La India es el mayor o de los mayores productores mundiales de cine y también una de las grandes cinematografías (por el número de títulos que la componen) desconocidas para el público “occidental”, a pesar de que, en la actualidad, exista una invasión de productos audiovisuales indios que inundan las plataformas dedicadas a rellenar sus catálogos con cualquier título, sin que a los responsables les importe lo más mínimo la calidad de cuanto emiten, solo que haya tanto que sus abonados se pierdan cual caminantes que se aventuran sin hilo por un laberinto. Hay excepciones, claro, y estas posibilitan el acercamiento a otros cines y a cineastas excepcionales como Satyajit Ray. Sin embargo, en la práctica, lo que llega a las plataformas mayoritarias no son las películas de esos grandes cineastas cuya obra continúa siendo más o menos desconocida por estos lares. Claro que el caso de Ray es distinto al del resto de cineastas indios, pues de él se han comercializado en formato casero algunas de sus películas, por ejemplo su trilogía de Apu, y, a cuentagotas, pueden encontrarse en una o dos plataformas especializadas, que son las que suelen contar con un menor número de abonados, títulos como Charulata o El salón de música. Mas esto no deja de ser una excepción, puesto que el nombre de Ray vende, aunque sea entre una minoría que lo reconoce como uno de los grandes del celuloide y, como tal, su obra ha sido objeto de numerosos premios, estudios y ciclos. No sucede igual con la de otros realizadores compatriotas suyos, que han pasado más desapercibidos para occidente, aunque también sean grandes creadores cinematográficos, caso de los Mrinal Sen, Ritwik Ghatak, Adoor Gupalakrishnan o Shyam Benegal. En definitiva, se habla de cultura, pero no se dice que dicho sustantivo se refiere al negocio, el que prima la cantidad y las posibilidades de venta, de modo que el acercar las obras de grandes cineastas, mayoritariamente desconocidos para el público, no supone una prioridad; al contrario, parece no interesar. Lo que manda es ofertar cualquier producto que apenas refleje más necesidad que reproducir lo que se ajusta al ideal de consumo y de entretenimiento, aunque este sea un aburrimiento. Así, con tal saturación se corre el riesgo de llegar a la conclusión de que el cine ha perdido autenticidad e identidad, que ya todo forma parte de un mercado mundial homogéneo, estándar, que iguala productos, en el que ya resulta indiferente que el cine sea de aquí, de allí o de allá. Pero dudo que así sea, pues siempre ha sido así. Mas hubo y todavía quedan voces propias, el caso es que hay que preguntarse ¿dónde encontrarlas? Algunas hay que buscarlas en el recuerdo y otras delante de nuestras narices…
Su debut en la ya mítica Pather Panchali (La canción del camino, 1955) fue la primera pieza de la magistral trilogía de Apu. A partir de esta primera obra cinematográfica, cumbre poética y humanista de influencias neorrealistas, Satyajit Ray va completando una filmografía que lo posiciona con todo merecimiento entre los grandes cineastas de la historia. Escritor, compositor, director de cine, Ray nace en 1921 en Calcuta, en el seno de una familia de artistas e intelectuales: su madre y su tía son cantantes natas y cantan las canciones de Tagore, su abuelo es escritor, pintor y músico; y su padre, poeta e ilustrador. Pero la figura paterna poco puede influenciar en la educación del hijo, ya que fallece dos años después de nacer Satyajit. No obstante, el pequeño hereda el gen artístico familiar, como dejará claro llegado el momento. Durante su etapa escolar, se aficiona al cine y a la música occidental, la clásica con Beethoven, Mozart y Bach a la cabeza del repertorio, y avanzado el tiempo, entrará en contacto con el arte oriental, cuando curse en Shantiniketan, la escuela que Tagore funda con el dinero del premio Nobel. Concluidos sus estudios trabaja de publicista, también ilustra libros y, finalizada la Segunda Guerra