Para un cineasta controvertido, inquieto y compulsivo como Jesús Franco rodar en la España de la década de 1960 no resultaba tarea sencilla. <<A mí, en España, ya me habían colgado la etiqueta de pornógrafo, y en Francia me tenían por un extraño director de cine erótico y de terror que hacia cosas interesantes>. Sus ideas cinematográficas chocaban con la censura y, como a tantos otros cineastas, esto le cerraba las puertas de ayudas estatales y de una distribución adecuada para que sus películas llegasen a un público mayoritario. Esta constante provocó que tuviera que buscar financiación aquí y allá, sin importar de donde procediera el capital, de tal manera que muchos de sus títulos se realizaron en régimen de coproducción y dentro de géneros como el terror o la ciencia-ficción. Y así coincidió con Serge Silberman: <<uno de los productores independientes más importantes, me ofreció dos películas que yo debía escribir con J. C. Carrière. Una de ellas fue Miss Muerte>>, que realizó después de varios proyectos frustrados y de participar en el rodaje de Campanadas a medianoche (1965) a las órdenes de su admirado Orson Welles. Miss Muerte fue, según palabras de su responsable, <<una película bastante malsana, pero la censura me la dejó casi enterita>>, aunque este film de terror gótico, con toques de ciencia-ficción, fue algo más, fue una de sus cumbres cinematográficas y el punto de inflexión en su carrera. Esta primera colaboración con Jean-Claude Carrière, la otra fue Cartas boca arriba (1966), encontró parte de su inspiración en las páginas de la novela de Cornell Woolrich La novia iba de negro, libro que dos años más tarde sería adaptado a la gran pantalla por François Truffaut en la La novia vestía de negro. Sin embargo nada tienen en común el film de Truffaut y esta destacada producción que confirmaba al realizador madrileño como un nombre a tener en cuenta dentro del género en el que por entonces destacaban Terence Fisher, Roger Corman o Mario Bava.
Las primeras aportaciones de Franco al terror cinematográfico, aquellas rodadas entre 1961 y 1965, presentan una atmósfera de pesadilla más remarcada que la de sus ilustres colegas, quizá porque en ellas dominan las luces y las sombras, heredadas del expresionismo y de las películas de terror de la Universal, que dan forma a los espacios surrealistas y fantasmagóricos por donde se mueven los extraños personajes de Gritos en la noche o Miss Muerte. Pero si en su primera incursión genérica, la figura del mad doctor fue un personaje masculino, clave dentro del terror español, en esta película el "científico loco" adquiere el rostro, el cuerpo y la personalidad de una bella mujer que, a diferencia del Orloff interpretado por Howard Vernon (cuyos actos criminales nacen de su obsesión por devolver la belleza a su hija), justifica su comportamiento sádico y manipulador en su deseo de venganza. Tras la muerte de su padre, Irma Zimmer (Mabel Karr) asume el experimento paterno como pieza vital para el éxito de la vendetta con la que pretende dar muerte a los tres científicos que humillaron en público a su progenitor, lo que provocó su fallecimiento. Para poner en práctica su plan, secuestra a Nadia (Estella Blain), la actriz de variedades a quien observa realizando un hipnótico número musical que encierra un erotismo que no le pasa desapercibido, por lo que decide someterla a su voluntad y la convierte en su autómata, más hermosa y tan letal como el Morfo empleado por Orloff. Al igual que en otros títulos del cineasta, a primera vista la venganza es el eje motor de Miss Muerte, pero lo más interesante reside en sus dos protagonistas, una de las cuales emplea sus uñas, largas, rojas y afiladas como cuchillas para degollar a la primera de las tres victimas (Howard Vernon), y en el interés de Jesús Franco por mostrar la relación de control-sumisión que mantienen, en la que simbolizó el control de un sistema represivo que niega la libertad de expresión.
Las frases entre comillas han sido extraídas de Memorias del tío Jess (Jesús Franco, 2004)
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