El relato de
Ernest Hemingway The Killers dio pie a dos excelentes adaptaciones cinematográficas: la realizada por
Robert Siodmak en 1946, estrenada en España con el título
Forajidos, y esta llevada a la pantalla por
Donald Siegel en 1964 —
Siegel había participado en el primer tratamiento del guión de la versión de
Siodmak— y que inicialmente iba a formar parte de un programa de la cadena
NBC; sin embargo, la supuesta violencia de sus imágenes no se adecuaba (ni se aceptaba) al medio televisivo de entonces, por lo que se decidió su exhibición en las salas comerciales. Entre ambas producciones existen diferencias evidentes:
Forajidos se presenta más sombría en su fatalismo que
Código del hampa (
The Killers, 1964), de mayor pesimismo que la anterior; el hilo conductor empleado por
Siegel son dos asesinos que anteceden en treinta años a la pareja de matones de
Pulp Fiction (
Quentin Tarantino, 1994) mientras que
Siodmak introdujo la historia a partir de un agente de seguros o, por citar otra diferencia, en la versión de 1946 hay alrededor de una decena de
flashbacks mientras que en la de 1964 solo hay tres. Pero, tanto la una como la otra, resultan dos magníficas películas que, además, corroboran que a partir de una misma fuente pueden desarrollarse dos (o más) perspectivas, y que estas resulten acertadas gracias a esas diferencias que a cada una les confiere personalidad propia. El motor de
Código del hampa (
The Killers, 1964) se descubre inmediatamente después del asesinato de Johnny North (
John Cassavetes) con el que se abre el film, cuando uno de sus asesinos siente la curiosidad (necesidad) de encontrar las respuestas a la falta de reacción por parte de su víctima. Le intriga el por qué aquel no intentó huir o comprar su vida con parte del botín que supuestamente robó a sus socios después del asalto al furgón de correos. Esta falta de reacción por parte de Johnny, ante el ajuste de cuentas, provoca que Charlie (
Lee Marvin) llegue a la conclusión de que el muerto no poseía el millón de dólares; de otro modo habría intentado sobornarles. Pero, además de satisfacer su curiosidad, Charlie contempla la posibilidad de hacerse con el dinero, razón que emplea para convencer a Lee (
Glu Gulager) (su compañero) para que le ayude en las pesquisas que se propone realizar. A partir de sus entrevistas con tres personajes relacionados con la víctima recaban información subjetiva sobre la identidad de aquel: un piloto de carreras, apartado de su profesión como consecuencia de un accidente en una competición y apartado de sí mismo al enamorarse y ser traicionado por Sheila (
Angie Dickinson), la mujer que le puso en contacto con la banda que asaltó el vehículo. Mediante la amenaza y la coacción, la recopilación de datos y hechos acerca a la pareja de asesinos a la respuesta del enigma y también a quien les contrató, de quien desconocen su identidad y su paradero, pero de quien sospechan que posee ese millón que Johnny no tenía. Más que una cinta de cine negro, podría decirse que
Código del hampa es un primer antecedente del thriller (policíaco) desarrollado hacia finales de la década (género al que
Siegel aportaría títulos tan notables como
Brigada homicida,
La jungla humana,
Harry el sucio o
La gran estafa), y que el cineasta ya anunció en su empleo de la violencia, la mentira, la traición y su visión cínica, pesimista y crepuscular del personaje interpretado por
Lee Marvin, un tipo duro, escéptico y hastiado, que contrasta con la juventud y ambición que caracteriza la personalidad de su compañero, ajeno (por su falta de madurez y experiencia) a la decepción que Charlie ha ido acumulando trabajo tras trabajo, decepción que remite directamente a la que domina al delincuente que el propio
Marvin encarnó tres años después en
A quemarropa (
John Boorman, 1967).
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