La insolación sufrida por Tom, consecuencia de la broma pesada de Philippe, no influye en sus intenciones (lo que está a punto de hacer ya lo habría pensado con anterioridad, de ahí que se quede con el pendiente de la desconocida con quien tropiezan durante su estancia inicial en Roma), pero sí le convence para provocar la discusión entre Marge y Philippe, cuya resolución le permite quedarse a solas con su supuesto amigo. Philippe aprovecha la intimidad que ofrece el mar para preguntar a Tom cómo piensa deshacerse de él para quedarse con su dinero, consciente de que su acompañante pretende robarle. Ripley ni piensa ni responde, sólo actúa en consecuencia al plan urdido con anterioridad, por eso no sorprende que tome el cuchillo y lo hunda en el cuerpo de Philippe. Deshacerse del cadáver no plantea dificultades para un asesino que lo envuelve con una una tela que arroja al agua en compañía del ancla que debe impedir que el peso salga a flote. Sin el menor indicio de remordimiento, Tom regresa al pueblo y convence a Marge de que Philippe se ha marchado a Roma en busca de una soledad que le permita reflexionar sobre su relación con ella. Tom se desenvuelve a la perfección en su papel de asesino frío y calculador, en todo momento sabe lo que se trae entre manos; se queda con la máquina de escribir de Phillipe, imita su voz, toma su identidad o ensaya su firma para poder retirar ese dinero que le proporcionaría la vida que siempre ha deseado. Cuando Tom regresa a Roma se hace pasar por Philippe, pero las coincidencias están a punto de dar al traste con sus intenciones, sobre todo cuando Freddie se presenta repentinamente en su apartamento, alquilado bajo el nombre de Philippe Greenloaf, y le descubre, hecho que obliga a Ripley a matar de nuevo. El contacto con Marge es constante, Tom parece buscarlo, como si conseguir a Marge le acercase más a ser Philippe, lo que conllevaría alcanzar el estatus que persigue; en ningún momento la chica se plantea que Tom le mienta respecto a la suerte corrida por Philippe, pues al contrario que la Marge de la novela, la cinematográfica considera que Ripley es un amigo fiable, cuestión que ella misma confiesa en varias ocasiones. A pleno sol (Plein soleil) es un magnífico ejemplo de como realizar un film que se aleja de su fuente literaria, de la que sólo toma los elementos precisos para crear una narrativa propia que no compite con aquella, porque lo que René Clément pretendería sería muy distinto a la intención de Patricia Highsmith, hecho que se reafirma al final del film.
domingo, 3 de junio de 2012
A pleno sol (1959)
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