rosa, en sus gestos y en sus movimientos por un cuarto que ya no creen seguro. Se encuentran acorralados, algo no marcha. El señor Rosa (a quien no le gusta su apodo) está convencido que alguien de dentro les ha delatado. A partir de ese momento la tensión crece, más aún cuando aparece en escena el señor Rubio (Michael Madsen), a quien acusan de iniciar la matanza. Este individuo acaba de salir de la cárcel, algo que el director descubre en uno de los flash-back que se irán relevando constantemente con el presente y que ofrecen la información necesaria para conocer a los protagonistas. Rubio resulta ser sádico, frío y sanguinario, no duda en matar, ni en torturar salvajemente a un policía al ritmo de música setentera. Baila, canta y mutila, y lo hace porque le divierte, no por sacar información (algo que anteriormente habían intentado sus compañeros).


Los perros acorralados de Tarantino no prometen un final feliz, sino un final lleno de violencia, una sensación que se aprecia a lo largo de la película porque no hay salida para individuos que están sometidos a una presión en la que se juegan la vida. Vista desde el presente, Reservoir dogs anuncia muchas de las constantes posteriores del cine de Tarantino, en ella se reconocen características que el director desarrollará en Pulp Fiction (1994). La escena en la que abren el maletero del señor rubio se repetirá de modo similar en su segunda película, el atropello que sufre el señor Rosa se produce casi idéntico en la siguiente producción o todos sus films poseen largos diálogos entre unos personajes como mínimo poco convencionales. Otra similitud entre sus dos primeros títulos aparece en el nombre de uno de los protagonistas, Vic Vega, nombre del personaje que devolvió a John Travolta (Vincent Vega) al estatus de estrella que había perdido años atrás. Constantes en su filmografía también lo son la sangre, la violencia o las canciones pegadizas, así como la utilización de varios personajes principales, saltos temporales y homenajes al cine que le gusta. Estas y otras similitudes entre sus diversos films son claras muestras de un universo fílmico construido a partir de las películas que el cineasta ha visto y emplea como recurso a la hora de crear una particular visión cinematográfica que destaca más por su forma que por su fondo.

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