miércoles, 14 de julio de 2021

Crónicas diplomáticas (2013)



En la filmografía de Bertrand Tavernier existe una intención crítica frente a la realidad —mediática, social, educativa, política— que analiza sin adornos en varios de sus films —La muerte en directo (La mort en direct, 1979), Ley 627 (L.627, 1992) u Hoy empieza todo (1999)— o desde la caricatura en la caótica comedia Crónicas diplomáticas (Quai d’Orsay. Chroniques diplomatiques, 2013), que a la postre sería su último largometraje de ficción. Basada en la novela gráfica homónima escrita por Christophe Blain y Abel Lanzac, también colaboradores en la escritura del guion, el cineasta francés da rienda suelta al humor caricaturesco para abordar un tema en apariencia tan complejo como la política exterior, un tema que vendría a completar su intención reflexiva y crítica sobre la Francia moderna. Tavernier entra en el ámbito político como el novato que aguarda el empleo, lo que ya provoca un choque entre quien desconoce el medio y quienes lo habitan. Ese primer instante introduce la perspectiva cómica que satiriza y domina los hechos que, remitiendo a la realidad internacional de 2003 —momentos previos a la guerra de Irak— se producen dentro del ministerio de Asuntos Exteriores donde Arthur (Raphaël Personnaz), el joven novato que aguarda, consigue el empleo de asesor de lenguaje del ministro de Asuntos Exteriores. Su primer contacto con el ministro Taillard (Thierry Lhermitte) deja entrever la verborrea del político, una palabrería tras la que oculta su total desconocimiento y su incapacidad para asumir el cargo. Pero esta circunstancia no es de su exclusividad, sino que la transmite a la mayoría de sus colaboradores que, salvo el veterano Claude Maupas (Niels Arestrup), se dejan arrastrar por el vendaval y la improductiva energía del dirigente ministerial. Claude baja la cabeza cada vez que habla el ministro para no evidenciar su disconformidad y su burla, puesto que todo cuanto le escucha corrobora que Taillard ni es gestor, ni diplomático, y quizá sí un inepto que rebosa vitalidad, que cita a Heráclito, sin comprenderlo, y que exige cambios constantes en los discursos y rotuladores nuevos para resaltar sin borrones indeseados el subrayado del texto del filósofo griego.


Tavernier decía en una entrevista realizada en el Festival de San Sebastián que él, como director de cine y, por tanto como líder de un equipo, era lo opuesto del ministro. <<Primero, porque el ministro es un hombre que siempre habla de escritura y nunca escribe nada; que siempre habla de trabajo y nunca se le ve trabajar, siempre son los demás que trabajan. Lo que sí podemos compartir es la enorme energía, eso sí puedo compartirlo. La impresión que da de que nunca duerme. De pronto, llama en plena noche a las tres de la mañana, despierta a todo el mundo para decirles «¿Habéis terminado de preparar esto o aquello?». Y era verdad: Dominique de Villepin no dormía y hablaba con sus compañeros a las cuatro de la mañana. Puedo ser un poco así, sí. Lo que hay que conseguir es, en el desorden enorme que es un rodaje, un resultado que parezca sano y lógico de mente. Trabajamos igual, pero no trato de imbécil a mis colaboradores. Porque para él, todos los jefes de Estado son gilipollas, textualmente.>> Tavernier da rienda suelta a la comicidad del personaje del ministro, caricatura del, en 2003, ministro de exteriores francés Dominique de Villepin, un personaje que arenga y anima a sus colaboradores a la acción, aunque, en realidad, les rompe los esquemas y los conduce hacia la caótica ineptitud que le define y, heredando rasgos de su imagen, definen su política y su ministerio.


2 comentarios:

  1. Tavernier: otro de los grandes que nos ha dejado recientemente. Hace cinco años estuvo aquí en Barcelona.

    http://cinefiliasantmiquel.blogspot.com/2016/06/le-cinema-et-rien-dautre-rencontre-avec.html

    Saludos.

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    1. Acabo de leer tu artículo sobre Tavernier. Muy interesante. Gracias por compartirlo.

      Saludos.

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