En la primera edad del cine mudo, los actores y las actrices era individuos anónimos, pero aquel anonimato desapareció cuando se hicieron familiares para el público y este quiso poner nombres a los rostros que los transportaban a los mundos de ficción que contemplaban en la pantalla. La industria cinematográfica crecía y, con el paso del tiempo, llegó la época de la popularidad, de los aplausos, de las aclamaciones y de la acreditación, porque, algunos como Douglas Elton Thomas Ullman, se convirtieron en el reclamo principal para llenar las salas donde se proyectaban las películas que protagonizaban. Pero el tal Ullman no pasó a la historia del cine con su nombre real, sino con el más sonoro Douglas Fairbanks. "Rey" del Hollywood silente y héroe por excelencia del cine de aventuras de la década de 1920, Fairbanks presentaba limitaciones dramáticas que no impidieron que se convirtiera en una de las personalidades más destacadas de la gran pantalla, gracias a la espectacularidad de sus producciones, a las acrobacias y al desenfado con los que se aventuraba en La máscara del zorro (The Mark of Zorro; Fred Niblo, 1920), Robin Hood (Allan Dawn, 1922), El ladrón de Bagdad (The Thief of Bagdad, Raoul Walsh, 1922) o El pirata negro (The Black Pirate, Albert Parker, 1926). Su interpretación física crearía escuela y sentaría la imagen del héroe que posteriormente se descubre en Errol Flynn o en su hijo Douglas Fairbanks, Jr., quienes también heredaron las limitaciones actorales y el bigote que el astro del celuloide luce en producciones como El pirata negro. Dirigida por Albert Parker, a partir de una historia escrita por el propio actor, nos encontramos ante una aventura que se adelantaba a su tiempo, no solo por el uso de película bicromática para ofrecer colorido al espectáculo, sino por sus escenas de acción y por sentar algunas de las características del cine de piratas posterior. Su historia se inicia con el abordaje del barco en el que viaja con su padre. Ambos son los únicos supervivientes del saqueo, pero, cuando alcanzan la arena de la playa, Michael descubre que su padre ha muerto. Ante su tumba, jura vengarse de la banda criminal del capitán (Anders Randolf) que, en esa misma playa, susurra a su lugarteniente (Sam De Grasse) (y villano de la función) que deben deshacerse de los hombres que los acompañan para mantener en secreto la ubicación del botín que acaban de esconder. En ese instante, el personaje de Fairbanks sale de su escondite para hacer gala de su descaro y de sus dotes de espadachín, acabando con la vida del líder pirata después de retarlo. De tal manera se hace un hueco entre la tripulación que pretende llevar ante la justicia y, simulando ser uno de ellos, no tarda en destacar por su bravura y por su inteligencia, las cuales le sirven para que el resto de la banda lo proponga como su nuevo jefe después de que, sin derramar sangre, se apodere del mercante donde viaja la joven (Billie Dove) de quien, como mandan los cánones genéricos, se enamora.
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