Michael Powell y Emeric Pressburger mantuvieron una de las relaciones profesionales más fructíferas de la historia del cine, catorce films dirigidos, producidos y escritos por ellos, si bien es cierto que siempre se ha hablado más del primero como director, pero más allá de las responsabilidades de cada uno, algo que tampoco está muy claro, su colaboración produjo grandes clásicos de la cinematografía británica: Vida y muerte del coronel Blimp, Narciso Negro, A vida o muerte o Las zapatillas rojas (The Red Shoes), arriesgado e innovador drama ambientado dentro del mundo del ballet. Los ensayos, los preparativos, los estrenos o los entresijos que rodean a sus protagonistas dan forman al relato que se centra en la figura de Boris Lermontov (Anton Walbrook), el propietario de la prestigiosa compañía de Ballet que contrata los servicios del joven compositor Juian Crasner (Marius Goering), a quien han plagiado parte de su obra, y de la bailarina amateur Victoria Page (Moira Shearer), a quien Lermontov pretende modelar para convertirla en la más grande. El empresario musical se descubre como un individuo que no tolera la mediocridad, obsesionado con la idea de alcanzar la perfección en su obra y en su entorno, donde se descubre su incapacidad para sentir otra sensación que no sea su pasión por hacer y deshacer cuanto le rodea. Lermontov posee el don de reconocer el talento de Julian Crasner, a quien encarga musicalizar el cuento Las zapatillas rojas para que su nueva primera bailarina, Victoria Page, lo baile, sin embargo es incapaz de reconocer el amor que surge entre el compositor y la bailarina, como tampoco puede aceptar sus sentimientos hacia la nueva estrella de la danza, convertida en una especie de obsesión para él. Las zapatillas rojas combina el drama con las escenas musicales, que resultan necesarias para el desarrollo de este cuento trágico en el que Lermontov se convierte en una especie de rey Midas, todo cuanto toca se convierte en un éxito, condenado a vivir la imposibilidad de sentir y comprender los sentimientos ajenos a su visión del mundo de la danza clásica, contagiando su obsesión a esa joven bailarina que se deja atrapar por la maldición de las zapatillas que dan título al ballet que la ha encumbrado.
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