lunes, 18 de mayo de 2020

To the Wonder (2012)

La firma cinematográfica de Terrence Malick se escribe con planos de agua, rostros, árboles, cuerpos; con movimientos de cámara que alejan y acercan; con voces interiores de personajes; con pensamientos e ideas audibles que cobran cuerpo de hombres y mujeres desorientados, expulsados de cualquier paraíso. En sustancia, a Malick parece no influirle en qué espacio o qué tiempo desarrolle el amor, su idea de amor, el abandono y las distancias, la naturaleza, la religiosidad o la conexión de dos que se hacen uno: <<el amor nos convierte en un solo ser>>, quizá durante instantes que solo serán recuerdos. Las imágenes corroboran esos amores y las voces en off de los protagonistas redundan en ello, pero lo hacen de un modo que les distancia de quienes las escuchan. Quieren ser transcendentes, pretenden hablar de vida y muerte, de tiempo, de dudas y pérdida de fe, de sensaciones e impresiones que desorientan, así como preguntas que dudo surjan de instantes no premeditados, puesto que surgen de la premeditación del propio Malick. Todas las voces llevan al cineasta, lo que provoca que ninguno de los personajes de To the Wonder (2012) posea personalidad propia, ni carnalidad más allá de la apariencia que les prestan los actores y actrices. Son abstractos, aunque posean físico; son esbozos de las ideas que Malick intenta definir o dotar de forma y así establecer conexión entre lo que representan y quien observa la representación. Frases como <<yo te busco intensamente. Mi alma tiene sed de ti. Extenuado. Serás como un arroyo que seca>> provocan que desconecte, no sin antes decir que si pretende transcendencia y poesía, en esta ocasión logra ausencia. Malick no es sutil ni natural a la hora de expresar sus ideas, de ahí que donde podría existir poética (en imágenes, sonidos, vacíos,...) exista intención de atrapar fragmentos temporales, cuerpos que, pretendiendo alma, pasean por calles, habitaciones y naturaleza donde las voces que preguntan no reciben respuestas. Forzar lo transcendente genera intrascendencia, puede que pesadez, y esta domina el estilo y el discurso de To the Wonder; ambos acaban siendo cansinos, quizá porque la pretensión de decir mucho se queda en apenas decir nada. No pongo en duda que las intenciones de To the Wonder sean sinceras, pero resulta aburrida y elitista, no porque se dirija a una élite intelectual o sensible, sino porque su propuesta solo conecta con los más entusiastas del realizador de La delgada línea roja (The Red Thin Line, 1998). Su intento de plasmar felicidad, desorientación, incomprensión, dolor, entre otras emociones ocultas que salen a relucir, se antoja agotado, sin energía, aburrido de sí mismo, dentro de sí, fuera de sí, encima de sí; estudiado hasta tal punto que le resta la humanidad que se le supone y que desea expresar. Me pregunto si esta película de Malick no luciría mejor sin las voces, permitiendo que estas las pusiera el público y no él; sobre todo en un film donde los pensamientos al convertirse en audibles se hacen redundantes, distantes y en exceso forzados por una única voz. De hecho, para probar mi curiosidad vuelvo a verla; prescindo del sonido y descubro otra película; la imagino y no necesito voces ni sonidos para comprender el amor, el fracaso, las distancias, la pérdida de la fe, felicidad, infelicidad, principio y fin, puesto que todo ello se intercambia a lo largo de las imágenes que ahora contemplo mudas, aunque quizá condicionado por lo que había visto y escuchado con anterioridad. 

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