El robo de la espada celestial del famoso paladín Li Mu Bai (Chow Yun Fat) carece de entidad narrativa; sólo sería la excusa argumental que Ang Lee utilizó para llevar a cabo su verdadero propósito: mostrar una historia de seres atormentados que buscan enderezar sus vidas. Cuando Li Mu Bai descubre los hechos relacionados con su espada, no valora que haya sido robada, porque su intención, al regalársela al duque Te (Lung Sihung), sería enterrar al tigre y al dragón que habitan en él (la violencia y la lucha); lo que realmente importa a ese espadachín sería comenzar una existencia al lado de Yu Shu Lien (Michelle Yeoh); sin embargo, la irrupción de Jen (Zhang Ziyi) y de su mentora, zorra de jade (Cheng Pei Pei), la asesina del maestro de Mu Bai, dan al traste con sus deseos. El paladín ha descubierto que la felicidad no se encuentra en la perfección que le proporcionaría alcanzar el Tao, sino en la mujer a la que, sin confesárselo, ha amado durante tantos años perdidos entre luchas que no desea y la soledad que les separa. La misma sensación se muestra en Yu Shu Lien cuando se encuentra con Mu Bai; en su rostro se refleja el amor que siente, pero también su resignación, al comprender que se trata de un sentimiento que no puede consumarse debido a una promesa del pasado (la muerte del prometido de Lien y amigo de Mu Bai). Los personajes principales de Tigre y Dragón (Wo hu cang long) sienten que cuanto les importa se escapa sin saber cómo remediarlo, cuestión que ataca de manera más visible a Jen, cuya juventud e inexperiencia le obligan a evadirse de la realidad, utilizando su fantasiosa imaginación. Jen no piensa en las posibles consecuencias de sus actos, que se inician cuando se cuela en la mansión de duque Te, donde roba la espada que Li Mu Bai ha regalado al noble. Esa misma espada se convierte en la mente de Jen en el símbolo de la aventura que anhela, la que le permitiría encontrar la libertad de elección que nunca ha tenido; no en vano, su enlace con un hombre a quien no ama (elegido por sus padres) está a punto de celebrarse. Li Mu Bai descubre en Jen a una joven que necesita encontrar el equilibrio que calme las inquietudes que la atormentan, y que esconde tras un muro defensivo que la convierte en una niña caprichosa, desagradecida e, incluso, peligrosa (tanto para ella como para los demás). Se podría afirmar que Tigre y Dragón (Wo hu cang long) es una tragedia romántica, cuestión que se reafirma cuando Lo (Chang Chen), bandido conocido como Nube Inmensa, se presenta en la casa de Jen; su reencuentro les permite recordar el instante en el que se conocieron, así como el tiempo que pasaron juntos (el único momento de felicidad real para ella). El flashback (que también sirve para dividir el presente en dos partes) muestra como surgió el amor y como éste proporcionó a Jen la sensación de vivir una vida que le llena y calma, pero amenazada por un destino que debe asumir sin poder elegir, salvo en una única elección: quedarse o abandonar a Lo por el bien de éste. Finalizado el flashback se inicia una segunda parte, en la cual Li Mu Bai y Lien emprenden la búsqueda de Jen (para ayudarle), acercándose más que nunca a esa intimidad que las circunstancias, y sus propias personalidades, no les han permitido; por un breve periodo rozan la ilusión que confirmaría ese amor que expresan desde el silencio locuaz y las miradas que desvelan sus emociones contendidas. En medio de la imposibilidad que se narra se desarrollan excelentes escenas de acción, perfectamente coreografiadas por Yuen Wo Ping (el mismo que dirigió las novedosas escenas de lucha de Matrix), destacando los enfrentamientos entre Yu Shu Lien y Jen, los cuales cobran mayor fuerza gracias a la partitura que los acompaña; esas peleas sirven de adorno a la historia intimista que se pretende contar y que refleja la interioridad de unos personajes que ansían una oportunidad para poder ser felices.
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