miércoles, 6 de julio de 2011

Blade Runner (1982)


Alejándose de lo expuesto por Philip K. Dick en Sueñan los androides con ovejas mecánicasRidley Scott (y los guionistas David Webb Peoples y Hampton Fancher) recrea su ciudad de Los Ángeles, en 2019, con un ojo puesto en Metrópolis (1927), para evolucionar la concepción estética de la ciencia ficción cinematográfica, siguiendo el camino iniciado por Fritz Lang cuando contempló Manhattan desde el barco y se gestó la idea conceptual primigenia de su mítica película futurista. En ambas destacan sus escenografías para el recuerdo, gracias a sus ambientaciones y a las sensaciones que transmiten; en el film de Scott destaca la armonía alcanzada por la partitura de Vangelis, la iluminación de Jordan Cronenweth, la decoración de Syd Mead, la dirección artística de David Syder y los efectos visuales que corrieron a cargo de Douglas Trumbull, el artífice de esa otra joya del género titulada Naves misteriosas (Silent Running, 1972). La oscuridad reina en esa ciudad futurista, también en los protagonistas, cuyas tinieblas omnipresentes reflejan existencias encadenadas y condicionadas por un presenta-futuro incierto en el que las dudas, el pesimismo, la publicidad, el aislamiento y la muerte dominan sobre la luz, que se niega a aparecer, porque no es la atmósfera adecuada para el mundo desesperanzado y esclavo por el que transita el blade runner protagonista y los replicantes antagonistas, o viceversa…

Los Ángeles, noviembre de 2019, uno se pregunta qué son los replicantes y quiénes son los blade runner. Pero, sobre todo, ¿quién es Deckard? Según sus propias palabras, <<un ex-blade runner, un ex-policía, un ex-asesino>>. Sin embargo, los tres “ex” que Deckard (Harrison Ford) emplea para definirse —y denotar su cansancio existencial— desaparecen cuando se ve obligado a regresar al servicio activo con la misión de retirar, eufemismo que emplean para evitar expresar que se trata de asesinar, a cuatro sintéticos que, prácticamente imposibles de distinguir de los humanos, han regresado al planeta donde nacieron. En ese instante, en el que se ve obligado a volver, Deckard se iguala a esos seres creados a imagen física, mental y emocional del ser humano, pero creados para ser siervos sin voz, condenados a obedecer y satisfacer a sus creadores. En este aspecto, como en tantos otros, apenas hay diferencia entre el cazador-investigador y sus presas, pues él mismo es un gólem del sistema que le obliga a servirlo y perpetuarlo, pero, como Roy (Rutger Hauer), también Deckard empieza a plantearse dudas y preguntas, más allá de las preparadas para el test que estudia la respuesta emocional de los entrevistados. Es el primer paso para su liberación de ese mundo oscuro, lluvioso, programado y deshumanizado por donde transcurre su investigación y se produce su encuentro con Rachel (Sean Young), una replicante tan humana que, al experto y a ella misma, le cuesta distinguir de una mujer normal. El cazador precisa cien preguntas para saberlo, momento en el que Tyrrell, el genio que la ha creado, le aclara que se trata de un modelo experimental de clase nexus. A raíz de este descubrimiento, el conflicto moral que padece el blade runner se agudiza, más aún cuando siente que se ha enamorado de ella, una humanoide que siente y sufre como cualquier persona humana. Acaso ¿no son los sentimientos de Rachel idénticos a los suyos? ¿Qué les diferencia? Solo el modo de ser concebidos, tal vez ni siquiera eso. En un determinado momento, Deckard le desvela a Rachel su naturaleza; la tristeza y el desengaño se apoderan de ella, cuestión que obliga al policía a retractarse y decirle que se trata de un mal chiste.

La voz en off (suprimida en el montaje de 1991) acompaña a Deckard en su transitar por un mundo futuro, oscuro, lluvioso e inquietante; dicha voz se convierte en su conciencia y en su memoria, y le revela como un antihéroe plagado de dudas y contradicciones. Descubre en los replicantes a seres capaces de comprender, de sentir y de querer. Dudan, temen, aman, …comparten las mismas emociones que los humanos; sienten aflicción ante la muerte de sus compañeros, tienen problemas de envejecimiento, circunstancia que se traduce en un profundo temor a un final inevitable, que saben establecido y que sienten prematuro. Su regreso a La Tierra se debe a esa ansiedad provocada por la necesidad de encontrar respuestas a las dudas que se acumulan y que no se resuelven. ¿Quién soy? ¿Adónde voy? ¿Cuánto me queda? ¿Por qué he de morir? Son algunas preguntas que Roy plantea a su creador en una escena memorable. Este no humano muestra su humanidad en varias ocasiones, una de ellas se produce tras la muerte de su compañera (Darryl Hannah). El deseo de venganza se apodera de él, y ese sentimiento le obliga a enfrentarse a Deckard. Ni Roy es malo ni Deckard es bueno, sería muy simplista calificar su encuentro como una lucha entre dos polos opuestos, ambos son seres similares que poseen pensamientos y emociones tanto positivas como negativas, simplemente son dos personas, a pesar de que a Roy se le niegue tal reconocimiento. Es toda una experiencia vivir con miedo, eso es lo que significa ser esclavo, le dice el replicante al blade runner en su final antológico, en el que desvele su ser, el que ha pasado toda su existencia en la esclavitud y buscando respuestas a preguntas a las que, finalmente, solo le conducen a una conclusión lógica, que le acerca el significado de la muerte: el olvido.



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