martes, 20 de julio de 2021

Conociendo a Matsuko (2006)



Tomando como punto de partida la novela de Muneki Yamada, Tetsuya Nakashima estructura Conociendo a Matsuko (Kiraware Matsuko no isshô, 2006) en flashes temporales y fragmentos de memoria, de representación y de estética (neo)kitsch desde los que saca a relucir la realidad hiriente de una vida entregada al amor, pero marcada por un mundo perverso que, a cambio de su generosidad, le devuelve abusos, soledad, indiferencia, malos tratos. Lo hace rompiendo la linealidad temporal y alterando el orden estructural, lo que supone una liberación de la narración que apuesta por el colorido, por la veloz sucesión de escenas (lograda en la sala de montaje), por la mixtura genérica e incluso por la caricatura y el vídeo-clip para enfatizar el sufrimiento del que Matsuko Kawajiri (Miki Nakatani) se protege soñando y cantando felicidad, pues su existencia se desarrolla entre la esperanza de ser feliz y la condena de no poder serlo. Dicho sufrimiento, al intentar ser negado por el tono escogido por Nakashima —apuesta por potenciar la irrealidad para hablar de la realidad trágica de Matsuko, una mujer que en el presente del film ya no existe—, se agudiza a medida que descubrimos aspectos que desvelan la existencia pasada de la protagonista, al tiempo que se produce la búsqueda existencial y de respuestas de Shô (Eita), su sobrino.



El drama de Matsuko encuentra su origen en su virtud: su generosidad, en su entrega a los demás, su capacidad de amar, aunque solo reciba indiferencia, engaño o palizas. Y su historia se desarrolla en varios niveles temporales de realidad y de fantasía, de voces e imágenes que se inician apuntando desenfado, por momentos en la línea de
Kamikaze Girls (2004), pero ese tono da paso a zonas oscuras donde Nakashima desvela la parte más cruda de esa vida ya inexistente que Shô recompone juntando las piezas que descubre a partir de distintos personajes; el primero, su padre, quien le dice que su tía fue asesinada dos días atrás. No obstante, en las escenas que muestran el drama vital de Matsuko, ella habla de su existencia —más adelante se sabrá que su voz procede de la extensa carta que envía a una joven estrella pop— y, así, escuchamos su pensamiento. De ese modo, al igual que en El crepúsculo de los dioses (Sunset Boulevard, Billy Wilder, 1950), la muerta nos cuenta su historia, aunque Conociendo a Matsuko poco más tiene que ver con el film de Wilder, salvo la fantasía empleada por las protagonistas para intentar evadirse del dolor y la aflicción: una cantando la canción infantil que repite a lo largo de su vida y la otra viviendo en el pasado de su esplendor que la protege de su presente de olvido.


Aparte de los personajes que van aportando detalles de la vida de Matsuko y perfilando su personalidad a Shô, algo que puede recordar a Ciudadano Kane (Citizen Kane, Orson Welles, 1941), es la voz de la protagonista la que sirve de guía en determinados instantes de su descenso de la fantasía a la cruda realidad. El detective (Magy) que investiga el caso habla de que fue profesora de secundaria, que era muy querida y que cantaba muy bien. Pero ese instante idílico concluye cuando, por proteger a uno de sus alumnos, sospechoso de robo, fue despedida del colegio. Y <<se hizo prostituta después de irse de casa y mató a una persona>>, le dice el padre a Shô, que desea conocer más sobre la familiar fallecida y, hasta entonces, desconocida para él. Quizá su interés nazca de verse reflejado en la idea de impotencia y desesperación que intuye en ella, pues el sobrino vive en la desorientación existencial que le hace sentir que su vida es un sinsentido quizá similar al de su tía. El joven se encuentra en ese instante vital en el que comprende que la realidad dista de los sueños, que el presente nunca es el futuro soñado y, como repite su tía al recibir los golpe existenciales, que cada desgracia conlleva la convicción de que la vida está acabada y, sin embargo, sigue. La vida no es un cuento de hadas y si lo es, como dice Megumi (Asuka Kurosawa), la productora de películas porno, <<solo tenemos una vida, solo tenemos una oportunidad. Si esto es un cuento de hadas es demasiado cruel>>. Es la insoportable levedad del ser, tomando prestado el título de la famosa novela de Milan Kundera, en la que el autor checo viene a decir que la vida únicamente se vive a la primera, sin posibilidad una segunda opción que corrija esa primera y única. La vida de Matsuko es el cuento de la búsqueda infructuosa de la felicidad y del amor, una búsqueda iniciada cuando sintió la indiferencia paterna, una búsqueda en la que cada desgracia conlleva la convicción de que su vida está acabada y sin embargo, sin saber 
cómo, continúa cantando y tropezando, sufriendo el dolor y soñando felicidad. Y esa es la condena y liberación de Matsuko, continuar buscando una felicidad que solo es posible en la esperanza de alcanzarla o en la negación de la propia realidad sufrida.



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