lunes, 26 de mayo de 2025

Anthony Burguess y La naranja mecánica


<<Publiqué la novela A Clockwork Orange en 1962, lapso que debería haber bastado para borrarla de la memoria literaria del mundo. Sin embargo se resiste a ser borrada, y esto la versión cinematográfica de Stanley Kubrick es la principal responsable.>> Y Anthony Burguess no se equivoca al expresarlo, ni se avergüenza de decirlo. Cuando escribió esta introducción, corría el año 1986 y su novela y la adaptación cinematográfica realizada por Kubrick ya habían alcanzado el rango de mito. El escritor también comentaba que la versión realizada por Kubrick se basaba en la edición estadounidense de la obra literaria, a la que le faltaba el último capítulo, lo que supuso que la película careciese del epílogo novelístico y que muchos lectores le escribiesen para recriminarle o preguntarle por dicha ausencia. Pero ¿qué culpa tenía él, si la película no era su obra? ¿Y por qué Kubrick, aún rodando su adaptación en Inglaterra, donde se había publicado la novela sin cortes, escogió la versión mutilada? Era su derecho de autor, tras adquirir los derechos cinematográficos, pero, aparte, quizás no leyera el libro sin amputar o no le interesase la evolución del personaje: su maduración, el paso de la ultraviolencia y de la destrucción a la construcción. En todo caso, volviendo a Burguess, el escritor es consciente del límite temporal de toda obra literaria (finitud que puede extenderse y aplicarse a cualquier otro medio artístico y a la propia naturaleza humana), cierto que hay escogidas que perduran, como sería el caso de La Iliada, La Odisea, La Eneida, Genji Monogatari, El ingenioso hidalgo don Quijote de la ManchaGargantúa y Pantagruel...

El caso de La naranja mecánica es afortunado y curioso, aunque no tanto si se comprende que gracias a la novela existió la película y gracias a esta se perpetuó la novela cuyo joven narrador y amigo se presenta ante nosotros, los lectores, para explicarnos sus experiencias de victimario y víctima desde el desenfado y la jerga adolescente (nadsat) con la que marcan distancias con el mundo que queda fuera de las fronteras juveniles. Qué muchacho este que elige la violencia porque le gusta. Nadie se la impone y su mundo es tan ruin, hipócrita y criminal como cualquier otro… En él todos buscan su satisfacción y su beneficio. Así que no se puede culpar a un ente concreto ni a su época —que se ambienta en un futuro cercano al año de publicación del libro—, ni siquiera al propio individuo, puesto que, en caso de hacerlo, nadie saldría bien parado. En todo caso, a Alex no se le puede acusar de hipócrita, tampoco de emplear la jerga nadstaq que le diferencia de los comunes y que a Burguess le permite expresar situaciones e imágenes que dichas en lengua inglesa (o en sus respectivas tradiciones idiomáticas) correrían el riesgo de ser explicitas y, sobre todo, de ser censuradas tanto por un hipotético lector como por los editores, incluso por religiosos, políticos y por la buena gente en general, que verían en el texto provocación y lo tildaría de inmoral, cuando resulta todo lo contrario… Ese capítulo 21, suprimido en la edición estadounidense y en el film, lo cambia todo, pues resulta un paso hacia alguna parte, una evolución que no se da en la obra de Kubrick, que cierra su película dejando a Alex donde se encontraba en su adolescencia. Burgess lo deja claro en la introducción, cuando expresa lo que sigue:

<<El capítulo veintiuno concede a la novela una cualidad de ficción genuina, un arte asentado sobre el principio de que los seres humanos cambian. De hecho, no tiene demasiado sentido escribir una novela a menos que pueda mostrarse la posibilidad de una transformación moral o un aumento de sabiduría que opera en el personaje o personajes principales. Incluso los malos bestsellers muestran a la gente cambiando. Cuando una obra de ficción no consigue mostrar el cambio, cuando solo muestra el carácter humano como algo rígido, pétreo, impenitente, abandona el campo de la novela y entra en la fábula o la alegoría. La Naranja norteamericana o de Kubrick es una fábula; la británica o mundial es una novela.>>

Entrecomillado: Anthony Burguess, La naranja mecánica (traducción de Aníbal Leal y Ana Quijada). Booket (Editorial Planeta), Barcelona, 2012.

Enlace al comentario de la película:

https://vadevagos.blogspot.com/2012/10/la-naranja-mecanica-1971.html?m=1

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