Al filo del mañana (2014)
Cualquiera de las versiones cinematográficas de la obra de H. G. Wells que dio origen a El tiempo en sus manos (George Pal, 1960), la imaginativa propuesta de Los héroes del tiempo (Terry Gilliam, 1981), las primeras entregas de Terminator (James Cameron, 1984), la trilogía de Regreso al futuro (Robert Zemeckis, 1985), Timecop (Peter Hyams, 1994), Doce monos (Terry Gilliam, 1995) y su original inspiradora La Jeéte (Chris Marker, 1962) o más recientemente Looper (Rian Johnson, 2012) y X-Men: días del futuro pasado (Bryan Singer, 2014) corroboran que los viajes temporales son una fuente inagotable para el cine de ciencia-ficción; sin embargo el Eterno Retorno (aunque individualizado y con posibilidad de variación de hechos) tiene menor presencia dentro del género, aún así, existen casos como aquella simpática comedia protagonizada por un meteorólogo televisivo que vive atrapado en un bucle indefinido de la misma jornada. Esta repetición sufrida por el protagonista de Atrapado en el tiempo (Groundhog Day, Harold Ramis, 1993) resulta similar a la expuesta por Doug Liman en Al filo del mañana (Edge of Tomorrow, 2014), ya que al igual que aquel vanidoso presentador, el mayor William Cage (Tom Cruise) se ve obligado a vivir una y otra vez el mismo día, aunque, en su caso, la jornada se reinicia únicamente a partir de su muerte. Pero, géneros aparte, el tono humano de Atrapado en el tiempo marca una diferencia fundamental respecto al film de Liman, cuya carencia de humanidad se disfraza de ruido y efectos, bebe del vídeo-juego y del cine de James Cameron, por lo que, exista una evolución en el personaje de Cruise, no es el eje temático. El de Liman es lograr la victoria, por lo que su propuesta puede entretener pero no perdura en la memoria (otras victorias en el cine de acción la harán olvidar) como sí hace el film de Harold Ramis.
El mundo de este oficial cobarde, manipulador y aprensivo, se encuentra ante una guerra global contra los miméticos, una especie alienígena que ha extendido sus tentáculos por la práctica totalidad del continente europeo, como si tratasen de emular lo acontecido en las dos guerras mundiales que marcaron el devenir del siglo XX, conflictos de los que el film toma prestado la batalla de Verdún (omitida) y el asentamiento de las tropas aliadas en Inglaterra, donde aguardan el momento de partir hacia la costa francesa. Las horas previas y las primeras de la invasión aliada forman el intervalo temporal en el que Cage queda atrapado poco después de ser degradado y conducido al matadero como miembro de la escuadra J, un pelotón que en ciertos aspectos recuerda al de marines que acompaña a Ripley en Aliens: el regreso (James Cameron, 1986). Este primer contacto de Cage con el terreno resulta crucial para el desarrollo de su historia, pues en ese instante se le presenta sudoroso, nervioso, asustado y ajeno al ámbito bélico donde desentona y donde poco después perece tras detonar un artefacto explosivo con el que también mata a un Alfa enemigo, lo que provoca que la acción retorne al punto de partida, cuando este mismo soldado, fallecido en combate y portador de la sangre del Alfa, se despierta en el campamento ante el mismo sargento y ante la misma sucesión de hechos y comentarios. Una y otra, como si se tratase de un videojuego, Cage se despierta (reinicia la partida y su eterno retorno) en el mismo lugar y de la misma manera, pero con cada resurrección, aunque todo sea igual, aprende algo nuevo: perfecciona el manejo de las armas, conoce las identidades de sus compañeros de pelotón o accede a la sargento Rita Vrataski (Emily Blunt). A partir de este instante el aprendizaje y el adiestramiento de Cage, bajo la supervisión de Vrataski, adquieren un sentido y una finalidad de las que antes carecía, además, su contacto con la guerrera le permite comprender que ella padeció síntomas similares durante la batalla de Verdún. Pero, como la luchadora ha recuperado su estado primigenio (si muere, muere y ahí se acaba todo), el soldado se ve obligado a ayudarla a destruir al Omega invasor, la única posibilidad de derrotar al enemigo. Al filo del mañana se desarrolla desde un ritmo sin pausa que no da lugar a posibles reflexiones acerca de vivir una y otra vez la misma experiencia, que, en el caso de Cage, le afecta desde la desorientación y la sorpresa, pasando por el desencanto o la imposibilidad, hasta que finalmente logra la convicción que le guía en su metamorfosis de publicista manipulador, engreído y miedoso, a soldado que, obligado por las circunstancias, asume la superación de limitaciones, obstáculos y temores para enfrentarse a un destino que empieza a avanzar sin opción de reinicio cuando le realizan una transfusión sanguínea; pero a esas altura de la película poco importa, porque aquel patético oficial ha dejado de existir y su lugar lo ocupa una maquina de matar alienígenas entregada a la causa (destruir al Omega para poner fin al conflicto) y a la persona de quien literalmente se enamora con el roce diario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario