jueves, 11 de julio de 2019

Esos tres (1936)


En su
Elogio a la locura, Erasmo insinúa que la fortuna sonríe a los locos y a los audaces, y se muestra esquiva con los sabios. Samuel Goldwyn era afortunado, pues no era ningún sabio, ni siquiera un hombre culto. Quizás por ello la fortuna le fue propicia y le concedió dinero, poder y fama, pero lo más probable sería que, aunque no destacaba por sus conocimientos culturales, Goldwyn tuviese olfato y sentido práctico para los negocios, sobre todo para el cinematográfico. En este punto no cabe la menor duda de que fue uno de los grandes magnates de Hollywood, del cual fue pionero en la década de 1910 y años después, ya asentado el sistema de estudios, fundó el que posiblemente haya sido el primer estudio cinematográfico de un solo hombre. Había creado su imperio independiente, y como emperador se creía el amor y señor de todas las películas que produjo, incluidas las rodadas por William Wyler, el cineasta estrella de The Goldwyn Company. Para corroborar su "locura" y su grandeza, el magnate no dudaba en gastar cuanto hiciera falta para rodearse de prestigio, puede que en un intento de llenar sus lagunas culturales o de buscar mayor calidad para sus producciones, y contrataba a cualquier escritor o escritora de moda que se pusiera a tiro. Así llegó a California Lillian Hellman, quien, en 1934, había obtenido un éxito descomunal con su primera obra teatral, The Children's Hour, un drama incómodo para la época, que insinuaba a través de una calumnia infantil la inexistente relación lésbica entre sus dos maestras, pero, sobre todo, la pieza denunciaba la hipocresía y la intolerante moral del momento.


Los nombres de
Goldwyn, Wyler y Hellman se unieron por primera vez en los créditos de Esos tres (These Three, 1936), la adaptación cinematográfica que, por miedo a la censura del código Hays, eliminó el suicidio, cambió el título teatral y la mentira que pone en marcha el drama escénico por la supuesta relación entre Martha (Miriam Hopkins) y Joe (Joel McCrea), el prometido de Karen (Merle Oberon); y no sería hasta un cuarto de siglo después, cuando el realizador realizaría una segunda versión, La calumnia (The Children's Hour, 1961), fiel al original literario. Más allá de su innegable calidad formal y de que los cambios introducidos en el guión -escrito por la propia autora de la obra- no alterasen en demasía lo expuesto en Broadway, Esos tres luce en la sobriedad de su puesta en escena, en su paso de la felicidad y luminosidad iniciales a la negrura que las sustituye avanzado el metraje, en las interpretaciones del elenco -destacando las de Miriam Hopkins, Bonita Granville y Marcia Mae Jones- y en su denuncia, ya no a la mentira de Mary (Bonita Granville), la niña que acusa a las dos profesoras de mantener relaciones con el mismo hombre y bajo el mismo techo -el de la escuela que dirigen y han levantado desde la nada-, sino al comportamiento de los adultos que nunca ponen en duda la calumnia y, desde esta, juzgan y condenan al trío protagonista. La mentira forma parte del ser humano desde que logra establecer conexión entre significado y significante, sin embargo la hipocresía tarda algo más, llega cuando asumimos como válida la moral establecida, aquella que habita de puertas afuera, y desde ella se condena la intimidad ajena mientras damos rienda suelta a la propia. De eso trata Esos tres, la primera gran película de Wyler, de la hipocresía y de la intolerancia de una sociedad que prefiere castigar aquello que considera inaceptable sin intentar mirar y corregir sus múltiples defectos, los cuales se observan tanto en la niña, caprichosa y manipuladora, a quien ya desde su primera aparición en la pantalla Wyler concede un carácter antipático, incluso maléfico en momentos posteriores -en su invención y en la coacción a Rosalie (Marcia Mae Jones), la compañera a quien obliga a dar veracidad a su calumnia-, como en la decencia asumida por su abuela (Alma Kruger), una decencia indecente que, en nombre de las buenas intenciones, nunca pone en duda las palabras de su nieta y, desde estas falsedades que de la boca infantil fluyen sin pausa, la dama señala, acusa, ataca y destruye la dignidad y las ilusiones del trío difamado.

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