martes, 19 de julio de 2011

Asalto a la comisaría del distrito 13 (1976)


El segundo largometraje realizado por John Carpenter se presenta desde la violencia que define al thriller estadounidense de la década de 1970. Dicha violencia delata la imposibilidad inicial de un cuerpo policial que la emplea de modo similar al de la delincuencia callejera. Pero, además, esta atractiva propuesta no esconde la admiración de su responsable hacia los clásicos del western, de modo que Carpenter no dudó a la hora de conceder a su protagonista el nombre de Ethan, el mismo del solitario interpretado por John Wayne en Centauros del desierto (The Searchers; John Ford, 1956), o ubicar la acción en una oficina de las fuerzas del orden similar a la expuesta por Howard Hawks en Río Bravo. Pero Asalto a la comisaría del distrito 13 (Assault on Precint 13) es algo más que un digno homenaje de impecable puesta en escena y muy entretenido del film de Hawks (Carpenter firmó el montaje empleando el nombre del personaje de Wayne), como también lo es The Warriors, otro destacado western urbano de la época, aunque el film de Walter Hill se centra en la supervivencia de una pandilla por las inhóspitas calles de Nueva York, un espacio abierto que resulta igual de acotado y opresivo que la comisaría del distrito 13 donde Carpenter desarrolló, con gran acierto, una de las constantes que definen su cine, aquella en la que se descubre a sus protagonistas enfrentados a situaciones límite dentro de entornos cerrados. De tal manera Asalto a la comisaría del distrito 13 combina el policíaco de la época con el gusto de su director por realizar westerns con apariencia de fantástico o, en este caso, de thriller, y por lo tanto sus personajes se alejan de las ubicaciones espacio-temporales características del género para encontrarse en 1976, en la ciudad de Los Ángeles, donde se ha desatado la violencia entre bandas callejeras mientras la policía emplea la fuerza bruta para acabar con ellas. Esta cuestión se observa al inicio, cuando se produce la masacre de unos pandilleros por parte de agentes del orden que no les conceden la menor oportunidad. Este acto, más que una labor realizada por representantes de la ley, semeja un ajuste de cuentas, motivo que lleva a los miembros de la banda a jurar venganza. Esta es la escusa que John Carpenter utiliza para poner en marcha su intención, que no es otra que la de reunir a un grupo de individuos, en apariencia, opuestos en un medio que les obliga a unir sus recursos y a limar asperezas si pretenden salir con vida. El lugar elegido es una comisaría a punto de ser clausurada, por ello solo cuenta con un par de oficinistas, un sargento y Ethan Bishop (Austin Stoker), un refuerzo de ultima hora. A Bishop no le queda otro remedio y acepta acudir a la comisaría para vigilar que los últimos preparativos se cumplan sin ningún contratiempo, algo que parece seguro. Sin embargo, la llegada de un autobús con tres presos, unido a la irrupción de un desconocido que dice que le persiguen, da pie a un enfrentamiento a vida o muerte con decenas de maleantes sedientos de sangre que les declaran una guerra sin cuartel. La situación que se vive dentro del edificio se presenta insostenible, no hay armas suficientes para defenderse, la luz ha sido cortada, al igual que la línea telefónica. La única solución consiste en resistir cuanto puedan, a la espera de unos refuerzos que ninguno sabe si llegarán. No obstante, Bishop encuentra en Napoleón Wilson (Darwin Joston), un convicto muy peligroso, a un aliado de valía, además cuenta con el apoyo de Leigh (Laurie Zimmer), la joven secretaria que parece sentir atracción por el delincuente, y de Wells (Tony Burton), el otro reo superviviente al primer ataque, a quien se le concede la oportunidad de escapar para poder avisar a las fuerzas del orden. La rapidez con la que se desarrollan los hechos concede a la acción el carácter apremiante que también sienten los personajes, conscientes de sufrir una situación desesperante en la que su tiempo se acaba, cuestión esta que se repetiría en posteriores filmes de Carpenter.

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