lunes, 16 de octubre de 2017

Estudiantes en Oxford (1940)


En 1919 Stan Laurel y Oliver Hardy coincidieron por primera vez en la pantalla, pero aquel encuentro fue circunstancial y aquella intervención en Un encuentro afortunado (Lucky Dog; Jesse Robbins, 1919) no presagiaba el feliz reencuentro que se produciría siete años después, cuando Hal Roach tuvo la idea de reunirlos en Slipping Wives (Fred Guiol, 1926). A partir de entonces, la pareja Laurel & Hardy evolucionaría en su relación profesional hasta convertirse en el matrimonio cómico que mejor ha funcionado en la pantalla. A pesar de sus diferencias y de no estar casados, durante veinticinco años, Stan, el cómico y "gagman", y Oliver, su contrapunto vanidoso en la ficción, disfrutaron de la saludable simbiosis profesional que potenció su humor, cercano y reconocible, basado en el contraste de dos personalidades opuestas, aunque igual de infantiles, que se complementan para sobrevivir a situaciones y espacios donde, sin prisa pero sin pausa, se instala el caos que acompaña al despiste del primero y a la petulancia del segundo. Aunque uno presenta un comportamiento surrealista y el otro pedante, también algo autoritario respecto a su compañero, ambos son niños grandes, ajenos al mundo adulto donde se producen sus desventuras. Su interpretación de la realidad es irreal, lo cual los convierte en víctimas de su propia inadaptación, como se puede comprobar en varias secuencias de Estudiantes en Oxford (A Chump at Oxford; Alfred Goulding, 1940).


Una de ellas se produce en la mansión donde Stan y Ollie han conseguido trabajo gracias a hacerse pasar por marido y mujer, requisito exigido por los dueños de la casa. Allí atienden a los comensales, Oliver vestido de mayordomo y Stanley de doncella, aunque no tarda en despojarse del uniforme y servir la ensalada en paños menores porque su patrón le ha dicho que la sirva sin nada. Así es el bueno de Stanley, un hombrecillo pausado cuya peculiar interpretación de la realidad lo diferencia de cualquier otro habitante del planeta. Otro momento que delata la inocencia quijotesca del dúo se desarrolla durante el primer y segundo día de su estancia en Oxford, a donde llegan después de desbaratar (de forma involuntaria) el robo de un banco. Ambos son becados para cursar estudios en un colegio elitista donde los futuros "gentlemen" no encuentran mejor entretenimiento que burlarse de ellos, ya sea en el laberinto donde les obligan a pasar la noche o, de nuevo bajo engaño, en la habitación del decano (Wilfred Lucas) donde, ajenos a la realidad, la pareja disfruta de las comodidades que creen suyas. Pero Estudiantes en Oxford también se decanta por el intercambio de personalidades de los componentes de un dúo que, a pesar de las diferencias, se necesitan, como evidencia la sumisión que Ollie acepta cuando se convierte en el mayordomo de Lord Paddington, porque este no es otro que su eterno compañero, que, a raíz del golpe que recibe en la cabeza, recupera sus recuerdos del pasado (mientras pierde los recientes) y recobra el carácter vanidoso de su juventud, anterior a su encuentro con Oliver. La nueva personalidad provoca la "stanificación" de Hardy y la "ollificación" de Laurel, que se transforma en un aristócrata engreído que se divierte a costa del amigo a quien no reconoce y a quien minusvalora una y otra vez, lo cual no deja de ser irónico, pues Ollie sufre un trato similar al que Stanley lleva tiempo acostumbrado.

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