jueves, 20 de febrero de 2025

Evolución y viceversa


Quino: Mafalda

Existen tiras cómicas magistrales como Mafalda o Astérix, Cousas tan ingeniosas e irónicas como las de Castelao y viñetas sobresalientes como Maus y Persépolis, dos títulos que se sumergen en la memoria, el dolor, la esperanza y la historia. Pero, sobre todo, abundan la producción en cadena cuyo aporte consiste en hacer crecer la industria, en todo caso necesaria para que existan las excepcionalidades, y atraer a miles de fanáticos que devoran los tebeos sin pensar en que la digestión es un proceso lento, químico y mecánico. Esto también pasa con cualquier otro medio de expresión, pero sucede que el cómic se impone porque resulta más fácil para el consumo y no exige del mismo modo que la poesía, el ensayo —que ahora parece estar de moda adaptar a la viñeta a partir del literario— o la novela, cuyos espacios y personajes se dibujan por libre en la mente de quien lee, por mucha descripción que pretenda quien escriba el texto. La viñeta crea la imagen y la completa con diálogos y breves textos que ha intentado madurar desde su origen, mientras que, en un proceso contrario, la narrativa escrita parece haberse infantilizado. Es como un viaje cada una al encuentro de la otra y ambas también al encuentro del cine, que encuentra en ellas inspiración y también un espejo donde buscar formas. Hoy, parecen no existir los espacios puros, sino híbridos o influenciados por otros.

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Sin embargo, creo que la literatura ha salido perjudicada de esa relación a tres bandas, porque ha bajado su listón, más allá de que haya elevado la importancia de las portadas, mientras que el cine y el cómic no se han visto obligadas a dejar de usar pañales, si se acepta la idea de que ambos medios nacieron infantiles, para todos los públicos, y aunque haya habido excepciones que alcanzan madurez y magisterio, tales como las arriba nombradas o mismamente Arrugas, o que algunas viñetas, en busca de prestigio, se denominen novela gráfica, la mayoría de sus productos no dejan de gatear o de dar los mismos pasos y traspiés… Luego, llegaron los videoclips y los videojuegos, para perfeccionar la infantilización en la década de 1980. Aunque todavía faltaba el toque de gracia que significaron la redes sociales, que no dieron voz a las masas ni a la cultura, puesto que las voces son personales y la cultura algo más que negocio, sino que crearon un espacio para la inmediatez, la ausencia de pensamiento crítico, las ventas, las poses, las frases sacadas de contexto, la exhibición de la ignorancia y de la irreflexión. Eran los medios ideales para dar rienda suelta a la estupidez que llevamos dentro pero que apuntamos en otros, la que encontraba en dichas redes su espacio si no natural, sí el adecuado para su proliferación… ¿Y dónde nos sitúa esto y hacia dónde nos proyecta? Las respuestas llegarán, pero tal vez entonces no las comprendamos, porque quizá hayamos perdido la capacidad de reflexionar y de cuestionar, también la de digerir ideas en un proceso lento, emocional y racional, que depare algo más que una gota en un océano que apunta a superficie sin fondo, sin lugares abisales donde la quietud y la tranquilidad no se vean amenazadas y permitan bucear y nadar en busca de otras direcciones…

Castelao

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