domingo, 11 de julio de 2021

A sangre fría (Trampa al amanecer) (1959)


El deseo, del tipo que sea, mueve a la acción, es el motor del ser humano: deseo de mejora, de no sufrir, de conseguir o alcanzar esto o aquello, anhelo de y por tantas cosas que se logran o se malogran. Sueños que se esfuman y objetivos que se alcanzan o se pierden mientras se camina hacia ellos dentro o fuera de los márgenes establecidos para frenar los propios deseos. Pero gracias a la posibilidad de desear, incluyo el deseo de no querer desear, los humanos nos movemos y actuamos, retrocedemos o avanzamos en pequeños pasos que, en ocasiones, incluso resultan grandes para la vía común. Ese deseo, en sus múltiples variantes, quizá sea junto la mentira, la presunción y la manipulación uno de los rasgos que, además de definir parte de nuestra humanidad, diferencia a la especie humana de otras especies animales. En nosotros hay deseo espiritual e intelectual, sexual, material, vital. Los hay de todo tipo, aunque nunca lleguemos a conocer todas las clases y tipos. Existen de diferentes intensidades, algunos controlables, al menos en apariencia, y otros incontrolables. Quizá sea el deseo quien controle a quien desea, pero sin él la existencia humana perdería su humanidad. Existe el deseo de una vida de lujo y de placer, pero cuyo coste está por ver, un deseo que transgrede los límites, como el que pone en marcha A sangre fría (1959), una de las más contundentes muestras de cine negro barcelonés. La película de Juan Bosch es mucho más de lo que se aprecia a simple vista, puesto que no se trata simplemente de mostrar un atraco y la fatalidad que le sigue, sino de expresar en apenas una hora y veinte minutos una amplia gama de sensaciones y emociones: ilusión, pesimismo, derrota, infidelidad, ambición, sumisión, arrepentimiento, vida, muerte y, sobre todo, el deseo que mueve a sus protagonistas hacia la oscuridad que se intensifica sobre la ilusión de un joven que desea más y obtiene menos.


<<Una vez finalizado el rodaje, fue distribuida por Mundial Films, tuvo una buena clasificación y esto repercutió en su estreno, aceptable, dentro de lo que era este tipo de producciones. Luego, con los años y debido al estreno de A sangre fría (In Cold Blood, Richard Brooks, 1967), se suscitó una gran polémica, pues la Warner, distribuidora mundial del film de Brooks, no podía hacerlo en España a causa de la coincidencia homónima de ambos films, pues yo tenía el título registrado. La medida a tomar fue drástica: llamaron a los productores —tanto a Martí como a Esteban— y les dijeron que les compraban el negativo original de mi película, con la evidente intención, cualquiera podía imaginárselo, de destruirlo, y estos, seducidos por la importante cantidad de dinero que les puso la Warner sobre la mesa, así lo hicieron. Pero el puñetero Esteban se quedó con un internegativo, cambiándole el título por el de Trampa al amanecer, y, a veces, la han emitido por televisión así>>1 Renombrada Trampa al amanecer por los motivos expuestos por Juan Bosch, en A sangre fría, el cineasta catalán toma del género sueños, ambiciones, traición, imposibilidad, la mujer fatal, que no deja de ser una víctima de su deseo de bienestar, y la huída, tanto física como mental. Quien huye es Carlos (Carlos Larrañaga), un joven que abandona su rutina, su trabajo y su relación con María (María Mahor) para dejar atrás su trabajo y su sumisión a la monotonía que no le satisface y que le condena. Para escapar planea atracar la antigua fábrica donde trabajaba y por ello se asocia con Enrique (Fernando Sancho), un antiguo boxeador venido a menos, y con dos delincuentes profesionales: Manuel (Arturo Fernández) y Antonio (Miguel Ángel). <<Eres el más joven, el que más espera de la vida>>, le dice Enrique, quien ya poco, apenas nada, espera de la vida, salvo, quizá, aligerar el peso de la derrota existencial que intenta aligerar con drogas y con el engaño de su relación con Isabel (Gisia Paradis), una mujer que, al igual que Carlos, ve en el dinero la oportunidad para escapar de las incomodidades de una existencia corriente, pero las cosas no salen como planean y ahí entra en juego el arrepentimiento, que siempre existe a posteriori, en concreto cuando algo se desvía de lo previsto o cuando las consecuencias no son las esperadas. De haber sacado tajada y quedado con Isabel, en Carlos no se descubriría el arrepentimiento que asoma cuando acaricia el anillo de María —personaje que también desea, pero el suyo es un deseo de aceptación social, de transitar la senda conservadora de la que Carlos reniega—, pues solo lo hace cuando comprende que todo le ha salido mal (ni dinero, ni chica, ni nueva vida) en esta trama de traiciones y ambiciones, de deseos frustrados realizadla por un cineasta que empezó rodando cine negro y concluyó con cine de destape, pasando por la comedia, el western y el terror cinematográfico.


1.Juan Bosch, en la entrevista publicada en Dirigido por… Nº 399. Abril 2010

3 comentarios:

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  2. Me encanta: soberbia y contundente. En su día, tuve ocasión de comentarla:
    http://cinefiliasantmiquel.blogspot.com/2018/02/a-sangre-fria-1959.html

    Por cierto: las fotos con las que ilustras el texto me resultan vagamente familiares...

    Saludos.

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    1. Acabo de leer tu comentario sobre la película, muy bueno, y no me extraña que las fotos te resulten vagamente familiares. Las he visto ahora mismo en tu blog; ya es coincidencia, porque las busqué en Google y escogí las que había y luego seleccioné esas.

      Saludos.

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