jueves, 28 de abril de 2016

Apartado de correos 1001 (1950)



La voz en off que precede a los títulos de crédito de Apartado de correos 1001 (1950) emula a los funcionarios gubernamentales que presentan las tramas del cine negro semi-documental realizado en Hollywood durante la segunda mitad de la década de 1940. Dicha voz hace hincapié en que <<esta película ha sido filmada en las mismas plazas, calles y ambientes naturales en los que se supone pudo haber ocurrido el hecho que se da por real>>, de tal manera se advierte una intención documental para detallar la supuesta realidad en la que viven los abnegados agentes del orden que tienen <<el único objeto de defender a la sociedad de todos aquellos que intentan perturbarla>>. Con esta presentación la película de Julio Salvador se acerca a las propuestas de Henry Hathaway para la 20th Century Fox o de Anthony Mann para la Eagle Lion Films, al tiempo que, como aquellas, asume influencias del neorrealismo y del documental, aunque en su parte final lo hace del expresionismo, así como ofrece un evidente homenaje al Orson Welles de La dama de Shanghai (The Lady from Shanghai; 1947). Pero más allá de documentar la cotidianidad de la pareja de investigadores, la cámara de Salvador pretende retratar la vida urbana. Para ello, toma como escusa el proceso policial que muestra a Miguel (Conrado San Martín), policía inexperto, y a Marcial (Manuel de Juan), veterano y efectivo, siguiendo las pocas pistas con las que cuentan para descubrir la identidad del criminal a quien persiguen por las calles de Barcelona.


A lo largo de este relato policial fundamental y fundacional del cine policíaco español (honor compartido con
Brigada Criminal), se ofrece la investigación del asesinato de un joven en una céntrica calle barcelonesa. Este homicidio, a plena luz del día, se produce delante de testigos que poco o nada aportan a las pesquisas, la única pista que consigue la pareja de policías, el apartado de correos 1001, la encuentran en un recorte de prensa cuando registran la casa del finado. Los agentes se aferran a esta posibilidad sin saber que, tras lo que aparenta ser un grupo de timadores, se esconde una red de narcotráfico (algo que no se había mostrado en el cine español hasta entonces). Así pues, deciden vigilar la estafeta donde una chica, Carmen (Elena Espejo), abre el buzón 1001. Ella les proporciona la siguiente pieza para resolver el crimen y la acción se traslada a la oficina postal donde miles de cartas son clasificadas para su posterior reparto, miles menos aquella que se desliza en el interior del bolsillo de Antonio (Tomás Blanco). A partir de este instante el tono realista disminuye para dejar que sea la intriga policial, con ciertas dosis de comicidad, la que predomine en el seguimiento del sospechoso, a quien se graba una conversación que permite su detención en la sucursal bancaria, donde iba a reunirse con su socio desconocido. Aunque nada de cuanto hacen los miembros de la brigada criminal, parece conducirlos a parte alguna, no desisten en su esfuerzo, pero solo la ayuda de Carmen, a quien detienen a pesar de que no existen pruebas de su culpabilidad, les permite descubrir la identidad de aquel a quien han perseguido durante toda la película. Apartado de correos 1001 fue un gran éxito de público, algo nada extraño si se tiene en cuenta que las espectadoras y los espectadores pudieron disfrutar de una historia cercana y realista que exponía parte de la cotidianidad de un país donde algunos cineastas, entre otros los guionistas del film Antonio Isasi-Isasmendi y Julio Coll, desarrollaron entre 1950 y 1963 un cine policíaco autóctono y urbano en el que fueron mostrando aspectos reales de esas calles donde la delincuencia también formaba parte de su paisaje diario.

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