viernes, 15 de abril de 2022

Miguel Strogoff (1926)


Que no se recuerden o se desconozcan, no implica la inexistencia de películas (o de lo que quieran apuntar). Sencillamente se trata de desconocimiento y la ignorancia impide o debería impedir afirmar que esta adaptación cinematográfica es mejor que aquella otra, cuando no se han visto todas. En definitiva, desconocer el total incapacita para realizar una comparación objetiva y justa, si es que existe una comparación de tales características. Tampoco tengo el menor interés en determinar una clasificación, puesto que mi intención no es jugar a competir entre films que parten de una misma fuente literaria ni dictar absolutos que impidan expresar ideas y preferencias ajenas. Por otra parte, presumo que comentar e introducir la posibilidad de que una versión sea mejor que otra, también implica la opción de que pueda no serlo, de ahí que, en el comentario sobre Miguel Strogoff (1956), la adaptación que Carmine Gallone realizó de la obra de Julio Verne, escribiese <<quizá sea la mejor versión de la novela realizada hasta la fecha>>. El <<quizá sea>> introduce la duda y determina la posibilidad, tanto positiva como negativa, que deja abierto el camino para otras opiniones e incluso para cambiar la propia a medida que vaya adquiriendo mayor conocimiento sobre el tema en cuestión; en este caso, las versiones cinematográficas de Miguel Strogoff. Las cuatro primeras adaptaciones de la novela de Verne son del periodo silente, aunque la única muda que he visto es esta rodada por Tourjansky en 1926 y, por tanto, la única de la que puedo hablar. Asentado el sonoro, en 1936 se rodó la primera versión hablada, con el protagonismo del actor austriaco Anton Walbrook, a quien todavía recuerdo en sus personajes para el dúo Michael Powell y Emeric Pressburger en Los invasores (49th Parallel, 1941), Vida y muerte del corone Blimp (The Life and the Death of Colonel Blimp, 1943) y Las zapatillas rojas (The Red Shoes, 1948) y para Max Ophüls en La ronda (Le ronde, 1950), El placer (Le plaisir, 1952) y Lola Montes (Lola Montès, 1955). En México, Luis María Delgado realizó su versión, con Julián Soler en el papel de Miguel Strogoff; y ya en 1970, John Phillip Law interpretó al correo del zar. Aunque, probablemente, el correo del zar que regrese a la memoria popular sea el interpretado por Curd Jurgens en el film de Gallone. Aparte de las apuntadas y de las series y películas para televisión, también existe un largometraje de animación realizado en 2004 por Alexandre Huchez y Bruno René Huchez, quien ya había realizado la serie de dibujos sobre este famoso personaje creado por Verne.



¿Qué es la aventura, puede que se pregunte el Julio Verne de ficción que asoma al inicio del film de Viktor Tourjansky, cuando mide las distancias entre Moscú y la ciudad asiática donde debe concluir el periplo de su héroe? Esa introducción rinde homenaje al escritor, antes de dar paso al prólogo en los salones reales donde el zar Alejandro II recibe la noticia de la revuelta tártara y de las intenciones del traidor Ivan Ogareff (Acho Chakatouny). Desde ese instante, el monarca no puede disfrutar del baile, consciente de la amenaza y, sin telégrafo, solo le resta la opción de emplear un correo humano para advertir al Gran Duque del peligro que corre la ciudad siberiana que gobierna en su nombre. La aventura que asoma en la pantalla de Miguel Strogoff (Michel Strogoff, 1926) es la superación de obstáculos, el movimiento físico que el autor no asume para sí, el avance del héroe (Ivan Mosjovine) desde occidente a oriente, navegando el Volga y atravesando los Urales que separan Asía y Europa, y su inevitable enfrentamiento con el villano Ogareff, así como la consumación de su romance con Nadia Fedor (Nathalie Kovanko). Pionero cinematográfico ruso exiliado en Francia tras la revolución de 1917, Tourjansky conoce su oficio y también las películas de grandes maestros del silente como Griffith y Eisenstein, de quienes bebe a la hora de crear épica —sobre todo de El nacimiento de una nación (The Birth of a Nation, 1914), film rodado el mismo año en el que se produce el debut de Tourjansky, y El acorazado Potemkin (Bronenósets Potiomkin, 1925). Y aunque Miguel Strogoff no aporte novedades al cine, ni al género de aventuras, en buena parte de su metraje ofrece un espectáculo cinematográfico trepidante y atractivo, digno de contarse entre las grandes épicas de celuloide silente.




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