viernes, 13 de julio de 2018

Secretos de un matrimonio (1973)


¿Es relevante estar casado (haberlo estado) o mantener una relación estable para reflexionar sobre el matrimonio? Supongo que habrá quien diga sí, pero también supongo que no todas las parejas son capaces de aceptar ni de asumir ni compartir responsabilidades, así como tampoco se encuentran capacitados para encarar con sinceridad las distintas circunstancias que van mermando sus relaciones, realidades que omiten o acallan en su cotidianidad y otras situaciones en las que prefieren desviar culpas hacia su pareja o cerrar los ojos, porque ambas son posturas cómodas que evitan enfrentarse a los espectros propios y comunes que empujan la relación hacia el abismo que se abre ante ellos. Quizá, uno nunca piense que su matrimonio pueda convertirse en un fracaso, en un fraude o en un lastre que transforma el amor de pareja en un término al que recurrir cuando la cotidianidad común mal funciona, aunque sin saber cómo definirlo, al menos, no con la claridad suficiente para explicar en qué consiste el amor aludido, si existe, si es eterno o si es el espejismo efímero de un momento más o menos prolongado por el deseo, por las necesidades individuales, por los intereses ajenos al sentimiento en sí o por el convencionalismo establecido y previsto como un paso más dentro de la sociedad a la que se pertenece. Han sido muchos los cineastas que han llevado a la pantalla la relación de pareja, algunos la han expuesto desde la comicidad, otros desde el drama, algunos la han esbozado como un estado idílico, sin fin y sin apenas altibajos, dibujando una felicidad y una complicidad perfectas que otros cineastas han puesto en tela de juicio, quizá porque han pretendido mayor reflexión y honestidad a la hora de analizar aspectos que a menudo permanecen ocultos bajo la alfombra de los diferentes hogares reales y ficticios, como si exteriorizarlos implicase la ruptura de la fantasía y el fin de las diferentes cotidianidades que han ido relevando a la pasión, a la complicidad, a la comunión y a la atracción sexual inicial de los primeros tiempos. Uno de esos realizadores, me arriesgo y afirmo quien mejor ha expuesto la descomposición matrimonial, fue 
Ingmar Bergman en Secretos de un matrimonio (Scener ur ett äktenskap, 1973), una magnífica reflexión sobre la crisis matrimonial que se prolonga a lo largo de una sucesión de escenas que superan los 280 minutos de sinceridad expositiva, ajena a la manipulación y con dos actores excepcionales que hacen suyos los diálogos, precisos, dolorosos, honestos y tan reales como la propia realidad. La postura de Bergman va más allá de ser una serie de televisión dividida en seis capítulos, o una película que redujo su metraje original a 168 minutos para su estreno en las salas comerciales, pues Secretos de un matrimonio iguala cine y televisión para realizar un análisis tan personal como imprescindible sobre el deterioro matrimonial, el misterio y la complejidad de la vida común, la incomunicación y las contradicciones, el miedo a la soledad, el dolor, la frustración y la pérdida de la relación marital que en Marianna (Liv Ullman) y Johan (Erland Josephson) semeja inquebrantable, aunque sin ser tan perfecta como pretenden exteriorizar. <<Esta historia hay que contarla objetivamente sin florituras de cara con algo así como un tono áspero apoético que nos libere de todos los excesos cinematográficos>>*. La presentación escogida por Bergman para introducirnos a la pareja protagonista confirma su intención de austeridad y define a los personajes desde la naturalidad de una cámara que, sin inmiscuirse, los observa mientras son entrevistados por una periodista que les pide que hablen de sí mismos. Johan, ingeniero de cuarenta y dos años, se muestra seguro, quizá altivo y orgulloso, apenas nombra su matrimonio, tampoco alude a sus dos hijas, y se decanta por enumerar rasgos de una personalidad deseada que pretende real. Por contra, Marianne, abogada de treinta y cinco años, duda qué decir sobre ella, pues ignora quién es, y repite que tienen dos hijas y que llevan diez años felizmente casados. La siguientes escenas, aquellas en las que marido y mujer charlan a solas con la periodista, confirman que existen dudas en un matrimonio en apariencia perfecto, dudas que en la pareja de amigos que poco después cenan con ellos han dado paso al violento rechazo que inconscientemente genera en los protagonistas las primeras señales de alarma. En ese momento de Inocencia y pánico, sin que ninguno lo nombre, la sombra del distanciamiento y de la ruptura asoma por la pantalla, una sombra que se inicia en el primer capítulo y se confirma en El arte de barrer bajo la alfombra. Ambos episodios muestran a un matrimonio burgués acomodado en su rutina, que se esfuerza por mantener controlada su relación, y cuya vida sexual ha disminuido hasta apenas mantener contacto físico. Ninguno se atreve a exponer aquello que les genera miedo, dudas, contradicciones o el malestar que se confirma en Paula, la tercera parte de Secretos de un matrimonio. En este episodio Johan se presenta en la casa de verano y confiesa a Marianne su relación con una joven de 23 años con quien pretende establecerse en París. Es un momento crucial para el matrimonio, pues las cartas se ponen boca arriba y las omisiones de años de silencio fluyen con brusquedad y desesperación para generar el dolor, sobre todo el dolor de Marianne, quien, humillada y desorientada, ruega a su marido que permanezca a su lado. El tiempo transcurre sin que seamos testigos de la separación y el cuarto capítulo, Un valle de lágrimas, nos muestra el reencuentro de la pareja tras casi un año de amistoso alejamiento, pero de indudable desorientación y desconocimiento de quiénes son y qué desea cada uno. En ese instante se aferran al fantasma del amor pasado y hablan de recuperar su matrimonio, sin embargo en Los analfabetos, el quinto capítulo, se reúnen en el despacho de Johan para firmar los papeles del divorcio que este se niega a rubricar, al ser incapaz de decidirse y definirse. La maestría de Bergman reside en la sencillez formal y la complejidad analítica, en su valentía a la hora de mirar el interior de sus personajes, también el suyo propio, y exteriorizar los miedos, la humillación, la desorientación y el final de un matrimonio que siempre ha estado condicionado por aquellos convencionalismos que la pareja antepuso a sí mismos y a la unión que alcanza una nueva dimensión En plena noche, en una casa oscura, en algún lugar del mundo.



* Bergman, Ingmar. Cuadernos de trabajo (1955-1974) (Arbetsboken 1955-1974). Nórdica Libros, 2018

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