jueves, 25 de abril de 2019

Christine (1983)


<<En la vida de todo el mundo, el automóvil es una preocupación. Antes hablábamos de la sensibilidad de los corazones; ahora, de la marca de los carruajes que han comprado los seres que nos interesan. Y el mismo automóvil es un ser vivo, con tanto influjo en nuestra vida como una novia o un camarada. Hay automóviles cuya historia es más interesante que la de un hombre. Algunos amigos que os aburren hablándoos de su vulgar existencia, os distraerán si os refieren las excentricidades de su coche.>>

Wenceslao Fernández Flórez; del prólogo de El hombre que se compró un automóvil (1938)


Bajo su capa de pintura de cine de terror fantástico para público adolescente y de adaptación de una novela de Stephen King, Christine (1983) encaja dentro de las películas que John Carpenter dedica a los límites que separan la cordura y la locura, en este caso concreto desdibujados por un amor voraz, obsesivo, posesivo y celoso de su supervivencia. Desde su nacimiento, Christine se diferencia de sus hermanas o hermanos por su color rojo metálico y por su necesidad de morder la mano de uno de los operarios de la fábrica de automóviles donde se produce su alumbramiento, y poco después la muerte por asfixia de otro de los trabajadores. Ella no es un vehículo cualquiera, es un Plymouth que nace en 1958 con consciencia de ser; de ser una maquina fatal y letal, caprichosa, dominante y exenta de cualquier condicionante moral. A simple vista, la historia planteada por King en su novela y por Carpenter en su película puede parecer una tontería, o eso creyó su guionista antes de cambiar de opinión y decidirse a escribir el guión que el responsable de En la boca del miedo (In the Mouth of Madness, 1995) filmó cual romance obsesivo en el que el personaje humano se somete al dominio de la máquina, aunque puede que la rodase sin convicción y, ciertamente, sin llegar a generar una atmósfera tan inquietante y estimulante como las que envuelven La niebla (The Fog, 1980) o La cosa (The Thing, 1982).


La primera secuencia de Christine nos muestra una máquina inteligente, despiadada y despojada de normas morales que la obliguen a distinguir los conceptos establecidos como correctos e incorrectos. Eso no es para ella, como comprobamos en 1978, año en el que se produce el flechazo que le une a Arnie (Keith Gordon), el adolescente marginal que encuentra en ella un motivo, quizá una vía de escape, para liberarse de su represión y de la sumisión en la que ha vivido hasta entonces, un sometimiento a la familia y al entorno escolar que sustituye por entregarse al automóvil, indispensable y prioritario en el día a día del muchacho. Arnie es opuesto a Dennis (John Stockwell), su único amigo y héroe típico que no desentonaría en otras producciones adolescentes. Es un triunfador de instituto, y en el centro es admirado y respetado como deportista, también como cuerpo por alguna de sus compañeras, pero, además, resulta ser un amigo honesto y leal que siempre da la cara por el protagonista. Precisamente por todo esto, por su perfección, es un personaje que no interesa a Carpenter más que lo justo, pues el interés del cineasta se decanta por exponer la destructiva relación que se establece entre el automóvil y su dueño, quizá mejor decir, su pareja humana, que la mima y complace sus caprichos al tiempo que la antepone a cualquier otro aspecto afectivo o material de su vida. La relación entre la máquina y el joven pasa de la simple atracción a la pasión, y de esta, a la obsesiva necesidad de estar siempre juntos que trasforma la personalidad de Arnie en el estado febril que se lee en su rostro, se escucha en sus palabras y se observa en su comportamiento, tanto en casa, donde se rebela y libera de la autoridad parental, como en su romance juvenil con Leith (Alexandra Paul), quizá la chica más deseada de la escuela, el entorno y hábitat adolescente natural e, inicialmente, un espacio donde se descubre al protagonista humano marginado y, posterior a su contacto con Christine, asumiendo su nueva identidad de hombre-máquina; en ciertos aspectos igual de desequilibrada que la anterior, pero más esclava, peligrosa y deshumanizada.

2 comentarios:

  1. Pues yo no he seguido a Carpenter, como no veo Terror, por motivos personales.Pero siempre he sentido mucha curiosidad por esta peli y toda su iconografía pop muy apreciada en deterninados grupos punkrockeros...Cualquier día la veo.👌👌

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    1. Soy poco aficionado al cine de terror y mucho al cine de Carpenter. He visto todas sus películas y, aunque en apariencia su cine se encuadre dentro del fantástico, el terror y la ciencia-ficción, lo veo más como un director de western y como un rebelde similar a sus personajes. Personalmente, esta no es de las que más me gustan de las suyas, pero esto no resta a la simpatía que me despiertan muchas de sus películas 😉

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