viernes, 5 de abril de 2019

Dos hombres en la ciudad (1973)



En las novelas y películas de
José Giovanni, las dirigidas por él y las realizadas por otros cineastas a partir de sus textos, observamos que existe un universo propio fruto de experiencias personales y de las reflexiones que estas conllevaron. Se trata de un espacio crítico, humanista, nada sensiblero y certero en su análisis de los personajes, de sus relaciones y de las situaciones que viven y les rodean. Es un espacio imaginario y marginal que, basado en la realidad que el autor conoce, cobra cuerpo en las palabras de sus libros y en las imágenes de films donde habla de la delincuencia, de la búsqueda de redención y rehabilitación, del azar, de la amistad, de la muerte y de la imposibilidad que persigue a sus protagonistas. Para dar vida a los dos personajes que lucen en Dos hombres en la ciudad (Deux hommes dans la ville, 1973), el escritor y cineasta contó con sendos mitos del cine francés, dos actores que quizá representen mejor que ningún otro las épocas que se tocan en esta destacada protesta cinematográfica, abiertamente crítica con el sistema penal y judicial francés, pero también con el rechazo social que sufre el ex-presidiario tras su puesta en libertad, entre otras trabas que complican su reinserción como miembro de pleno derecho.


La figura del educador interpretado por
Jean Gabin, inspirado en aquel real que Giovanni conoció durante su estancia en prisión, y la sombra de la pena de muerte —<<hay dos guillotinas en Francia>> y <<tras esos muros, he visto una maquina de matar>>, recuerda Germaine al inicio y al final del film—, a la que estuvo sentenciado el propio director, ocupan un lugar privilegiado en la película. Durante el metraje, Giovanni, prueba de que un ex-convicto podía rehabilitarse, desarrolla y transmite su discurso contra la pena de muerte y contra las condiciones inhumanas de los presidios franceses, donde experimentó muchas de las circunstancias expuestas en sus novelas, en sus guiones y en las películas que dirigió. Estas cuestiones asoman por la pantalla para señalar y evidenciar las precariedades a las que se ven sometidos los presos en los correccionales, uno de los cuales escapa mediante el suicidio, así como aquellos que, como Gino (Alain Delon), salen después de pagar por sus delitos con la sociedad y con la justicia, pero ni la una ni la otra lo acepta como ciudadano de pleno derecho: ciudades para él prohibidas donde no podrán encontrar trabajo o el acoso al que será sometido por un sistema feroz que no esconde sus prejuicios. Giovanni no trata de convertir a su ex-preso en héroe, en sus películas no hay espacio para ese tipo de personaje, pues el realizador es consciente de su inexistencia, aunque sí humaniza al (ex)convicto en la figura del personaje interpretado por Delon, también productor del film, un personaje a quien los encargados de revisar su condena catalogan de irrecuperable. Dicha etiqueta, fruto de prejuicios no admitidos como tales, provoca que Germaine (Jean Gabin) se oponga abiertamente y acepte poner por escrito que se responsabiliza de la puesta en libertad del preso.


Gracias a su intervención, Gino vuelve a saborear el <<ser libre otra vez>> después de diez años de condena (la misma cumplida por el realizador), pero su transitar, como el de la mayoría de los antihéroes del polar, y en particular de
Giovanni, resulta oscuro, pesimista, sin apenas esperanza, pues, por dar, a Gino el destino no le da ninguna: le arrebata a su mujer (Ilaria Ochini) o pone en su camino al inspector jefe Goitreau (Michel Bouquet). Aunque hay sinceridad en su deseo de reiniciar su vida al lado de Sophie, primero, y de Lucy (Mimsy Farmer), después, de dejar atrás malas compañías y trabajos al margen de la ley, un ex-delincuente como él sufre las circunstancias del pasado que se empeña en perseguirlo en su presente, ya sea en forma de sus viejos compinches, que insisten en que vuelva a colaborar con ellos, o de ese policía que lo acosa hasta límites obsesivos. El intento de Gino se encuentra marcado por los encuentros del azar: dos vehículos que compiten a alta velocidad y provocan el accidente que se cobra la vida de Sophie, la aparición de Marcel (Victor Lanoux), su antiguo compinche de fechorías, en Montpellier o su encuentro con Goitreau, que ya no dejará de perseguirle, acosarle y empujarle a la violencia que se desata cuando lo descubre amedrentando y amenazando a Lucy. De poco le vale su decisión y su esfuerzo por rehacer su vida, ni su vínculo con la figura del educador, padre y amigo, desempeñada por el personaje de Gabin, un hombre cansado cuyas palabras <<nunca más podré ver la justicia del mismo modo>> nos corroboran su desilusión hacia el sistema para el cual ha trabajado durante años, intentando aportar esperanza y humanidad allí donde apenas existe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario