lunes, 13 de mayo de 2024

Margarita Xirgu, la brevedad de la escena

¿Quién se acuerda de los actores isabelinos que representaron las obras de William Shakespeare o de Ben Johnson? ¿Y de las actuaciones de Sarah Bernhardt? ¿Es posible evocar una imagen de las mismas? La catalana Margarita Xirgu es un ejemplo de gran actriz recuperada para la historia en nombres de institutos, calles y teatros, en libros como la biografía de Antonina Rodríguez o Epistolario, que recopila cartas escritas de su puño y letra, en una película televisiva que lleva su apellido, pero que dudo le haga justicia —ni a ella ni al resto de personajes históricos que asoman en la pantalla—, y en documentales que intentan explicar su popularidad e importancia en la escena de ayer al público actual. En su época, era la más popular y querida actriz española; con su propia compañía y con el poder suficiente para llevar a escena la obra de cualquier autor, incluso de un joven e innovador poeta como Federico García Lorca, quien, en 1927, intentaba abrirse paso en el teatro y ser reconocido como el dramaturgo que demostraría ser en los años de la II República. Ella era el rostro visible, el cuerpo del drama y la comedia, el reclamo que llenaba las salas de teatros a ambos lados del Atlántico. Era la principal atracción, la cabeza de cartel. Daba igual la obra en escena, el público acudía a verla interpretar. Decía que iba a ver “una” de la Xirgu; no de Calderón, Jacinto Benavente, Valle-Inclán, Ángel Guimerá o George Bernard Shaw. María, Pepe, Juan, Ana y mil más dejaban el día de estreno su dinero en la taquilla por ella, no por los hermanos Alvárez Quintero, Rafael Alberti u Oscar Wilde. La celebraban con aplausos y vítores; sin embargo, ese público que la disfrutaba ya no está y el arte escénico de la Xirgu se perdió con él. Solo cabe reconstruirlo a partir de las críticas y de los artículos de prensa, de los recuerdos escritos de quienes fueron testigos de sus éxitos, como la Medea de Séneca (adaptada al castellano por Unamuno) que representó en el teatro romano de Mérida en 1933, y de quienes la conocieron fuera del escenario.

La dramaturgia no era suya, ni la puesta en escena, salvo que ella dirigiese la obra, pero, tras cada actuación, era ovacionada. Triunfaba allí donde actuaba entre la subida y bajada de telón, mas sus interpretaciones estaban limitadas a su escenificación, condenadas a desaparecer en el olvido. Su arte era en el momento de producirse y solo cabía la posibilidad de que perviviese en el recuerdo de quien la había visto sobre las tablas. La memoria del público teatral es a corto plazo. No es hereditaria como sí puede serlo la del cine gracias a que la película permanece más tiempo y llega a generaciones posteriores. En teatro, la obra representada se limita a su tiempo y solo el texto logra superar los límites temporales. Esto explica, en parte, que las actuaciones de la Xirgu hayan caído en el olvido, algo que no ha sucedido con el teatro de Lorca, pues la obra del granadino continúa representándose y siendo objeto de estudio y admiración sin que se resienta por la ausencia del propio Lorca ni de la actriz que, en lo más alto de su carrera artística, decidió protagonizar Mariana Pineda. La obra se estrenó en Barcelona, con decorados pintados por Salvador Dalí, amigo del poeta. Era la noche del 24 de junio de 1927, la obra, la primera colaboración entre Lorca y Xirgu, <<fue un éxito considerable y el público exigió la presencia del autor, junto a Margarita Xirgu, al final de cada acto, brindando a ambos entusiastas aplausos>>. (1) Posteriormente, en 1930, llegaría la puesta en escena de La zapatera prodigiosa; en 1934, YermaBodas de sangre, en 1935; el mismo año que Doña Rosita la soltera; y ya en 1945, nueve años después del asesinato del poeta y con la actriz en el exilio, La casa de Bernarda Alba… La Xirgu abandonó España rumbo a Argentina, mas adelante se afincaría en Montevideo (Uruguay), donde dirigió la Compañía de Teatro Nacional y creó la Escuela de Arte Dramático…


(1) Ian Gibson: Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca. DeBolsillo, Barcelona, 2016.


No hay comentarios:

Publicar un comentario