lunes, 3 de diciembre de 2018

¡Olvídate de mí! (2004)

El olvido (y la memoria) es tema recurrente en el cine. Ha estado presente desde sus albores hasta la actualidad, formando parte de situaciones cómicas, dramáticas o inquietantes. Y así es, y nada parece indicar que no lo seguirá siendo, pues olvidar el dolor sufrido, el daño causado o aquello que resulta incómodo de encarar forman parte del ayer y del hoy cinematográfico. Aunque no por intentar desterrar fantasmas de su memoria, los distintos personajes que lo han intentado logran escapar de ellos. Hemos visto como olvidan de forma accidental o alevosa, ahogando penas y malos recuerdos en amnesias autoinducidas, en pócimas mágicas, en alcohol o en sustancias químicas, e incluso los hay que emplean tecnología avanzada para sus fines olvidadizos: dos ejemplos de este último caso los encontramos en Desafío total (Total Racall; Paul Verhoeven, 1990), cuyo personaje principal primero olvida para cumplir una misión y después para borrar las imágenes que le persiguen a diario, y en ¡Olvídate de mí! (Eternal Sunshine of the Spotless Mind, 2004), donde cada miembro de la pareja protagonista pretende hacer desaparecer cualquier recuerdo del otro. Pero ¿por qué del empeño en olvidar los aspectos negativos del pasado? ¿Por qué no aprender a vivir con ellos? ¿Acaso olvidar no implica la negación de aquello que fue y de lo que, de un modo u otro, es en el presente? Además, ¿limpiar de la mente errores o malas experiencias les acerca a la felicidad, nunca absoluta, como tampoco absoluto sería su antónimo? ¿Alguien podría asegurarles que no se repetirán en un futuro próximo? Más bien, los personajes que asumen el olvido como vía de escape abren otra vía, una en la que los errores encuentran mayor libertad para repetirse, pues, durante el proceso de borrado, también se elimina el supuesto aprendizaje (reflexivo) que conllevan las experiencias. Quizá para estos personajes sea mejor autocompadecerse o buscar culpables, pues siempre parece más sencillo que analizar y reflexionar sobre las causas y sobre sus implicaciones directas en las vivencias de las que huyen para alcanzar hipotéticos nuevos inicios. Esto podría aplicarse a la pareja protagonista de ¡Olvídate de mí!, una comedia romántica diferente que se distancia de las repetitivas chica y chico se conocen, uno o una de ellos deja al otro, sus amigos ponen la nota ¿cómica? al mostrar su apoyo, los dos vuelven a reunirse y, por arte del cine, viven felices. Pero lo dicho no sucede en el film que Michel Gondry realizó a partir del inspirado guión de Charlie Kaufman, una vuelta de tuerca a la relación de las parejas sentimentales cinematográficas. Aunque se trate de una comedia que toma prestado aspectos de la ciencia-ficción, ¡Olvídate de mí! resulta real y madura en su fondo, lo cual marca una distancia considerable respecto a cualquier comedia romántica al uso. También encontramos diferencias notables en la perspectiva visual y narrativa asumida por Gondry para narrarnos el chica y chico se conocen, en este caso mejor decir se desconocen, se enamoran y en un acto impulsivo ella lo borra de su memoria. Joel (Jim Carrey) lo ignora cuando acude a ver a Clementine (Kate Winslet) y ella lo trata como a un extraño, de hecho, para ella es un extraño, ya que no guarda ningún recuerdo que les relacione. ¿Sorprendente? Al principio, pero no tanto cuando, gracias a un amigo, descubre la existencia de la agencia de "desmemorización" a donde acude en busca de explicaciones, aunque finalmente pide que eliminen sus recuerdos de Clem. Hasta aquí podríamos decir que nada anómalo sucede, salvo que se introduce la ciencia-ficción en el romance, pero no tardamos en comprender que Gondry pretende profundizar en sus personajes (en sus pensamientos, en sus dudas y vivencias) y en la relación que observamos a lo largo de la ruptura espacio-temporal propuesta. Al tiempo que Joel siente que borran los aspectos negativos, descubre que también borran los positivos que hasta ese preciso intente había pasado por alto, momentos que no desea olvidar. De modo que se rebela en su sueño y, en compañía del recuerdo de Clem, lucha por impedir que le borren una relación que si bien ha tenido altibajos, como cualquier relación, pretende proteger huyendo del olvido que ambos han contratado.

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