viernes, 20 de abril de 2018

Yoshishige Yoshida. Reflejos en el espejo




La década de 1960 trajo consigo nuevos gustos en el público japonés, nuevas preocupaciones político-sociales, la amenaza de la televisión, influencias de otras cinematografías y la necesidad de la industria del cine de llenar las salas que empezaban a vaciarse. Todo ello precipitó la crisis de los tradicionales estudios cinematográficos que, en un intento de buscar soluciones, apuraron el debut de directores noveles a quienes (sin criterio y sin prestar atención a sus múltiples diferencias) se agrupó en la llamada "nueva ola japonesa". Lo único que tenían en común era su juventud, su formación intelectual y su pretensión de modernizar el cine, aunque sin la ruptura extrema que pueda parecer, pues las herencias recogidas de los veteranos sentaron las bases para esa oleada de cineastas que debutaron en la dirección hacia 1960. Los nuevos aires cinematográficos coincidieron con la paulatina despedida de aquellos grandes realizadores procedentes del cine mudo, Teinosuke 
Kinugasa, Kenji Mizoguchi, Mikio Naruse o Yasujiro Ozu, y con el reinado de los no menos grandes que, habiendo nacido en el decenio de 1910, debutaron durante la década de 1940 e inicios de la siguiente, Akira Kurosawa, Keisuke Kinoshita, Kon IchikawaMasaki Masayaki o Kaneto Shindô, que en ese momento ya eran considerados maestros. La tercera generación de grandes realizadores japoneses pretendía romper con el clasicismo y con el acomodamiento del cine japonés, <<sobre todo el de los estudios grandes, era predominantemente industrial, comercial, un cine contra el que peleábamos violentamente>>, recordaba Yoshishige (Kijû) YoshidaLos estilos cinematográficos de los Masahiro ShinodaNagisa Ôshima, Yasuzô Masumura, Kijû Yoshida o Shoei Imamura e Hiroshi Teshigahara difieren aunque en algunos casos presenten influencias similares, tanto autóctonas como de otras culturas, caso de Yoshida, graduado en literatura francesa en la Universidad de Tokio, influenciado por el existencialismo sartreano y estudioso del cine realizado tanto dentro como fuera de las islas. Kijû Yoshida, uno de los cineastas más personales que ha dado el cine japonés, alcanzó el reconocimiento popular internacional con Eros y masacre (Erosu purasu Gyokasatsu, 1969), aunque la trayectoria de este librepensador cinematográfico que rompió las reglas del cine para reconstruirlo desde las múltiples miradas de su cámara comenzó años atrás, cuando, tras su paso por la Universidad de Tokio, entró a trabajar en Shochiku en 1955. Allí emprendió su breve aprendizaje como ayudante de Kinoshita y Ozu, probablemente el cineasta japonés que más admiraba y sobre quien escribiría el ensayo titulado El anti-cine de Yasujiro Ozu. Lo normal, hubiera sido que su ascenso a director se retardara, pero la crisis de la industria forzó su debut un año después del de Ôshima, otro de los nombres fundamentales del nuevo cine, con quien poco tenía en común. De tal manera, a los veintisiete años, realizó El inútil (Rokudenashi, 1960) y durante parte de la década continuó trabajando en Shochuki, pero, tras la manipulación sufrida en el montaje de Escape from Japan (Nihon dasshutsu, 1964), puso punto y final a su etapa en el estudio. Como otros compañeros de generación, Yoshida buscó su independencia creativa y al lado de Mariko Okada, su musa cinematográfica y su mujer en la vida real, creó su propia productora e inició el segundo periodo de su obra. Un tercer periodo comprende Eros y masacre, Purgatorio heroico (Rengoku eroica, 1970), Confesiones entre actrices (Kokuhakuteki joyûron, 1971) y Golpe de estado (Kaisenrei, 1973) -<<mi película más cercana a la perfección, en el sentido de que no sobra nada>>-, tras la cual asumió su retiro del cine, trece años que dedicó a recuperarse de su tumor estomacal, a la realización de una serie de documentales sobre arte para la televisión japonesa y a la preparación de un proyecto (Pálida luz en las colinas) en México que nunca materializó. En 1986 regresó a la dirección con La promesa (Nigen no yakusoku, 1986), que abría el último tramo de su carrera tras las cámaras, y volvió a contar con el protagonismo de Okada en Mujeres en el espejo (Kagami no onnatachi, 2001). Teórico cinematográfico, Yoshida escribió críticas cinematográficas y ensayos sobre el cine, también abordó en sus escritos ideas sobre películas de AntonioniBuñuel u Ozu. Sin duda se trata de un realizador complejo, independiente, filosófico y muy personal que teoriza y persigue el cine en estado puro, para él un cine de espejos, miradas y reflejos que comunica la subjetividad del Yo (el realizador) y de los Otros (público, intérpretes y el propio cineasta). <<Suelo decir que soy yo mismo al mismo tiempo que soy "el otro" de mi mismo, un desconocido>> y este enfrentamiento o relación íntima precipitó su ruptura respecto a la narrativa convencional en su llamado por algunos anti-cine, un cine poco conocido en el extranjero salvo en festivales o en Francia, país donde su filmografía alcanzó mayor reconocimiento.


Filmografía

El inútil (Rokudenashi, 1960)
La sangre seca (Chi wa kawaiteru, 1960)
Amargo final de una noche dulce (Amai yoru no hate, 1961)
Primavera en Akitsu (Akitsu onsen, 1962)
18 delincuentes (Arashi o yobu juhachi-nin, 1963)
Escape from Japan (Nihon dasshutsu, 1964)
A Story Written with Water (Mizu de kakareta monogatari, 1965)
La mujer del lago (Onna no Mizûmi, 1966)
Jôen (1967)
La llama y la mujer (Honô to onna, 1967)
Affair in the Snow (Juhyo no yoromeki, 1968)
Adiós, resplandor del verano (Saraba natsu no hikari, 1968)
Eros y masacre (Erosu purasu Gyokasatsu, 1969)
Purgatorio heroico (Rengoku eroica, 1970)
Confesiones entre actrices (Kokuhakuteki joyûron, 1971)
Golpe de estado (Kaisenrei, 1973)
La promesa (Nigen no yakusoku, 1986)
Cumbres borrascosas (Arashi ga oka, 1988)
Lumière y compañía (Lumière et compagnie, 1995)
Sueños de cine, sueños de Tokio (Rèves de cinema, rèves de Tokyo, 1997)
Mujeres en el espejo (Kagami no onnatachi, 2001)
Bem-Vindo a Sao Paolo (2004)

(Entre comillas extraído de Kiyû Yoshida. El cine como destrucción)

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