Mundial, en 1947, participa en la creación del primer cine-club de Calcuta y empieza a escribir críticas cinematográficas. El futuro cineasta, cinéfilo y cineclubista, conoce el cine estadounidense por afición, y la pintura Impresionista de su etapa de estudiante, así pues, al enterarse de que Jean Renoir se encuentra en Calcuta para rodar una película, decide visitar al prestigioso cineasta francés —de quien había visto sus películas americanas— e hijo del impresionista Pierre-Auguste Renoir. El bengalí toma la costumbre de visitar al realizador y le acompaña en las localizaciones de El río (The River, 1950). Ray recordaba con afecto aquellos días: <<las conversaciones con él eran maravillosas, extraordinarias>>,1 así como recordaba su estancia en Londres, donde entra en contacto con el neorrealismo. Entre otras, en la capital inglesa, ve Ladrón de bicicletas (Ladri di biciclette, Vittorio De Sica, 1948) y la siente como una revelación, la que le da el coraje para poder realizar la adaptación de La canción del camino. Empieza a tener claro que su futuro está en el cine y que su primera película ya la tiene en mente desde que ilustró el libro. ¿Tendrá influencias realistas? Más que realismo, Ray se decanta por la poesía y el humanismo, Estrenada el 26 de agosto de 1955 en Calcuta, Pather Panchali se exhibe en Cannes, donde obtiene el Premio Especial del Jurado al Mejor Documento Humano. Este reconocimiento internacional le permite completar su magistral tríptico sobre Apu y hacer real su pasión por el cine. Aunque solo fuese por esta trilogía, el nombre de Satyajit Ray merecería un lugar en la historia del cine, pero su filmografía se extiende más allá de la vida de Apu para descubrir a un cineasta nada acomodaticio, que escapa de lo común y que retrata la cultura bengalí en la pantalla, así como la sociedad de la que forma parte y del medio que habita, y del cual no duda en documentar y en señalar aspectos mejorables y distintos enfrentamientos entre contrarios y complementarios, puesto que la ausencia de uno implicaría la carencia del otro. Así muestra un cine donde la realidad y la irrealidad que afecta a sus protagonistas se funden para crear poesía visual y humana; también bajo la influencia de lo racional e irracional, de las distancias entre oriente y occidente, de los conflictos derivados de una sociedad de castas, de la familia y del individuo, de la situación de la mujer y del hombre, como apuntan las espléndidas El salón de música, La diosa, Charulata o Los jugadores de ajedrez.
Filmografía como director
La canción del camino (Pather Panchali, 1955)
Aparajito (El invicto) (1956)
La piedra filosofal (Parash Pathar, 1957)
El salón de música (Jalsaghar, 1958)
El mundo de Apu (Apur Sansar, 1959)
La diosa (Devi, 1960)
Tres mujeres (Teen kanya, 1961)
Rabindranath Tagore (1961)
Kanchenjungha (1962)
La expedición (Abhijan, 1962)
La gran ciudad (Mahanagar, 1963)
Charulata (1964)
Dos (Two, 1964)
El cobarde y el santo (Kapurush-o-mahapurush, 1965)
El héroe (Nayak, 1966)
El zoológico (Chiriakhana, 1967)
Las aventuras de Goopy y Bagha (Goopy gyne Bagha byne, 1968)
Días y noches en el bosque (Aranyer din ratri, 1968)
El adversario (Pratidwandi, 1970)
Sociedad limitada (Seemabaddha, 1971)
Sikkim (1971) (documental)
El ojo interior (The Inner Eye, 1971) (documental)
Un trueno lejano (Ashani sanket, 1973)
La fortaleza dorada (Sonar kella, 1974)
El intermediario (Jana aranya, 1975)
Bala (1976) (documental)
Los jugadores de ajedrez (Shatranj ke Khilari, 1977)
El Dios Elefante (Joi Baba Felunath, 1978)
El reino de los diamantes (Hirak rajar deshe, 1980)
Pikoo (1980)
Liberación (Sadgati, 1981)
El mundo de Bimala (Ghare baire, 1984)
Sukumar Ray (1987) (documental)
Un enemigo del pueblo (Ganashatru, 1989)
Las ramas del árbol (Shakha proshakha, 1990)
El extraño (Agantuk, 1991)
1.Satyajit Ray, en Pequeño planeta cinematográfico. Ediciones Akal, Madrid, 2013.
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