viernes, 27 de abril de 2012

La horda (1928)


La prohibición de venta y consumo de alcohol continuaba vigente en Estados Unidos cuando el magnate
Howard Hughes produjo un excelente film dirigido por Lewis Milestone, una de las primeras películas que mostraba, sin tapujos, la corrupción política y el poder de la prensa, siempre presente y siempre buscando una noticia más sensacionalista que de denuncia. El auge de criminales que se aprovechan de la ley seca para enriquecerse es una realidad que se confirma en Nick Scarsi (Louis Wolheim), él ostenta el poder, basado en la violencia, el terror y el dinero con el que controla a políticos y a jueces, que se lucran y consienten que controle una ciudad insegura y sombría. La horda (The Racket), film pionero del subgénero gansteril, descubre el mundo del hampa a través de la lucha de un policía que intenta acabar con la corrupción y el crimen organizado que dominan su entorno. El capitán McQuigg (Thomas Meighan) se encuentra atado de pies y manos como se observa cada vez que actúa contra Scarsi, sus intentos por atraparle son entorpecidos por las órdenes judiciales con las que se presenta el abogado del gángster, cuando se encierra a alguno de sus secuaces. El poder del delincuente, en lugar de disminuir como pretende McQuigg, aumenta cuando elimina a Spike (Henry Sedley), su rival, crimen del que sale impune gracias a la intervención de esa corrupción siempre presente. Su influencia alcanza hasta las altas esferas del gobierno local, logrando que trasladen a McQuigg a una pequeña comisaría desde la que no le puede molestar, hecho que frustra al oficial, porque le impide alcanzar su objetivo de limpiar las calles. Sin embargo, el destino no se ha olvidado de él, ofreciendo a McGigg la oportunidad de descubrir que entre los últimos arrestos se encuentra Joe Scarsi (George Stone), el hermano pequeño de Nick. Dicha casualidad le posibilita al capitán su ocasión para acabar con un oponente que mueve ficha y envía a su abogado para sacar a Joe de la cárcel; sin embargo, Joe no piensa en Helen (Marie Prevost), la chica que le acompañaba, como el testigo presencial del atropello del que se le acusa. McGigg pretende aprovechar esa circunstancia; sin embargo, el propio hampón se presenta en la comisaria e intenta sobornar al policía (Pat Collins) que detuvo a su hermano, pero el rechazo de éste le obliga a disparar a quemarropa, sin que pueda cumplir su objetivo de localizar a Helen. Para mostrar su visión del mundo del hampa que domina la ciudad, Lewis Milestone utilizó un estilo visual realista, así nos sitúa en un lugar donde nada ocurre sin que Scarsi lo diga, pues ha comprado los servicios de los cargos públicos más importantes, cuestión que le confiere esa seguridad que siempre muestra, sin miedo al capitán que pretende eliminar, ya que nadie hará nada para evitarlo. La constancia de McQuigg es digna de elogio, no acepta sobornos y no teme a ese hombre que siempre se le escapa, aunque en determinadas ocasiones roza la ilegalidad para alcanzar sus fines (posiblemente porque es la única opción que encuentra para atrapar al criminal); incluso intenta aprovechar la eterna presencia de la prensa en la comisaría para lanzar un mensaje a su rival, con la intención de provocar una reacción que le permita acabar con él.

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