viernes, 13 de septiembre de 2013

El precio del poder (1983)


Tres de las películas más conocidas de Brian De Palma se inscriben dentro del cine de gánsteres, pero cada una de ellas presenta la figura del enemigo público desde perspectivas distintas. En El precio del poder (Scarface, 1983) se observa la ascensión y caída de un delincuente obsesionado con la idea de poder. Los intocables (The Untouchables, 1987) descubre al hampón sobre un pedestal desde el que entorpece las labores policiales que llevan a cabo Eliot Ness y su incansable equipo de colaboradores. Y la excelente narración en primera persona de Atrapado por su pasado (Carlito's Way, 1993) muestra a Carlito Brigante como un delincuente desilusionado que quiere dejar atrás la vida delictiva que solo le ha proporcionado decepción y pérdida. Carlito es la antítesis de Tony Montana (ambos personajes interpretados por Al Pacino), ya que pretende abandonar el universo de violencia en el que es reconocido como una leyenda, pero por el que ha tenido que pagar el precio que ha creado el vacío existencial que pretende llenar lejos de él. Por contra, Montana desea acceder a los bajos fondos para alcanzar la cima que le proporcione las comodidades que anhela, sin ser consciente de que eso implica su destrucción. Aunque ambas personalidades semejan opuestas, también podría tratarse de la evolución de la misma persona a lo largo del tiempo, ya que la imagen de Carlito representa la maduración ante la decepción creada por un entorno que rompe cualquier esperanza; dicho conocimiento aún no existe (ni existirá) en el joven Montana, incapaz de comprender que el medio le domina, y no al contrario, porque su cegadora ambición todavía no ha sufrido el deterioro que sí se produciría de alcanzar la madurez del primero. En este último aspecto, el de la ambición como motor de acción, el film de Brian De Palma se aproxima al Scarface de Howard Haws, sin embargo, el guión escrito por Oliver Stone se desarrolla en un periodo distante al de la ley seca, en los albores de los años ochenta, cuando se descubre al Cara Cortada de Brian De Palma recién llegado a Florida, en una época en la que miles de exiliados cubanos arriban a suelo estadounidense escapando del régimen castrista. Entre estos refugiados se encuentra Tony Montana, obsesionado con el sueño americano, que para él se encuentra en el dinero que le proporcionaría poder, lujo y mujeres como Elvira (Michelle Pfeiffer). En la Florida de "Scarface" la corrupción y las drogas semejan tan corrientes como el sol que brilla sobre sus playas y calles; dicha corrupción sería lo primero que descubren Tony y su amigo Manny (Steven Bauer) cuando se les permite la entrada definitiva en su país de los sueños, como recompensa por el asesinato (por encargo) de un antiguo colaborador castrista. A pesar de las intenciones de Montana, sus inicios al lado de Manny se descubren en un local donde trabajan de friegaplatos, y donde Tony muestra su impaciencia, del mismo modo que había evidenciado un carácter indómito cuando le interrogaron en la aduana. Tony no se anda con rodeos, ha llegado a los Estados Unidos para vivir su sueño, aunque sabe que para hacerlo real necesita dinero, siempre dinero, la primera y única fuente que le proporcionaría aquéllo que anhela. Su contacto con Frank Lopez (Robert Loggia) le permite escalar un primer peldaño hacia esa cima en la que se lee "The World Is Yours", la misma meta obsesiva que guiaba al gángster interpretado por Paul Muni en el film de Howard Hawks. Inevitablemente la historia de "Scarface" se repite, ya que Tony no es un ganador, sino un perdedor que solo tiene sus pelotas y su palabra, insuficiente para un mundo dominado por la violencia y la delincuencia de la que forma parte activa. Pero Montana también es humano, y como tal posee sentimientos y emociones con las que no sabe o no puede enfrentarse, y que se evidencian en su relación con Elvira o, de manera más clara, cuando se encuentra cara a cara con su madre (Miriam Colon), que le rechaza, y con su hermana Gina (Mary Elizabeth Mastrantonio), a quien idolatra hasta el extremo de que no puede soportar la idea de que se divierta (pervierta) con hombres o se deje ver por los lugares que él habitúa (quizá porque, entre otras cuestiones, en su interior comprende que su reino no es de oro sino de sangre, corrupción y desechos). Para un tipo como Tony, los medios no importan, pues a lo único que concede importancia es al fin que persigue y que marca su comportamiento, sin embargo esa misma meta es la que le engulle y propicia su inevitable caída.

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