lunes, 16 de abril de 2012

Tras la pista de los asesinos (1956)




Fundamental en la modernización del western, Budd Boetticher realizó un ciclo de películas de bajo coste en las que contó con el protagonismo de Randolph Scott. En ellas, el actor encarnó a un individuo maduro, solitario, escéptico, perseguido por un pasado que condiciona su manera de entender el presente. El primer film del ciclo Ranown —la mayoría producidos por Harry Joe Brown y escritos por Burt Kennedy— muestra a un hombre atormentado que guarda para sí el desencanto que le imposibilita exteriorizar sus emociones, descubriendo que se trata de un ser perdido, que deambula por espacios abiertos y desolados en busca de ese asunto pendiente que pretende zanjar. Como consecuencia, Tras la pista de los asesinos (Seven Men from Now, 1956) es un western de itinerario en el que Boetticher narra, en poco tiempo y con pocas palabras, las sensaciones, emociones e interioridades de sus personajes, logrando un film conciso, fluido, en apariencia sencillo, que no esconde el pesimismo que domina a su protagonista.


Stride (
Randolph Scott) no duda en matar a los dos desconocidos a quienes sorprende mientras descansan al lado de una pequeña hoguera; sus palabras dicen poco acerca de los motivos que le han impulsado a semejante acción, pero permiten descubrir unas intenciones que vendrían marcadas por la obsesiva idea de matar a siete hombres. No obstante, se aparta de su meta cuando se encuentra con un joven matrimonio que observa en apuros; John Greer (Walter Reed) y Annie Greer (Gail Russell) desconocen el territorio inhóspito y salvaje por el que transitan, donde un grupo de indios se ha levantado en armas, sin embargo, esa no sería la amenaza más peligrosa. La relación entre los Greer y Stride sirve para mostrar a un hombre que guarda valores morales y un pasado del que le cuesta hablar, pero que se desvela cuando se presenta la verdadera amenaza: Bill Masters (Lee Marvin). Aunque no se muestre de manera explícita, se palpa la atracción que Stride despierta en Annie Greer, y viceversa, cuestión que empuja a la señora Greer a acercarse al extraño solitario que se autoinculpa del asesinato de su esposa. El sentimiento de culpa que domina al ex-sheriff le convierte en un individuo sin posibilidad de un nuevo comienzo, y le obliga a aferrarse a la creencia de que sólo la consumación de su venganza le reportaría la tranquilidad (o el perdón) que no encuentra desde la trágica muerte de su esposa. Stride no es el único que tiene una meta que marca su comportamiento, también Masters se deja guiar por aquello que persigue: los veinte mil dólares en oro que se llevaron los forajidos que asaltaron la oficina donde trabajaba la mujer de Stride. La amenaza que significa Bill Masters se evidencia en sus alusiones a un posible enfrentamiento con Stride (no olvida que este le encarceló en varias ocasiones) o en sus comentarios hacia la señora Greer. Sus palabras y su comportamiento muestran una personalidad que choca con la de Stride, a quien acompaña con el fin de alcanzar su objetivo, pero con quien no guarda afinidad alguna, confirmándose que tarde o temprano se producirá el desenlace que se advierte desde su aparición.

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