martes, 20 de junio de 2023

Mi mujer favorita (1940)


Al Hollywood silente y al dorado, añadamos también el actual, nunca le preocupó la realidad porque era consciente de que el cine no es la realidad y que la gente que llenaba las salas, en su mayoría, buscaba evadirse de ella. Hoy ya no hace falta ir al cine para lograrlo, pero, hacia la década de 1940, con la Gran Depresión a la espalda y la guerra en el horizonte, entrar en el cine significaba dejar la realidad en la puerta y encontrarse la fantasía en la pantalla. Era y es así de simple (dentro de su complejidad), y a partir de esa certeza, los magnates hollywoodienses edificaron su mundo espectáculo y su poderosa industria económica. Lo dicho no descarta que hubiese verdad en algunas de sus películas, incluso se puede encontrar en las más fantasiosas o en sus comedias alocadas, pero eso ya sería cuestión de cada historia, de cada película, de cada director y de sus guionistas. Más raro que encontrar sueños y verdades, en aquel momento, era que guionista y director fuesen la misma persona, al menos hasta que Preston Sturges escribió y dirigió El gran McGinty (The Great McGinty, 1940). Otro guionista-director, Gerson Kanin empezó dirigiendo guiones escritos por otros. Hoy, quizá sea más conocido porque otros dirigieron sus guiones; también resulta curioso que su film más conocido como director, Mi mujer favorita (My Favourite Wife, 1940), no parta de un guion propio, cuando varias de las grandes comedias estadounidenses clásicas nacen de uno suyo, en solitario o en colaboración de Ruth Gordon —eran pareja profesional y también matrimonial—, como sería el caso de La costilla de Adán (Adam’s Rif, George Cukor, 1948) o Nacida ayer (Born Yesterday, George Cukor, 1950). Y en buena medida es uno de sus films más populares por el estado de gracia de Cary Grant, en uno de sus mejores roles cómicos, que ya iban siendo unos cuantos: La pícara puritana (The Awful Truth, Leo McCarey, 1937), Vivir para gozar (Holyday, George Cukor, 1938), La fiera de mi niña (Bringing Up Baby, Howard Hawks, 1938) o Luna nueva (His Girl Friday, Howard Hawks, 1940)...


En Mi mujer favorita, el actor inglés vuelve a compartir protagonismo con Irene Dunne, quien, junto a Katharine Hepburn, fue su mejor pareja artística de la época y en la screwball comedy. La química o la complicidad entre ambos es evidente y su buena sintonía en la pantalla eleva el enredo y la evasión de una comedia que plantea una situación de bigamia similar a la expuesta por Wesley Ruggles en Demasiados maridos (Too Many Husbands, 1940), aunque la de Kanin resulta menos osada. Mi mujer favorita, cuyo guion lo firman Bella y Samuel Spewack —en el desarrollo de la historia también participó Leo McCarey, que asumió la labor de productor—, sería una variante de la obra teatral de W. Sommerset Maugham, adaptada por Ruggles a partir del guion de Charles Binyon. Aquí es la mujer quien regresa a la vida y el hombre, Nick, quien se descubre entre Ellen (Irene Dunne), a quien, al inicio del film, declaran legalmente muerta, y Bianca (Gail Patrick), su actual pareja, con quien se casa el mismo día que reaparece la “fallecida”. De ese modo el enredo está servido y más se lía con la aparición de Steve (Randolph Scott), el compañero de naufragio de Ellen durante los siete años que ambos compartieron la isla desierta donde ella le llamaba Adán y él, a ella, Eva. Con esa nueva presencia no solo asoman los celos en Nick, sino también la idea de posesión y la inseguridad que le genera descubrir que Adán no es el hombre que Ellen le describe. Pero los mejores momentos, al menos los que alcanzan mayor hilaridad, son los que Kanin desarrolla en el hotel donde se precipita el reencuentro y en el tribunal presidido por el juez interpretando por Granville Bates…



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